Las calles de La Habana son su escenario. Y la terraza de su bar. Y la sala de la casa. Y los edificios en ruinas. Y el muro del Malecón. Y la orilla del mar. Y cualquier rinconcito en el campo. Lía Rodríguez baila, “sin exagerar”, todos los días. Lo hace desde que estaba en el vientre de su mamá. No se concibe sin hacerlo.
Para La Lía de Cuba, el baile ha sido la mejor manera de canalizar su desbordante energía, aunque no la única. Desde que era una niña, su madre lidió con su intranquilidad metiéndola a clases de gimnasia rítmica y después, de ballet y de danza. Las rutinas de Rebeca Martínez haciendo aeróbicos en televisión le gustaban más que los muñequitos.
Así descubrió que lo suyo era ser bailarina mucho antes de matricularse en la Escuela Nacional de Arte o de integrar la prestigiosa compañía Danza Contemporánea de Cuba. Antes de mudar sus pistas de baile a París, Sidney, o Dubai. Antes de tener un extenso público, que adora su picardía y su ímpetu.
Si algo está claro es que esta influencer es de todo menos común. Por eso se casó con su esposo, el productor y editor Camilo Fernández, debajo del agua; lleva permanentemente los labios pintados de color rojo; y su cara es la más exacta definición del desenfado.
Lía, que encandiló al mismísimo cantante puertorriqueño Marc Anthony con su coreografía de Parecen viernes, bromea con que, si hay algo que no le puede faltar a una bailarina, es un speaker. O sea, que lo único que necesita para inspirarse es música.
Conocida en el mundo artístico como The Cuban Insider, a Lía le fascinan las cámaras y el contacto con la naturaleza en todas sus formas, sobre todo el senderismo de las montañas. También el deporte y el yoga combinan con su hiperactividad.
La también empresaria, que apuesta fuertemente por impulsar el turismo ecológico, está detrás de la siembra de más de un centenar de árboles en Soroa, en la provincia de Artemisa. Allí, frente a una montaña y un río, está construyendo una casa completamente de madera y espera tener su propio semillero pronto.
Según explica a Cuballama esta incansable creadora, una coreografía siempre “conlleva un reto” y “un trabajo de mesa cuando se trata de algo complejo”. Al hacerlas, dice, “convierto la inspiración en movimientos”, incluso cuando improvisa, que es algo que ella hace mucho y que “te marca como artista”.
Influir positivamente desde Cuba
Con más de 40 mil seguidores en Instagram, casi 17 mil en YouTube y unos 10 en Facebook, lo que más disfruta Lía, “entre tanto ruido a nuestro alrededor”, es “compartir contenido divertido y refrescante”. Piensa que la actualidad es tan “complicada”, que es importante que los influencers, más si son artistas, transmitan mensajes positivos.
Lía, que orgullosamente se autodefine como una embajadora de Cuba, asegura que siempre lleva ese pedazo del Caribe, “por dentro y por fuera”, donde quiera que se encuentre. “De los cubanos siempre se espera alegría, danza, fiesta, música”, y eso es muy “natural en mí”.
Ella es una mujer bonita, pero no cree en prototipos. Lo que sí sabe es que la belleza de las cubanas es “el resultado de la mezcla de genes africanos, asiáticos y europeos” que existe en su “maravillosa isla”. Pero también le consta que son “valientes, románticas, independientes y, al mismo tiempo, muy familiares”.
En los últimos años, Lía ha enfocado su trabajo creativo en Instagram porque la considera la mejor plataforma para compartir contenidos de “manera fácil y rápida” y tener mucho alcance. “La mayoría de los jóvenes cubanos y una buena parte del mundo la utilizan”. Recuerda que esta red tiene más de 1.200 millones de usuarios activos a nivel global.
Si bien muchos de sus seguidores viven en el extranjero, la mayoría son usuarios que residen en Cuba. En su opinión, el hecho de que en su país haya en estos momentos más de 7.5 millones de líneas celulares, hace mayor la posibilidad de que la conozcan.
“Las redes sociales no tienen fronteras”, afirma antes de agradecer que la hayan hecho visible para millones de personas y que le hayan permitido estar en contacto con coreógrafos, bailarines y otras figuras internacionales, porque antes dependía de una presentación en algún teatro o en una transmisión televisiva para que se supiera quién es.
Al principio, el difícil acceso a internet y la inestabilidad de la conexión en la isla fueron un obstáculo para desarrollarse como influencer, sobre todo por la poca cantidad de usuarios que tenía un teléfono móvil, pero “ahora es diferente”.
Lo que sí le pasa todavía a menudo es que las canciones que necesita para acompañar sus coreografías no se encuentran disponibles para Cuba. En esos casos, confiesa Lía con una sonrisa, siempre la solución es acudir a una red privada virtual, más conocida como VPN, por sus siglas en inglés.
Como asume con responsabilidad el hecho de ser influencer, Lía entiende la importancia de hacer “una buena selección de contenidos”. “El peligro de enviar un mensaje en la dirección equivocada siempre está presente y eso se traduce en ganar o perder seguidores”, destaca esta cubana que quiere que su perfil la muestre “en todas mis faces” y que sea “una dosis de alegría”.
La vuelta a casa
Aunque su desempeño fuera de Cuba le ha aportado mucho como profesional de la danza, no olvida que sus raíces están en un barrio de la periferia habanera llamado La Lira. Siempre ha tenido un espacio para regresar a reencontrarse con su familia y su larga lista de amigos. Siempre vuelve porque “amo a mi país y a mi gente”.
Esta talentosa bailarina reconoce que la apertura de su propio bar era un viejo sueño que pudo hacer realidad y es algo que “me ata aún más a Cuba”. Ubicado en la calle Marina en Centro Habana, a escasos metros del Malecón, El Bleco, que es “como todos lo conocen”, “más que un negocio” es “un lugar de disfrute que me da la oportunidad de conocer y de conectar con mucha gente, de encontrarme con nuevos y con viejos amigos”.
Con la espontaneidad como bandera, Lía vive en un viaje en el presente. Un viaje en el que “el arte no tiene fin” y le ofrece “cada día motivos suficientes” para crear. Abierta a la libertad de las nuevas posibilidades, The Cuban Insider no detiene su búsqueda como artista ni deja de bailar como si nadie la estuviera viendo.