El primer ministro cubano, Manuel Marrero, realiza en estos precisos momentos una visita oficial a Bielorrusia esta semana, en un intento de conseguir más préstamos y cooperación económica del presidente Aleksandr Lukashenko, que dicho en buen cubano fue un intento por ver qué más podía rasparle al bielorruso. Marrero viajó a Bielorrusia desde China, país en el cual hizo exactamente lo mismo: prometer a ver qué le dan a cambio.
A pesar de las relaciones políticas e ideológicas cercanas entre Cuba y Bielorrusia, el nivel de cooperación económica está muy por detrás, admitió Lukashenko durante la reunión. El mandatario bielorruso instó a tomar medidas para aumentar el comercio bilateral y la inversión, lo cual a Marrero le vino de perillas, y – dicho en buen cubano también – «coronó» con su gestión.
Marrero, enviado por el régimen cubano de Díaz-Canel, está desesperado por encontrar socios extranjeros ante la profunda crisis económica en la isla. Con una escasez generalizada de alimentos, medicinas y otros productos básicos, el gobierno cubano tiene pocas opciones, y viajó a encontrarlas en otro régimen aislado internacionalmente.
Lukashenko, tras sucesivos fraudes electorales y propinar una fuerte represión a la disidencia dentro del país, sabe que la isla caribeña, en concreto no tiene nada qué aportarle, pero ve en ella una oportunidad para ganar un aliado regional con larga data de belicoso.
La lógica se impone: Lukashenko está dispuesto a ofrecer préstamos y cooperación a cambio del apoyo diplomático de Cuba, que no podemos olvidar, recientemente fue escogida para un puesto clave en los Derechos Humanos, en la ONU.
Dos más dos, siempre serán cuatro. Ya Díaz-Canel hizo lo mismo no hace mucho, en una visita que realizó a Turquía.
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Sin embargo, es probable que Marrero regrese de Bielorrusia con nada en concreto, y sí nuevas promesas de cooperación, porque la realidad más evidente señala que Lukashenko carece de recursos para ofrecer una ayuda económica significativa a la isla caribeña que, mientras, enfrenta una crisis que sigue agravándose sin una estrategia clara para la recuperación económica.
Recientemente, un clave de la agencia española EuroEFE señalaba que la Unión Europea había pedido a Cuba «flexibilizar determinadas normas de la gestión económica privada en Cuba», a fin de enfrentar su crisis; y eventualmente, claro, poder pagar la inmensa suma de dólares que debe a los países del bloque europeo, España fundamentalmente.
«En 2021, cerca del 50 % de las exportaciones de la Unión Europea tuvieron su origen en España, con un valor de casi 630 millones de euros», señala la agencia.
Ayer jueves, España, quien ejerce como presidente de turno de la Unión Europea (UE), reiteró «su apoyo a la incipiente gestión privada en la economía cubana y llamó a «flexibilizar determinadas normas» para favorecer su desarrollo».
«Sería bueno flexibilizar determinadas normativas, siempre desde el respeto adecuado al Estado, porque al final las empresas europeas queremos ayudar a fortalecer la economía cubana y que logren ser rentables aquí», declaró a la prensa el embajador de España en La Habana, Ángel Martín.
«Cuanto más flexible sea la normativa, más fácil será para el inversor, pues más se favorece la economía», indicó el diplomático español.
«Seguimos aquí, a pesar de las dificultades que tienen los empresarios europeos», subrayó además Martín, y dijo que la presencia de compañías españolas en la Feria Internacional de La Habana (Fihav), «a pesar del contexto muy difícil de Cuba» se debe al «vínculo emocional» de España con la isla caribeña.
EuroEFE indica que «las empresas españolas son nuevamente las más numerosas de Fihav, inaugurada este lunes, con más de 80 firmas ibéricas que, sumadas a las compañías de capital hispano-cubano, se colocan en torno a las 100», según datos oficiales citados por la agencia.
Sin embargo, nada novedoso resulta esto. Ya desde la época en que Felipe González era el presidente del gobierno español, la nación ibérica, ofreció ayudas y consejos al entonces gobernante cubano Fidel Castro para que abrazase «el cambio» inevitable, económico, que se le venía encima tras la caída en masa de los países del llamado Bloque Socialista que, hasta entonces, soportaban en mayoría las transacciones económicas de la isla.
En aquella época, años 90´, Castro no aceptó las sugerencias de España, como ahora nada indica que Díaz-Canel aceptará reformas de privatización que vayan más allá de los intereses del estado totalitario que representa, por continuar controlándolo todo.
