La ministra de Comercio Interior, Betsy Rodríguez, afirmó este 22 de diciembre que, hasta tanto no se normalice la importación de alimentos – si es que algún día se normaliza – no se venderá más leche «de dieta» más allá del mes de enero.
En declaraciones publicadas por el portal oficialista Radio Reloj, la funcionaria puntualizó que la medida escapa más allá de las voluntades de ella y de su ministerio, pues dijo que Cuba – un país con casi el 70% de sus tierras cultivables en desuso – depende de la importación de alimentos para abastecer sus mercados. Ergo, alimentar a su población.
La funcionaria aseguró que el país hace incontables esfuerzos para, en medio de la desproducción y sin mencionar la inacción de las fuerzas productivas en el país y las trabas burocráticas, para distribuir a través de la libreta de racionamiento leche «de dieta» dirigida a la población más vulnerable.
“Aseguramos que todos los niños, embarazadas y enfermos recibirán la leche de dieta durante la última decena de diciembre y la primera de enero. Se siguen buscando estrategias para traer los contenedores fuera del país y garantizar este producto durante el resto del mes de enero”, precisó la funcionaria a Radio Reloj.
Cómo un país eminentemente productor de sus alimentos, con una industria ganadera entre las más «robustas» del mundo, pasó a ser un país que no produce, y apenas tiene vacas para cubrir una demanda mínima de leche, es algo que la ministra no explicó. Como tampoco explicó que, en las tiendas en Moneda Libremente Convertible si hay leche, importada, porque es mejor importarla – súmese viajes, viáticos y dinero pagado por debajo de la manga a los compradores del MINCEX – que ceder en disposiciones ministeriales o gubernamentales y permitir la inversión privada, extranjera o del patio, en el ramo.
Cuba importa más del 60% de los alimentos que consume, según informes presentados por los propios organismos del Estado.
La mentalidad importadora de su gobierno, sumada al decrecimiento y envejecimiento poblacional inciden también en la absoluta falta de interés de sus habitantes en producir alimentos.
El estado, ni siquiera contribuye con préstamos a esta labor. Por si fuera poco, demora meses, a veces años, los pagos a los productores de alimentos. No pocos de ellos han cambiado de actividad; la mayoría prefiere «esconder» parte de la producción contratada y venderla directamente a privados que la pagan al contado y en el momento.
Súmese a eso la sequía, la falta de piensos para el ganado y de medicinas para curar enfermedades como la garrapata. El estado no garantiza nada, y los productores prefieren convertir la leche en queso y yogurt, que incluso le da más rédito.
El gobierno ha impulsado como medida desesperada el pago de 20 CUP por cada litro a los ganaderos, subvencionando así sus ventas a la población por la libreta, y ni siquiera así ha logrado sortear la crisis.
El anuncio de que a partir de enero no habrá más leche «de dieta» es la confirmación de que sus medidas no funcionan, y que tal vez se deba volver al origen de todo. A una Cuba productora de alimentos y de poderosa industria ganadera.
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