Cuba y Haití: los dos estados fallidos del Caribe

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Un artículo publicado por Scott B. MacDonald en National Interest explora los desafíos geopolíticos y sociales que plantean los estados débiles y fallidos en el Caribe, en particular Haití y Cuba.

El autor, es el economista jefe de Smith’s Research & Gradings, miembro del Caribbean Policy Consortium e investigador de Global Americans; y trabajó para la Oficina del Contralor de Moneda, Credit Suisse, Donaldson, Lufkin and Jenrette, KWR International y Mitsubishi Corporation.

MacDonald señala en su texto que, si bien el Caribe en general goza de estabilidad política, estos dos países son casos atípicos y presentan conjuntos únicos de problemas que tienen amplias implicaciones no sólo para la región sino también para la política internacional.

Haití personifica la definición de un Estado fallido, que se enfrenta a una serie de catástrofes naturales y provocadas por el hombre, expresa el autor.

El país ha sido azotado por huracanes, terremotos y una inestabilidad política de larga data. Su gobernanza es ineficaz y está marcada por escándalos de corrupción, el asesinato del presidente Jovenel Moise en 2021 y el ascenso de bandas criminales, añade.

Las crisis actuales de Haití han provocado un éxodo de refugiados a otros estados del Caribe y a Estados Unidos, exacerbando sistemas ya frágiles en estos países. A pesar de las intervenciones internacionales, la situación en Haití sigue sin resolverse, lo que indica un nivel de ‘fatiga de los donantes’ y complica el compromiso de la comunidad internacional para encontrar una solución, refleja más adelante.

Cuba: Estado fallido

Aunque MacDonald señala que Cuba, si bien no es un Estado fallido, está significativamente debilitada. Se enfrenta a persistentes luchas económicas exacerbadas por las sanciones de Estados Unidos, la corrupción y la mala gobernanza.

MacDonald explica que el gobierno comunista de Cuba ha experimentado un deterioro de su legitimidad, agravado por una mala gestión económica que incluye una impactante tasa de inflación del 401,6% en 2021.

Señala que el descontento popular alcanzó un punto de ruptura en julio de 2021, cuando miles de personas salieron a las calles para protestar por el deterioro de las condiciones de vida.

Las luchas económicas han provocado un cambio demográfico a medida que los cubanos más jóvenes se van, reduciendo la fuerza laboral y presionando los sistemas de bienestar social del país, resume.

Estas cuestiones tienen consecuencias de largo alcance para el Caribe y los responsables de la formulación de políticas internacionales. Además de la extensión regional de refugiados, los Estados debilitados también son caldo de cultivo para organizaciones criminales y corrupción. La situación es particularmente preocupante para Estados Unidos, y el artículo subraya la necesidad de una respuesta internacional coherente y sostenible para abordar estos sistemas fallidos y mantener la estabilidad en el Caribe, una región que enfrenta una compleja red de desafíos que amenazan la estabilidad de sus estados, que son socios esenciales de Estados Unidos en términos de intereses geopolíticos, resume a modo de análisis el autor.

Mientras tanto, añade, varias otras naciones caribeñas enfrentan tasas crecientes de delitos violentos y corrupción, lo que erosiona la confianza de los ciudadanos en sus gobiernos y desestabiliza las instituciones democráticas.

Por ejemplo – señala MacDonald en su texto – Jamaica y Trinidad y Tobago tienen altas tasas de homicidio, alimentadas en gran medida por la violencia de las pandillas y el tráfico de drogas.

El aumento de los delitos violentos en Santa Lucía lo convierte en otra preocupación creciente.

Esta erosión de la confianza pública se ve exacerbada por la corrupción, como lo refleja la disminución de las puntuaciones en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional en países como Barbados, las Bahamas y Santa Lucía, resume el autor, que luego habla sobre cómo las pandillas en varios países han pasado de ser meras entidades criminales a organizaciones cuasi políticas, lo que complica aún más las cuestiones de gobernanza, y asevera que, a nivel regional, los mecanismos de la CARICOM destinados a la aplicación de la ley y la gobernanza están siendo superados por las organizaciones criminales.

Más allá del crimen y la corrupción, la amenaza inminente del cambio climático plantea otro desafío para los gobiernos del Caribe. La región está experimentando huracanes, sequías y otros desafíos relacionados con el clima cada vez más violentos que los gobiernos están luchando por abordar, explica.

El autor concluye su análisis aconsejando que, dar prioridad al Caribe en la política exterior de Estados Unidos significa frenar el flujo de armas ilícitas hacia la región, combatir el consumo interno de drogas que alimenta la delincuencia caribeña.

También plantea que los Estados Unidos debe repensar su postura hacia Estados como Cuba, que gravitan hacia relaciones con rivales globales como China y Rusia.

Es crucial que la administración Biden no sólo extienda su simpatía sino que también tome medidas tangibles para construir sostenibilidad y resiliencia en el Caribe. A pesar de sus desafíos, el Caribe no es inherentemente inestable y un fuerte compromiso de Estados Unidos podría ayudar a mantener esa estabilidad, concluye el experto.

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