“La batalla contra la variante hormigón se gana con disciplina, pero también con moral y firmeza revolucionaria #CubaVive”, tutiteó la cuenta oficial del mandatario Miguel Díaz-Canel Bermúdez, incurriendo en un error de corrección ortográfica que confundió “ómicron”, una palabra aun rara para los inteligencias artificiales de las redes sociales, con “hormigón”, más clásica y común.
El tuit fue borrado al poco tiempo por la o las personas encargadas de la cuenta del mandatario cubano, pero el medio independiente “Ay qué muela” logró hacer una captura de pantalla que se difundió en las redes.
La anulación del tuit fue la solución, en vez de sencillamente rectificar la palabra, dado que el resto del discurso es perfectamente afín con la agenda ideológica oficial.
La confusión de hormigón por ómicron es el más reciente de muchos errores o tuit fallidos de la cuenta de Díaz-Canel, antecedida más inmediatamente por la foto que publicara agarrando la mano del cantautor Amaury Pérez con motivo del cumpleaños de este último.
Una vez que fuera motivo de burlas abiertamente homofóbicas, los encargados de la cuenta sustituyeron la foto, en vez de aprovechar para establecer una polémica sobre la diversidad sexual. Previamente, una foto de mujeres de aspecto escandinavo complementó un tuit sobre el Día de las Madres, y fue muy criticado por no ser representativo del aspecto real de la mujer cubana.
La cuenta de Twitter de Díaz-Canel se ha caracterizado por errores inmediatamente señalados, parodiados y atacados por numerosos usuarios, y también por el absoluto silencio que este guarda respecto a las polémicas y hasta respecto a los elogios y muestras de apoyo que usuarios partidarios del gobierno patentizan.
La oficina de prensa del gobierno cubano desconoce por completo el carácter dialógico e interactivo de las redes sociales, donde el prestigio se mide por la capacidad de responder y polemizar de los usuarios.
Hace un tiempo el periodista José Raúl Gallego interpeló al gobernante recordándole que las redes no son “murales” políticos como los que habitualmente existen en todos los centros de trabajo estatales cubanos y en escuelas, donde se colocan efemérides, noticias patrióticas y algunas informaciones de interés.
Los murales resultan, precisamente, todo lo contrario de estas inmóviles plataformas, analógicas y meramente informativas. Son dinámicas, casi frenéticas, y buscan la colisión directa de los criterios. Y la solidez y coherencia de un gobernante en gran medida se mide por su capacidad de diálogo con el pueblo que técnicamente representa.
