Según se comenta entre expertos que analizan el tema del juicio al gobierno cubano en Londres por préstamos bancarios europeos otorgados a Cuba a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980, cuando Fidel Castro aún gobernaba la isla, la relevancia del mismo no radica sólo en si compete declarar que el Fondo de Recuperación de Cuba, CRF1 es acreedor légitimo de la deuda cubana por valor de más de $ 1 mil millones en valor nominal, sino que ha puesto a prueba a una jueza en Londres a dirimir asuntos contenidos en los arcanos del derecho de dos naciones distintas.
Hay preguntas que se debaten en la mesa de análisis de la jueza y que bien pudieran ser nombradas como tecnicismos.
Por un lado el cambio de nombre del banco; por el otro, una deuda cubana acumulada en una moneda inexistente.
Pero no solo eso. La jueza tendrá que analizar si eran o no competentes, válidas o no las firmas de los funcionarios bancarios cubanos implicados en la transacción de los préstamos en cuestión, cuando fueron “reasignados” o transferidos a CRF. Cuba argumenta que no.
Incluso, se dirime si «se estampó la documentación con un sello de presión seca o un sello de tinta húmeda y usaron el papel de seguridad azul correcto», otro de los argumentos expuestos por la parte cubana.
Sin embargo, sería interesante que a la jueza le cayeran en la mano los varios discursos de Fidel Castro donde este aseguraba que la deuda – no solo la cubana, sino toda – es impagable y donde aconseja incluso a los países pobres del Tercer Mundo a no pagarla. Una actitud que él, consecuentemente aplicó desde 1986.
Es decir: que más allá de tecnicismos, se cuenta con una declaración de principios, en la que el máximo líder de un país dice que no debería pagarse la deuda; y una posición tomada desde 1986 de no pagarla.
Cuba, sin embargo, ahora, interesada en que la jueza de Londres no le obligue al pago de la deuda cubana esgrime como argumento que, si el tenedor fuera legal, ella pagaría.
Cuba ha insistido en que está dispuesta a hablar con los acreedores «legítimos» sobre el pago de miles de millones de dólares de la deuda externa de la era de Fidel Castro, a pesar de que los tenedores de la deuda cubana – todos – saben que La Habana ha obstruido durante años sus propuestas de negociación.
En aras de ganar tiempo y de lucir como los grandes perjudicados en esta historia, dos ministros cubanos ofrecieron «raras entrevistas» al portal Financial Times, donde expusieron «su voluntad de comprometerse con los acreedores».
“La posición de nuestro país es que reconocemos nuestras deudas legítimas [y] nuestros acreedores legítimos. Nuestra posición es primeramente reconocerlos, ser transparentes, hablar siempre con nuestros acreedores y buscar términos que sean mutuamente favorables para cumplir con estas obligaciones”, dijo el ministro de Justicia, Oscar Manuel Silvera, desde Londres.
El funcionario ahondó en «un acuerdo que La Habana aseguró en 2015 con el Club de París de naciones acreedoras para cancelar más de las tres cuartas partes de la deuda que les debía».
Es precisamente los impagos, el punto clave en toda esta historia. La nación caribeña tiene un larguísimo pedigree no solo como mala acreedora, sino como nación reacia a lograr acuerdos de reestructuración de su deuda; y lograr este paso, es indispensable para que Cuba acceda nuevamente «a los mercados de bonos para ayudar a financiar su economía con escasez de efectivo, luego de una ausencia de décadas.»
Financial Times destaca que «la deuda cubana apenas cotiza en los mercados secundarios debido a la falta de demanda, y las sanciones de Washington contra la isla caribeña impiden que los fondos estadounidenses y los ciudadanos estadounidenses la compren. Cuando comercia, obtiene menos de 10 centavos por dólar.»
“CRF no es nuestro acreedor y nunca lo ha sido porque no adquirieron esta deuda válidamente”, dijo Silvera. “Sostenemos que hubo un caso de corrupción probado en esta área”.
Pero, ¿qué sucedió en Londres?
Sobre eso hablaremos en un próximo artículo.
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