La OEA, Díaz-Canel y el Mayor Abel

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El mandatario cubano Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez anda dando patadas de ahogado al enterarse que la Organización de Estados Americanos (OEA) tenía previsto reunirse este miércoles para tratar el tema de la represión en Cuba. Dice que se trata de una estrategia orquestada por EE.UU. en contra de su (des)gobierno, como si no sobraran los testimonios que avalasen la reunión de la OEA.

Pero el encuentro fue postergado temporalmente, y por más que Díaz-Canel la rechace -y también la rechace su perrito faldero y mentiroso de Bruno Rodríguez Parrilla- tan solo el caso de la adolescente Gabriela Zequeira bastaría para enjuiciar y desenmascarar la podredumbre dentro del sistema represivo cubano.

Por más que Díaz-Canel patalee, y Bruno ladre detrás, ahí está el testimonio de esta joven de 17 años que asegura haber sido violentada sexualmente en la cárcel.

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Ni Díaz-Canel ni ninguno de sus acólitos ha dicho nada al respecto. Los medios oficialistas callan, arremeten ahora contra una organización que se ha ganado alguna que otra vez merecidamente una trompetilla, pero que ahora ve preocupante que el bastión comunista se resquebraje. Sobre todo, cometiendo una serie de delitos en contra de los derechos humanos. Pedirle a una adolescente de 17 años que se meta las manos en la vagina, amenazarla con «un negro con tremenda mandarria» que lo meterán en un «pabellón con ella», es más que suficiente para que se reúna la OEA, ya que la FMC, en Cuba, no lo hace. Y ni siquiera condena. Mucho menos el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia

(UNICEF por sus siglas en inglés) obnubilado y aplatanado.

Por mucho que Díaz-Canel califique de “vergonzosa” la convocatoria anunciada por la OEA, y muestre su descontento en las redes sociales, calificando el hecho como otra estrategia de EEUU en contra de su gobierno, ahora mismo lo que Díaz-Canel debería hacer es ordenar una investigación inmediata sobre la denuncia hecha por la adolescente cubana.

“El próximo, vergonzoso y anunciado paso del macabro plan contra Cuba es la imposición del Consejo Permanente de la OEA. El desprestigiado ministerio de colonias yanqui es llamado a jugar su triste papel de lacayo”, redactó en su cuenta oficial de Twitter el mandatario cubano, pero a miles de cubanos -como a este redactor- les interesa más el destino de 700 cubanos, detenidos desde el pasado 11 de julio y a los que se les ha privado de varios de sus derechos más elementales; entre ellos: un juicio con todas las garantías legales, que incluye contacto con su abogado.

La mayoría de ellos están «desaparecidos», no porque el gobierno los haya atado a una cuerda, una piedra, y los haya lanzado en vuelos de la muerte al fondo del mar -tal y como hizo Jorge Rafael Videla durante la dictadura argentina a finales de los años 70-, sino porque les ha negado el contacto con sus familiares.

Díaz-Canel, cual Shakira gubernamental prefiere permanecer ciego, sordo y mudo ante denuncias claras sobre la violación de derechos incluso refrendados por la propia Constitución cubana, suficientes todos para reunir a la OEA, cuyo peso como organización dentro de la región es más que evidente e importante.

Bastaría, repito, que en la reunión de la OEA muestren el video donde la menor cubana relata lo vivido en la cárcel, en el cual denuncia el abuso sexual cometido por este mayor Abel que, lo quiera o no creer Díaz-Canel, no es el único caso de oficial represor, abusador, e intimidador dentro su aparato, para justificar cualquier reunión condenatoria contra quienes gobiernan Cuba de la OEA.

O que se exponga lo ocurrido con Diana, una joven desaparecida durante días hasta que luego de visitar varias estaciones de policía su amiga Lourdes Mederos logró dar con su paradero. Mederos, que es periodista, publicó su peregrinar y angustias en Periodismo de Barrio.

O los cinco años de prisión a los que ha sido condenado el activista Yandier García Labrada -los mismos que pedía el ministerio fiscal- por el «delito» de protestar en una cola.

La reunión iba a contar con Antonia Urrejola, presidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Edgar Stuardo Ralón, relator de la CIDH para Cuba, y Pedro Vaca, relator especial de la CIDH para la Libertad de Expresión, y por más que le pese y duela a Bruno «Pinocho» Rodríguez, allí estará el día que finalmente tenga lugar la reunión de la OEA, el triste relato y el nombre del mayor Abel para echarle tierra y ponerle lápida a toda la caterva de mentiras que durante años ha propagado el régimen cubano, que se vende como el más limpio en materia de derechos humanos en toda la región americana.

«Lo que les molesta -dice un amigo en Madrid- es que saben que en la OEA no podrán repartir langosta y picadillo para calmar a Almagro».

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