Leche en Matanzas se corta y cargan la culpa dos trabajadores

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Las respuestas dadas por el Director de la Empresa de Productos Lácteos son dignas de un «Manual para eludir responsabilidades en el Socialismo cubano»

¿El chófer? Sí, el chófer. Lo sucedido en la provincia de Matanzas con un cargamento de leche que fue distribuido entre la población con larvas y gérmenes demuestra que en el momento de encontrar las culpas, los cuadros y directivos saben a quiénes darle el janazo correspondiente, y nunca -esto es una máxima socialista cubensis- reconocerán sus errores, pues es ley de la vida que el pez grande se come al chiquito; o que la soga suele reventarse por el lado más débil. O que, si hay un tarro, ¡el culpable es el sofá!

Parece risible, pero no. El asunto de esta leche que fue distribuida entre parte de la población de Matanzas generó tanto ruido que el olor a «cortado» motivó toda una investigación donde, ¡oh milagro santo!, ningún funcionario cogió siquiera un rasponazo por su mal trabajo, y fueron los pequeños corderos sacrificables de siempre los que cargaron con la culpa. Entre ellos un chófer.

Cualquier hubiese pensado que el chófer se bañó dentro de la pipa o abrió la tapa… pero no. Eso sí, como es el más débil eslabón en el análisis, fue el más fácil de sacrificar por los verdaderos responsables. En un país normal, no en el Macondo que es Cuba, hasta el director de la fábrica hubiese solicitado la baja. En Cuba no, en Cuba se exprime el limón a ver qué semillita salta primero.

Pero, ¿qué fue lo que sucedió?

Que el vivo vive del bobo. Y en este caso el vivo es el ingeniero Heriberto Estévez Rodríguez, director de la Empresa de Productos Lácteos.

“(…) el principal afectado es nuestro pueblo”, afirmó Estévez Rodríguez ante el diario oficialista Girón, y quizás hasta aludía a sí mismo, sin saberlo, porque está claro que el pueblo de Matanzas se afecta con dirigentes que eluden toda responsabilidad ante un problema. Y en eso, Cuba es fértil. Da igual si se trata de el Director de Recursos Hidráulicos de Sancti Spíritus, o el de Cienfuegos; o un funcionario de la Empresa Eléctrica. Si el agua llega a las casas sucias, o se queman los equipos electrodómesticos en un hogar, los dirigentes serán siempre hábiles en culpar a los más desvalidos; y en quitarse las culpas de encima.

Lo sucedido con la leche en Matanzas

Sin dudas eso ha hecho Estévez Rodríguez, director de la Empresa de Productos Lácteos, que ha preferido sancionar a las cabezas más visibles de un problema sin tener en cuenta que la ineficiencia y el mal trabajo, tienen siempre razones más poderosas. Y funcionarios que no salen de sus oficinas.

Sucedió en Matanzas. Varios trabajadores de la Empresa de Productos Lácteos de Matanzas fueron sancionados por su responsabilidad en unos hechos que fueron denunciados el 27 de agosto por el Periódico Girón: la presencia de larvas y gusanos en la leche para niños que el Estado cubano vendió en bodegas de barrios de Matanzas.

Viendo sus barbas arder, el director general de la empresa envió una carta al medio donde destacó acciones emprendidas por sus directivos -oh, salvadores de lo mal hecho ahora que el daño ha sido hecho- para intentar “minimizar los daños ocasionados” y donde se determinó quiénes fueron los responsables de que dentro del camión de la leche se detectaran larvas y gérmenes.

Revela este jerifalte en su misiva que la conclusión determinó que los responsables fueron la técnica en Análisis de los Alimentos, Martina Manso Carbo; y el chófer del camión, Fidel Álvarez Siska, de trece años de trabajo en la Empresa, por no realizar las «verificaciones correspondientes”.

Hubo también otros responsables, con menor grado de participación, pero el hecho de que ambos -Martina y Fidel- hayan sido despedidos de la empresa revela cierto «nivel» en la culpabilidad, que en el caso de la técnica en análisis de los alimentos se entiende, pero en el caso del chófer no.

A ello alude el chófer al hablar de esa verificación interna hecha por la empresa.

Su responsabilidad, explica Estévez Rodríguez, está dada por el hecho de que «en el proceso de investigación realizado por nuestros especialistas y técnicos de la Policía Técnica se pudo determinar… que ciertamente la falta de higiene en el carro termo era el principal catalizador de la contaminación del producto”.

Pero, ¿es responsable el chófer del camión de esto?

Álvarez Siska da su versión de los hechos en el reportaje realizado por el Periódico Girón. La investigación encontró que hubo tres eslabones dentro del proceso que resultaron ser determinantes en la descomposición del alimento: El equipo de limpiadores de la UEB, el laboratorio que certifica la calidad de la leche y el chófer que la distribuía en una pipa.

¿Qué tiene que ver aquí el chófer? Él mismo lo explica: “Yo dejé la pipa allí para que la fregaran. Esa no es mi función como chofer, yo solo soy distribuidor. Lo mío es llegar, cargar la leche, ir al laboratorio y que los compañeros dictaminen la calidad. Si resulta que no fregaste bien, y luego el laboratorio no chequea ¿De quién es el problema? Se violaron muchas cosas”.

El medio puso luego delante del director de la Empresa las palabras de Álvarez Siska, y de la respuesta del Director de la Empresa puede sacarse un buen guión del funcionario socialista.

“Las declaraciones de Álvarez Siska se encuentran alejadas de la realidad, plagadas de indiferencia y con un alto grado de irresponsabilidad”, señaló al medio el ingeniero Estévez Rodríguez, quien jamás se consideró, ni por asomo, responsable de lo sucedido. Para él, la explicación del chófer con relación al asunto, donde eludía sus responsabilidades y emplazaba a otros compañeros, «dista mucho de la ética que debe tener todo trabajador en nuestro sistema socialista”.

“Manifestaciones como la de Álvarez Siska atentan contra el prestigio de la entidad y el desempeño que día a día realizan cuadros y otros trabajadores, para poder llevar adelante la difícil tarea de producir alimentos para la población”.

Por más que me lo expliquen, en la retórica de ese director de Empresa se nota cierto tufo a magnate que se resiste a que lo señalen con el dedo en un asunto en el que nunca, siquiera, pidió disculpas.

Al final se resume en 2 mil 500 litros de leche perdidos. 19 mil pesos. Y curiosamente, al parecer, esta fue la primera ocasión en que sucedió.

¿O la primera en que fue denunciado? ¿O la primera en que llegó a oídos del periódico? ¿Cuántas más veces habrá sucedido? ¿Que no se lavó bien el carro termal?

Cualquier cubano pudiera responder estas interrogantes, pues cada cubano ha sido durante algún momento de su vida testigo de temas relacionados con la higiene de los alimentos.

¿Cuántos directivos de Empresas de Alimentos han visto en pisos de bodegas los sacos de arroz apilados unos sobre otros? ¿O los huesos, de la llamada ternilla, en las carnicerías, sobre el suelo grasiento y sangriento? Todos lo han visto. Administradores y bodegueros. Todos han pasado de largo.

Han pasado de largo como seguramente ha pasado de largo durante muchas veces el director de la Empresa de Productos Lácteos de Matanzas, a situaciones que competen su actuar, pero él ha sido de los que se ha hecho de la vista gorda.

Ahora alega que jamás se ha tenido «algún otro precedente de esta naturaleza” en la empresa, pero cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta que el culpable de esa leche cortada en Matanzas no fue el chófer, sino la desorganización. Y en eso, el máximo responsable es…

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