Díaz-Canel busca recuperar confianza y recoge una vieja pala

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Díaz-Canel parece haber reconocido que la juventud «no se siente dentro», y busca recuperar lo que la élite del poder dejó de fomentar.

La verdad sea dicha: Díaz-Canel intenta a toda costa recuperar la confianza del pueblo cubano, olvidado y marginado durante años por la élite del poder, y se acordó de su época en la cual, confiado en el futuro luminoso, y en la que los dirigentes eran quienes debían dar el ejemplo, agarraba un pico o una pala; un machete o una mocha, y se iba a una obra del MICONS o a un campo agrícola.

Esa, «la época buena de Díaz-Canel», la que le ganó no pocos adeptos dentro de sus coterráneos, jóvenes figuras dentro de la clase dirigente, del PCC, la UJC, la FEEM, la FEU, y toda la caterva de organizaciones existentes y creadas para entretener a los soñadores, parecía ya olvidada. Al final, Díaz-Canel parece haberse convertido en lo mismo que – dicen – en un inicio él criticó y combatió: los dirigentes acomodados.

Ahora, reapareció en un organopónico, dando pala, «al pasito», porque ya no tiene ni 25 ni 30, y los huesos y la barriga que ha adquirido le imponen otro ritmo.

No hay dudas de que Díaz-Canel quiere que este tiempo vuelva a ser como aquellos, pero los jóvenes de hoy no creen en cuentos chinos ni de hadas; no aspiran a construir nada, sino a tener. Y la vía más segura para «tener» no es precisamente la de dar pico y pala, sino la de largarse del país. Es lo que les han enseñado sus ojos, en la realidad, viendo a sus padres y abuelos, gente que lo sacrificó todo por un proyecto de país que nunca fue, y que ahora, no tienen, ni les dejaron nada.

Por supuesto, siempre habrá alguien que le siga, obligado o ilusionado, y los medios cubanos oficialistas estarán siempre allí para dar su versión y magnificar la presencia del alto dirigente en una cuestión en la que, si somos sinceros, no se involucra ningún mandatario. Ni siquiera Maduro en Venezuela. Mucho menos Ortega en Nicaragua.

Más que recoger aquella pala de la que hace 40 y 30 años hizo gala, si el «puesto a dedo» aspira a recuperar confianza en su puesto, mientras intenta calmar el ánimo revoltoso – ya no revolucionario – de los cubanos, dándoles un módulo de alimentos – arroz, pasta, sardinas, aceite, en algunos lugares de La Habana – bien que pudiera ponerse a analizar qué falla, dentro del sistema, sacó a los cubanos para las calles el 11 de Julio.

Por lo pronto, y como quiera que Díaz-Canel nunca descubrirá que el fallo está en el sistema mismo, intenta fomentar «el ejemplo» entre la masa dirigente de volver ponerse en «contacto con el pueblo».

Tal vez por eso el otro día, Díaz-Canel mandó a Abel Prieto y a toda su cohorte a involucrarse más en los barrios. Todavía no se sabe en qué parará eso, y dudan muchos de que Prieto se involucre en la marginalidad que él, desde su púlpito de blanco elitista y racista, critica. Pero Díaz-Canel le tiene afecto, aunque nunca vea al pelú ex hippie con un pico o una pala en la mano, porque si hay gente «majá» allá arriba, de esas que no doblan el lomo ni para acordonarse un zapato, Abel Prieto es el ejemplo más fiel.

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