«Nunca perdí la esperanza”, dice piloto cubano tras recibir asilo en EEUU

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Todo sonrisas, pero con cautela, sopesando las palabras que soltó a cuentagotas, el piloto cubano Rubén Martínez Machado habló con la prensa tras salir de la cárcel de inmigración donde pasó los últimos cuatro meses, en Broward, tras llegar a Estados Unidos pilotando una avioneta de fumigación. Recién un juez le concedió asilo político, después que su abogado demostrara un miedo creíble, sensación que, por cierto, no se le quita del todo.

Junto a los abogados que lo representaron, el joven espirituano agradeció todo el apoyo que recibió durante todo el proceso, incluso en los momentos que le fue negada la fianza y sobrevino el miedo a ser deportado a Cuba. “Estoy muy feliz”, dijo Rubén, quien tenía claro qué era lo primero que haría: tomarse una cerveza…

Dejo claro que no tenía nada que decirles a las autoridades en Cuba, entre otras cosas, porque le preocupa que tomen represalias con su familia. De hecho, el testimonio de su hermana ante la Corte fue crucial para demostrar el peligro que corría ante un eventual regreso. Sin dar detalles, Martínez Machado confirmó que su familia fue interrogada, su casa revisada por personas que se llevaron objetos personales y luego los devolvieron.

Para él, la represión desatada tras las protestas antigubernamentales del 11 de julio de 2021 fueron un parteaguas, y, en su opinión, Miguel Díaz-Canel perdió toda credibilidad al mandar a reprimir al pueblo. “Es cruel lo que está pasando en Cuba”, afirmó el joven de 29 años.

Relató que la noche anterior al 21 de octubre de 2022 apenas pudo pegar ojo, preparándose psicológicamente para, al fin, hacer la locura que llevaba varios meses sopesando. Aquel día despegó en la vieja avioneta rusa de fumigación de la empresa ENSA, y partió rumbo a Estados Unidos.

Rubén cuenta que al principio tenía mucho miedo, miraba constantemente a los lados, por miedo a ser perseguido y derribado, pero en determinado momento se dijo: “si me van a tumbar, que me tumben”. Afortunadamente, nada pasó, más allá de los ojos enrojecidos por el salitre pegándole durante tres horas de vuelo, y el temor a que el único motor del viejo AN-2 se rompiera, y cayera al mar en medio de la nada.

En entrevistas anteriores contó que primero enfiló a aguas internacionales y después directo para Estados Unidos, por la costa oeste de la Península de la Florida, para evitar las poblaciones. Finalmente aterrizó en el aeropuerto de Dade-Collier, para estupor de todos. Después vino la cárcel, que nunca se la esperó.

“Uno siempre tiene miedo de que lo puedan devolver, pero nunca perdí la esperanza de que Estados Unidos me iba a acoger, esta es una tierra de libertad”, contó Martínez Machado, cuya salida en libertad coincide con el aniversario 27 del derribo por aviones militares de Cuba de dos avionetas de la organización del exilio Hermanos al Rescate.

Por lo pronto, aparte de tomar cerveza, Rubén planifica irse a Houston, Texas, donde vive su primo, y encontrar un empleo, cualquiera, para comenzar a luchar por su sueño americano.  

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