Las conocidas como Tortiolimpiadas se realizaron este domingo en su sede habitual del Parque Montebarreto, en la capital cubana. En su séptima edición, el encuentro deportivo conservó el propósito de visibilizar los derechos de las lesbianas como miembros de la comunidad LGBTI y como plataforma para pedir derechos para todas las personas.
Desde su perfil en Facebook, la activista Lidia Romero Moreno escribió que volvía “el evento más lesbiano de La Habana” y aseguró que el tope deportivo era completamente autogestionado y lo mismo las féminas, como el público en general podrían mostrar sus habilidades en fútbol, voleibol, pelota, carrera de sacos, atletismo, dominó y hasta en pictchonary. “Si nos ponemos creativos jugamos hasta Areito”, sostuvo la organizadora.
En las Tortiolimpiadas pueden participar lesbianas de todas las edades y según las fotos compartidas en redes sociales, algunas mujeres llegaron este domingo con sus parejas o en grupos de amigas, aunque también se vieron algunos muchachos porque la intención no es discriminar por género, ni mucho menos ser exclusivos a una orientación sexual.
Entre los elementos que caracterizan el encuentro son famosos los números de cada participante, inscritos directamente en la piel; así como la lectura del Juramento Tortiolímpico, una tarea que se le otorga a la que fuera declarada en la edición precedente como “Tortillera del año”.
Aunque las Tortiolimpiadas no cuentan hasta ahora con ningún esfuerzo organizativo respaldado por instituciones del estado, desde sus inicios, hace ocho años, fue ideado y tuvo amplio auspicio de la tienda Clandestina, cuyas responsables todavía se ocupan de los trabajos promocionales, la convocatoria y por supuesto la imagen que identifica al torneo.
En Cuba se les llama tortilleras a las lesbianas. Se trata de un calificativo similar al de maricón, usado para denominar a los hombres homosexuales, y como tal soporta una gran carga despectiva. Sin embargo, a estas alturas resulta también un término muy popular y normalizado por las propias mujeres que practican sexo con otras mujeres, quienes ya para nada se sienten ofendidas cuando las llaman de esa manera para intentar repudiar su orientación sexual.
Las personas homosexuales de manera general, ya sean hombres o mujeres, han cargado con el peso de la discriminación social y el rechazo a través de la historia. Aunque desde los últimos años, en Cuba se ha asistido a un proceso mucho más organizado y consciente en busca de la igualdad entre todas las personas, el sesgo de una sociedad profundamente patriarcal y afianzada en fuertes estereotipos no consigue eliminarse de la noche a la mañana.
Como parte del nuevo código de las familias que espera ser aprobado y que ahora mismo se mantiene sometido a debate popular, los miembros de la comunidad LGBTIQ en el país tendrán por fin una ley que los igualará con el resto de las personas heterosexuales, y les permitirá no solo contraer matrimonio legalmente, sino que además les ofrecerá el respaldo para la adopción de sus hijos, una batalla que por mucho tiempo han venido librando.
