¿Podría un cubano comer «encuero» y entre extraños desnudos? 

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Una tendencia gastronómica que causa furor en Estados Unidos entre los adeptos al naturismo es The Füde Dinner Experience, un íntimo evento gastronómico que reúne a 25 comensales alrededor de una mesa, completamente desnudos y desconocidos entre sí. La propuesta de la modelo Charlie Ann Max es interesante y provocadora, pero… ¿apta para cubanos? 

Quizás sí… Tal vez los cubanos tengamos más mente abierta de lo que sospechamos, y podamos ir a una cena así sin caer en el sacrosanto choteo o el relajo, ni siquiera con orden. Pero algo me dice que no, que no tenemos la tabla suficiente para estas experiencias holísticas, con todo y sus excepciones.

No obstante, la idea es muy interesante: que el acto de comer, incluso de manera social, vaya más allá de la satisfacción inmediata, o la saciedad, y que se pueda apreciar cada bocado de manera conciente, y que saborearlo conecte cuerpo y alma, sintiendo placer y bienestar…

Eso, no obstante, parece algo difícil de conseguir en Cuba, donde uno come lo que consigue y no lo que quiere, tiene que cocinarlo pensando en que rinda, en un entorno marcado por el estrés constante del apagón esperado o repentino, y sabiendo que los productos no son los mejores, sino los más asequibles. Comer, en otras palabras, más que un bálsamo es un tormento…

Nada que ver con la idea de la buena de Charlie Ann, que hace años abrazó el nudismo para romper con la tóxica tiranía de la perfección corporal. «Practicar nudismo me ayudó mucho a aceptarme como soy. Y pronto descubrí que la unión de los alimentos de origen vegetal, el arte y la desnudez era una combinación potente para encontrarse a uno mismo y quererse», ha dicho.

Así, la también artista de 29 años comenzó a hacer este tipo de cenas encuera en Los Angeles, y luego las llevó a New York. Ella define su propuesta como «un espacio liberador donde celebrar nuestro más puro ‘yo’ a través de la cocina vegana, el arte, el nudismo y el amor hacia uno mismo».

Sus cenas duran de cuatro a cinco horas, y consisten en tres platos a base de comida vegana y bebidas, elaborados por la propia Charlie Ann. Antes de ir a la mesa, ya desnudos, los 25 comensales -elegidos en un riguroso casting previo, para evitar gente “puesta pal daño”- realizan danzas para estimular los sentidos, sesiones de meditación y aprenden alguna que otra forma de expresión artística.

Luego viene la cena, cada una inspirada en una temática puntual. Por ejemplo, hace un tiempo Charlie Ann hizo una “basada en el amor propio y las propiedades curativas/medicinales de la rosa, en la que colaboraron una experta en herbolaria y otra en ejercicios de respiración, por lo que todas las recetas las fusionamos en pétalos de rosa”. Y todo eso, por 88 dólares…

En honor a la verdad, en el restaurante del Botánico de La Habana se comían pétalos de marpacífico, y salían más baratos, y sin tener que ver “cuerpas” ajenas. Pero bueno, entonces no estábamos listos para esta conversación… ¿lo estamos ahora?

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