La situación de escasez de sal en Cuba, una isla rodeada por el mar, es paradójica y revela profundas ineficiencias y contradicciones. A pesar de tener acceso directo a una fuente natural de sal, Cuba enfrenta una grave escasez de este recurso esencial.
Así lo revelaInés Casal, madre del diseñador y activista cubano Julio Llópiz Casal, en un post publicado en Facebook.
Inés confesó sentirse indignada por el hecho, y no es para menos.
A pesar de su indignación tuvo tiempo para relajarnos con un gracioso chiste que, según ella, le sirve para limpiarse las venas.
El hecho de que, ante la ausencia de la sal en la isla, las Micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) privadas se han visto obligadas a importarla complejiza la situación.
En la isla ya circula «casi de manera oficial» la sal marca Goya, una habitual de los estantes en todos los supermercados de la Florida, especialmente en Sedano´s, Presidente, Navarro y Públix.
Debido a que las empresas estatales dedicadas a la producción de este rubro no logran suplir siquiera la demanda nacional, la gente se ha visto obligada a comer bajito de sal o incluso sin sal, algo que es muy bueno para la salud, sí, pero que en el caso de Cuba – que repetimos, es una isla – no debería estar sucediendo.
Esta situación ha llevado a que una libra de sal se venda a precios exorbitantes; llegando a alcanzar incluso los 530 pesos cubanos (CUP). O lo que es lo mismo: casi dos dólares según el mercado informal de divisas.
La causa de la ausencia de la sal en bodegas y mercados se debe – dice el Ministerio de Comercio Interior de Cuba – al déficit de medios de transporte y problemas con la disponibilidad de combustible para distribuir el producto desde las salinas ubicadas en las costas cubanas.
Según divulgaron recientemente hay 9.500 toneladas de sal que no han podido ser trasladadas desde los lugares de producción para su comercialización.
La ironía de esta situación es evidente: una isla rodeada de mar enfrenta una escasez de un producto que debería ser abundante y accesible.
Este absurdo refleja no solo las dificultades logísticas y de infraestructura, sino también las fallas en la gestión y planificación económica del país. La dependencia de las importaciones para cubrir una necesidad básica, en un contexto donde se debería aprovechar los recursos naturales disponibles, pone de manifiesto las limitaciones del sistema actual y la urgencia de buscar soluciones efectivas y sostenibles.
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