En una tumba sin nombre; ahí descansa Juana Bacallao

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Juana Bacallao, la legendaria cantante cubana cuyo carisma y energía en el escenario cautivaron a generaciones, ha sido sepultada en una tumba sin placa de identificación en el cementerio de Colón, en La Habana, según ha sido dado a conocer recientemente. Este hecho ha suscitado un debate sobre la manera en que la cultura cubana recuerda a sus íconos, y la atención que se les brinda tras su fallecimiento.

Juana Bacallao, conocida por su potente voz y su presencia escénica imponente, falleció a los 98 años el pasado mes de febrero, dejando un legado musical que se extiende por décadas.

Su muerte marcó el fin de una era para la música cubana, en la cual ella fue una de las figuras más emblemáticas y queridas. Sin embargo, el modesto entierro y la falta de una placa en su tumba han provocado críticas y han generado discusiones sobre cómo se valora a los artistas en la sociedad cubana.

Según dio a conocer de manera rimbombante el Ministerio de Cultura en su momento, Juana fue enterrada en el panteón de la cultura del Cementerio de Colón, lugar reservado para las figuras destacadas de la cultura cubana.

Sin embargo, a pesar de este honor, la ausencia de una placa con su nombre en la tumba ha sido motivo de descontento entre sus seguidores y colegas. Un descontento que comenzó desde el propio 24 de febrero, cuando La Diva falleció en el Hospital Militar ‘Carlos Juan Finlay’ de La Habana.

Incluso, se puede decir que desde antes, porque estando ingresada allí, muchos se manifestaron porque fuese trasladada al hospital Hermanos Ameijeiras, donde se reunían mejores condiciones para su tratamiento, pero esto nunca se hizo efectivo.

El olvido a su legado continuó durante su velorio, realizado discretamente en la funeraria de Calzada y K, que fue luego cerrada durante la noche, para abrirla en horas bien tempranas de la mañana para proceder a su sepelio, al que asistieron apenas unas pocas personas.

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Los anuncios oficiales sobre sus honras fúnebres divulgados tardíamente, si acaso, incidieron en que pocas personas pudieron despedirse de la icónica cantante, el domingo que fue enterrada; un día en el que la falta de transporte público en La Habana y en toda Cuba es notoria, y que provocó que muchos prefirieran quedarse en su casa y no zambullirse en la incertidumbre de poder llegar a tiempo o no llegar nunca a su sepelio.

Juana Bacallao descansa en el Panteón de Cultura del Cementerio de Colón, sin ninguna identificación que marque su sepultura.

A diferencia de otras figuras prominentes de la cultura cubana enterradas junto a ella, como José Luis Cortés y Adalberto Álvarez, la tumba de Juan Bacallao permanece sin nombre, lo cual le impide a sus admiradores poder rendirle el debido homenaje a la diva de los cabarets cubanos.

Esto ha intensificado las críticas hacia las autoridades por su aparente desinterés y falta de respeto hacia Juana Bacallao.

De todo esto nada dice la prensa oficial, al servicio del Partido Comunista de Cuba, y ha sido la prensa independiente, hostigada, marginada y estigmatizada la que desde un inicio ha jugado un papel crucial al denunciar las distintas etapas del abandono de la artista.

La Diva enfrenta ahora otro peligro y es que la falta de custodios en el camposanto cubano ha provocado que en los últimos tiempos, muchas tumbas sin nombre y sepulcros, no identificados, que han sido olvidados o destruidos por el tiempo, la desidia, han sido la víctimas predilecta de los saqueos y robos de osamentas para trabajos religiosos.

Este suceso no solo refleja el final físico de una artista querida sino también plantea preguntas más amplias sobre el reconocimiento y la memoria cultural en Cuba.

La música de Juana Bacallao, cargada de ritmo y alegría, fue una celebración de la vida misma. En una época donde la cultura global y digital domina, es esencial que las contribuciones de artistas como ella no se pierdan en el olvido.

La forma en que se gestionó su entierro y el recuerdo que deja en la comunidad cubana son un testimonio de su impacto perdurable.

Aunque su tumba carezca de nombre, Juana Bacallao permanece indeleble en la memoria de aquellos que la admiraron y en la historia de la música cubana, una historia de pasión, resistencia y, sobre todo, de un talento incomparable que supera cualquier olvido.

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