Doña Basura regresa a La Habana

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“¡Doña Basura ha hablado! ¡Ña!” es quizás la frase más pegajosa que legara la serie de títeres Fraggle Rock al imaginario cubano. En muchos de sus capítulos aparecía este personaje lleno de sabiduría, secundado por las dos simpáticas alimañas que cerraban todos sus parlamentos con estas palabras simpáticas.

En La Habana parece que hay muchas doñas basuras. Sobrepoblación de ellas. En cada esquina, una doña basura silenciosa, muda, sin sabiduría que aportar a los fraggles que vengan a consultarle sus cuitas, y repletas de alimañas que no dicen frases simpáticas.

Las doñas basuras que habitan en La Habana solo saben crecer, pedir más desechos, expandirse indefinidamente fuera de los límites de los depósitos incapaces de contenerlas. Estos contendores azules están atragantados de desperdicios  y naufragan entre las olas de escombros y residuos que ya no pueden devorar. Muchos están cojos.

Sus ruedas hace ratos fueron recicladas en vehículos artesanales útiles para trasladar la balita de gas, para quizás llevar los mandados de la bodega. Las tapas de otros tantos desaparecieron hace mucho, fundidas en mil chucherías de plástico que habitarán los catres de vendedores ambulantes de juguetes burdos pero baratos, en moneda nacional, de cacharros, palitos de tendedera, escobas, haraganes y destupidores.  

En varios los “saqueadores” no se contentaron con las tapas. Quebraron sus bordes, que parecen dentaduras irregulares y podridas de ancianos agotados. A la vez, su capacidad de contener disminuye enormemente, y esto propicia que la basura prolifere a sus alrededores.

Estos muladares que supuran en cada esquina de La Habana significan días sin que los recogedores de basura cumplan sus horarios. Noches sin que se escuche pasar al “carro de la basura” en su periplo cansado y hosco por las avenidas y calles de La Habana, deteniéndose en cada esquina para cargar con lo que nadie quiere, para darle un último paseo a cosas despreciadas, gastadas y sucias.

Aun los Servicios Comunales no emiten ninguna nota oficial, ninguna excusa que explique la invasión de doñas basuras por la falta de combustible para alimentar sus camiones, y vuelva a citar, una infinita vez más, el bloqueo estadounidense como causa de todos los males de la nación. Quizás esperen que los cubanos lo den por sentado, y para qué decirlo ya. Si no hay combustible para generar electricidad, menos lo habrá para los vehículos basureros.

Los muladares en descontrolada expansión implican otra miríada de peligros de insalubridad, pestilencia. Lucen peor que los mercados improvisados de los que alguien se quejó porque afeaban los parques del Vedado. Alguien “sabio” los mandó a retirar sin más ni más, restándoles oportunidades a los vecinos de comprar algunas viandas más. La basura afea más, la basura es de mal gusto, de mala salud, es peligrosa. Y nadie parece venir a prohibirla, a retirarla con celeridad, por miedo a las opiniones.

La basura le crece a La Habana una vez más. Es noticia vieja, parece no importarle a nadie. Todos la esquivan, otorgándole si acaso una mueca de malestar, encogiendo la nariz. Ahora que ya de desterró el nasobuco la peste se nota más, pero ahí seguimos. Doña Basura no habla, pero grita alaridos hediondos y enfermos.

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