Cuba debería mirarse en el espejo de Maduro, si quiere que EE.UU «le tire un cabo»

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Señala el diario El Nuevo Herald que la diplomática cubana Johana Tablada se reunió con funcionarios estadounidenses en Washington D.C., enfatizando la urgente necesidad de Cuba de un alivio en las sanciones de EE. UU. debido a la profunda crisis económica en la isla, y la noticia no puede pasar desapercibida como un intento, tal vez, de que el gobierno de los Estados Unidos rebaje sus sanciones a la isla tal y como hizo recientemente con Venezuela.

Cuba – afirma quien escribe – debería mirarse en el espejo de Maduro, si quiere que EE.UU «le tire un cabo», toda vez que en la reunión, donde se discutieron temas como las instalaciones diplomáticas, los servicios consulares y la migración irregular, también se abordó el tema de los derechos humanos, con la contraparte norteamericana haciendo presiones para la liberación de prisioneros políticos en Cuba. Sin embargo, Tablada habría sido resbaladiza, furtiva y esquiva – un todo en uno – enfocando sus argumentos en mejorar las relaciones señala el Herald, y persuadir así a la administración de Biden para que levante las sanciones, las cuales, según ella, están afectando gravemente a la población cubana.

El objetivo de la reunión, señala por su parte Café Fuerte, estaría relacionado con una intensificación por parte del gobierno cubano de su ofensiva diplomática hacia Estados Unidos, buscando aliviar las sanciones económicas y financieras, usando la amenaza de una potencial crisis migratoria como factor de negociación.

La estrategia de Cuba se centra en reactivar los vínculos con la administración actual y suavizar las sanciones impuestas durante la administración de Trump. La crisis migratoria se presenta como el recurso más significativo que Cuba puede utilizar en estas negociaciones, según fuentes gubernamentales en Washington relacionadas con las visitas.

Café Fuerte señala que, «en el último mes, dos altos funcionarios cubanos, el viceministro Carlos Fernández de Cossío y Johana Tablada, han realizado visitas no programadas a Washington para reunirse con representantes de la administración de Biden».

Pero, si no ofrecen algo a cambio, ¿espera ella, Tablada – espera el gobierno – que Estados Unidos afloje sin recibir siquiera un compromiso a cambio? Evidentemente no.

A eso también habría estado jugando durante años el gobierno de Nicolás Maduro, quizás influenciado desde La Habana: al pulseo político con los Estados Unidos. Sin embargo, tras muchas reticencias finalmente Maduro abrió sus entendederas y recibió buenas noticias del norte.

Cuba, que ha estado bajo un largo embargo comercial y financiero de EE. UU., ha expresado frustración porque las sanciones impuestas por la administración Trump continúan vigentes bajo Biden, señala el Herald en su nota; y añade que estas sanciones han excluido al ejército cubano de las remesas del extranjero, una fuente de ingresos significativa para el gobierno cubano.

Sin embargo, tal vez lo más peligroso es que Cuba está en una lista donde nadie quisiera estar: la lista de países patrocinadores del terrorismo. Las autoridades cubanas han insistido durante mucho tiempo en que se retire a Cuba de la famosa lista, que señala el Herald, ha disuadido a bancos y empresas de hacer negocios con la isla.

Ni la crisis económica impulsa al gobierno de Cuba a cambiar de estrategia

En la caliente – como se diría en buen cubano – la isla está experimentando tiempos difíciles con escasez de medicinas y petróleo, y una infraestructura en decadencia, que se suma a una severa crisis con los alimentos; tan severa que cada grano de frijol, ya sea negro o colorado, cuesta alrededor de un peso. Probablemente el Herald no lo sepa pero sí: una libra de frijol contiene aproximadamente 600 granos, y eso es lo que cuesta una libra de frijoles en Cuba actualmente: 600 pesos. ¿Un cartón de huevo? 3000 CUP. Aquí también la matemática es redonda: un huevo cuesta 100 pesos.

Esta crisis, señala el Herald, ha impulsado a que más de 400,000 cubanos han huido a Estados Unidos en los últimos dos años debido a la situación*. Si bien, aclara el Herald, además de las sanciones hay otros factores, como la pandemia de COVID-19, la lenta recuperación del turismo, la disminución del apoyo de Venezuela, una reforma monetaria mal implementada y la renuencia del gobierno a adoptar reformas de mercado más amplias, que inciden negativamente en la recuperación económica del país.

El Herald destaca que la administración de Biden ha indicado su disposición a enviar ayuda humanitaria y apoyar al sector privado emergente en Cuba, pero el destino de cientos de manifestantes pacíficos y disidentes, aquellos que están presos o en libertad, pero hostigados y vigilados, sigue siendo un obstáculo principal para mejorar las relaciones entre ambos países.

A pesar de los llamados internacionales dice el Herald, a pesar de la severa crisis que afecta al grueso de la población y la tozudez gubernamental, dijo yo, las autoridades cubanas han mostrado su renuencia a liberarlos a menos que EE. UU. retire a Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo; una muestra evidente del currículum cubano en conversaciones en los que, a pesar de llegar con la soga al cuello, siempre está exigiendo cosas porque, es el terreno en el que se sienten cómodos; el único terreno en el que saben comportarse: en el de la bronca con los Estados Unidos.

