Un hombre de aspecto demacrado y posiblemente aquejado de una enfermedad mental desanduvo completamente desnudo varias arterias principales del municipio Cerro de La Habana, como la calle Cristina en un ritual o tragedia muy personal que nadie se atrevió a averiguar.
En los videos grabados con teléfonos móviles que circulan por las redes sociales se aprecia como una patrulla pasa muy cerca de esta persona de piel negra y de una edad posible ubicada entre los 30 y los 40 años. O bien los oficiales no repararon en una persona ostensiblemente desnuda, o sencillamente no les pareció importante auxiliar a esta persona de sí misma, ahorrándole la vergüenza de circular desnudo y aturdido en la calle.
Quien filma tampoco parece hacer nada más que observar al hombre, que parece llamar la atención de los transeúntes menos de lo que se esperaría. Pocas cabezas voltean, la mayoría sigue su camino mirando hacia el frente, hacia sus preocupaciones o dilemas particulares.
En algún momento, el hombre desnudo realiza una suerte de sencilla ceremonia con un mazo de hierbas, que procede a colocar en medio de la calle donde circulan varios vehículos sin apenas aminorar la velocidad. Parece luego repetir la rutina cerca de un ómnibus urbano detenido, con el número de serie 5452. Vuelve a agacharse enigmáticamente en el contén de la acera.
¿Demente? ¿Desquiciado? ¿Desesperado? Su andar sin ropas provoca más interrogantes que certezas. La indiferencia de los que lo rodean provoca preocupación, quebrando las usuales concepciones de la amabilidad cubana, de la solidaridad, de la preocupación con el prójimo. La ciudad sigue su vida, desviando sus ojos del “espectáculo” incómodo. Apenas es notado por quienes se cruzan en su camino. O no quieren notarlo.
Sin embargo, los videos que reflejan su periplo gozan de miles de reproducciones, apuntan a una viralización. Quizás hasta aparezcan memes. Todo tras la seguridad de una pantalla, que convierte la realidad en espectáculo. Pero nadie lo miró a la cara ni trató de averiguar sus “por qué” y sus “para qué”.
¿Se escapó de una institución? ¿Huyó de un hogar donde quizás lo mantendrían despojado de toda su ropa para evitar precisamente que saliera a la calle? No son raros estos métodos “caseros” para controlar a las personas con desequilibrios mentales y propensión a la rebeldía.
¿Alguien lo estaría buscando? ¿Aparecerá su foto en próximos días en las redes sociales acompañada de un pedido de auxilio? ¿Alguien atinó a marcar el número 106 de urgencias, para notificar a la policía del suceso y solicitar su presencia para “rescatar” al desnudo de su desnudez inconsciente? ¿De dónde venía y hacia dónde iba? La desnudez, en vez de exponer, engendra mayores misterios.
