La Seguridad del Estado cubana citó a Josué Forcelledo, un joven de 23 años que causó revuelo al disfrazarse de militar nazi durante una fiesta de Halloween en el Centro Cultural Maxim Rock de La Habana, reveló el medio Cubanet Noticias.
El incidente, que fue ampliamente cubierto por medios independientes, llevó al Instituto Cubano de la Música (ICM) a cerrar el centro cultural, citando «la evidencia de la incapacidad de la institución cultural para preverlo».
El ICM, en un comunicado oficial, expresó su rechazo al incidente, calificándolo como una «violación de las directivas para la programación cultural» y un atentado contra los principios del proyecto social cubano. El hecho también fue condenado por figuras públicas como Mariela Castro, quien apoyó la decisión de cerrar el centro cultural.
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Forcelledo relató que durante el interrogatorio, que tuvo lugar en la estación de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) de Güines, provincia de Mayabeque, se le preguntó sobre el origen de su disfraz. Los oficiales estaban bajo la impresión de que se trataba de un uniforme original de la Alemania nazi.
Sin embargo, el joven aclaró que había confeccionado el disfraz con su propia ropa.
A pesar de la controversia, Forcelledo sostiene que no cometió ningún delito. Sin embargo, se mostró reacio a dar más detalles sobre el interrogatorio o las razones detrás de su elección de disfraz. Lo único que compartió fue que los oficiales le advirtieron no hablar sobre el interrogatorio, ya que era un asunto oficial.
El cierre del centro cultural Maxim Rock tras este acontecimiento ofendió y muchísimo a cientos – tal vez miles – de cubanos.
El incidente ha reavivado el debate sobre la libertad de expresión y la influencia de la cultura extranjera en Cuba, con muchos cuestionando las medidas tomadas por las autoridades y otros defendiendo la necesidad de proteger los valores y principios del país.
El periodista cubano especializado en temas culturales, Michel Hernández, analizó en un valiosísimo post en su perfil de Facebook, el cierre temporal del Centro Cultural Maxim Rock en La Habana, tras el incidente en una fiesta de disfraces por Halloween donde el joven Forcelledo se disfrazó de militar nazi.
En su escrito, Hernández argumenta que el cierre es una medida apresurada y poco sensata, ya que no aborda las causas subyacentes del problema. Se señala que una parte significativa de la juventud cubana carece de anclajes culturales y de vida debido a la crisis económica, la incapacidad de las instituciones para ofrecer símbolos culturales relevantes, y la migración masiva de profesionales cualificados.
El texto recuerda el cierre del Patio de María, un refugio para la escena rockera cubana, bajo la excusa de consumo de drogas, y cómo este tipo de decisiones afecta negativamente a la cultura y a los espacios de expresión. Se menciona que el Maxim ha intentado mantener viva la tradición del rock en Cuba, a pesar de los desafíos, incluyendo la recuperación de uno de sus miembros fundamentales tras un asalto.
El autor critica la referencia a la «colonización cultural» en el comunicado sobre el cierre del Maxim, señalando la ironía de esta acusación en un contexto cubano donde ya existen clases sociales diferenciadas con códigos culturales propios.
Se destaca que el Maxim es uno de los pocos lugares en Cuba que simboliza una cultura de resistencia, acogiendo bandas de metal con un carácter antifascista. Además, se sugiere que la investigación del incidente podría revelar problemas más profundos, como los retrasos en los pagos a los músicos, afectando no solo al rock y metal, sino a toda la escena musical cubana.
El texto concluye sugiriendo que el cierre del Maxim no es la solución y que se deben abordar las causas reales detrás de tales incidentes.