Pero, ¿por qué no mirarse en el espejo de Venezuela? ¿Por qué mantener al pueblo cubano en hambruna?

Acuerdo entre Washington y Caracas pudiera servir a La Habana de ejemplo

Esa habría sido tal vez la interrogante a lo Hamlet que, luego de años de crisis, siendo una de las naciones con las mayores reservas de petróleo, se hiciera el gobernante Nicolás Maduro desde Venezuela: ¿por qué no aprovechar la buena voluntad de Biden, un hombre que en nada se parece a su predecesor Trump?

El reciente alivio de las sanciones estadounidenses sobre Venezuela ha generado un amplio espectro de reacciones y análisis en los que el gobierno cubano debería tomar nota.

Esta medida, que surge tras un acuerdo entre el gobierno de Maduro y la oposición para las elecciones de 2024, marca un cambio significativo en la política exterior de EE. UU. hacia Venezuela, especialmente en comparación con la administración anterior, aunque pudiera decirse que tal vez dure muy poco. Visto lo visto, de cara a las elecciones de 2024, nada indica que los demócratas volverán a alzarse con el triunfo electoral y, lo que es peor, Trump pudiera volver a ser presidente.

Las sanciones sobre el sector petrolero de Venezuela, impuestas durante la era de Trump, han sido considerablemente suavizadas ahora, con una nueva licencia general emitida por el Departamento del Tesoro de EE. UU. que permite a Venezuela producir y exportar petróleo sin limitaciones durante los próximos seis meses. Aunque esta medida ha sido recibida positivamente por algunos sectores, también ha generado críticas, especialmente de aquellos que consideran que el alivio es prematuro o que podría ser interpretado como una concesión a Maduro sin garantías suficientes de reformas democráticas.

El gobierno de EE. UU. ha dejado claro que este alivio podría revertirse si no se observan avances concretos hacia elecciones libres y justas. Además, se ha instado a Venezuela a levantar las prohibiciones sobre los candidatos de la oposición y a liberar a los presos políticos. Este enfoque condicional muestra que EE. UU. está dispuesto a negociar, pero también mantiene una postura firme sobre sus expectativas democráticas.

El alivio de las sanciones podría tener un impacto significativo en la economía venezolana, permitiendo potencialmente la reanudación de operaciones para compañías petroleras que habían cesado o reducido sus actividades en Venezuela. Sin embargo, expertos en la industria sugieren que la capacidad de Venezuela para capitalizar esta oportunidad depende de una inversión significativa y una gestión mejorada en su sector petrolero, que ha sufrido años de desinversión y mala administración.

También – y esto no podemos dejarlo a un lado – en medio de una guerra de meses entre Rusia y Ucrania, siendo Rusia otro de los grandes exportadores de petróleo, y una guerra que recién comienza en una región sensible para el mundo y para los EE.UU., se avizora un gasto de guerra alto para la nación norteña. Que se sepa, los vehículos militares del ejército de los EE.UU. no se mueven con las baterías de Tesla, se mueven con combustible. Y he aquí donde pudiera radicar el interés de EE.UU.: no puede darse el lujo de permitir que el petróleo escasee y continúe subiendo en el mercado internacional, porque tendría que continuar echándole mano a sus reservas y, ello también afectaría aun más el bolsillo del norteamericano que, eventualmente, podría inclinar más la balanza hacia un nuevo gobierno.

Tampoco es que Maduro haya hecho como Chacumbele, o que haya logrado un acuerdo para ponerse la soga al cuello. Si bien el acuerdo entre el gobierno y la oposición es un paso hacia elecciones potencialmente más transparentes y justas, aún lleva ventaja, pues hay candidatos de la oposición previamente inhabilitados, que tendría que el Congreso habilitar. Maduro ha ganado tiempo y todavía conserva cartas a su favor, que podrían jugar un papel crucial en el camino hacia las elecciones de 2024.

La crisis en Venezuela ha tenido un impacto significativo en la región, con millones de venezolanos desplazados. Un cambio hacia una política más estable y democrática en Venezuela no solo es crucial para su población, sino también para la estabilidad regional, y La Habana lo mira como el probable resurgimiento del envío de petróleo a la isla.

El alivio de las sanciones representa un punto de inflexión en las relaciones entre EE. UU. y Venezuela, con posibles repercusiones en la política, la economía y la sociedad, no solo de ambos países, sino de otros países de la región, en los que está incluido Cuba, durante años esencialmente consumidora del crudo venezolano.

De la evolución de esta situación dependerá de las acciones concretas de ambas partes, donde incluso entra en juego el compromiso con los principios democráticos y los derechos humanos; esos a los que el gobierno cubano todavía se resiste a adherir.

Con información de The Associated Press y el Miami Herald

* Aunque no existe una información oficial sobre el número de cubanos que ha entrado a los EE.UU. en los últimos dos años, el periodista Wilfredo Cancio, consultado al respecto sobre este punto, indica que si se suman los cubanos que han entrado por TODOS los puntos fronterizos en los dos últimos años fiscales, aun sin contar septiembre de 2023, la cifra es 409,250; que es el cálculo que debe haber realizado la periodista Nora Gámez para la elaboración de su nota.

nota que puedes leer: ¿Qué le darán a cambio a Estados Unidos por regalo de Biden a emprendedores cubanos?

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