¿Dedos o dildos? Monumento en unidad militar cubana genera desconcierto

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¿Alguien me puede explicar qué coño es esto?”, se preguntaba en Twitter el arquitecto cubano Julio Herrera, fundador de 1010 Estudio. La pregunta, entre incrédula y alarmada, venía acompañada de una imagen que hay que mirar más de una vez para entender que “eso” que sale de la tierra, en un redondel frente a la Brigada de Boinas Rojas de La Cabaña, eran dedos de una mano, y no firmes retoños de oscuros… consoladores…

 “La Penestroika”, “Entrada al Sex Shop”, bromearon usuarios en redes sociales ante el monumento de dudoso gusto y difícil interpretación que recibe a los oficiales y reclutas de Prevención, pero que también pueden ver quienes visitan el complejo Morro-Cabaña, ya sea para ver la ceremonia del Cañonazo, o como en cada febrero, para matar el tiempo en la Feria del Libro y, si acaso, comprar algo que leer…

El arte fálico está bien, pero parece poco probable que esa fuera la intención de las Fuerzas Armadas al encargar el monumento…

El monumento se suma al patrimonio “kitsch” de Cuba, pródigo en creaciones de dudoso gusto, o francamente feas, así como artículos de suprema “chealdad”, que muchos ostentan como si de alta cultura se tratase. Ojo, el asunto va más allá de lo polémico que pueda ser un conjunto escultórico, no tanto por su diseño como por los méritos del personaje homenajeado: que exista todo un redondel dedicado al mayor general y expresidente José Miguel Gómez, el “Tiburón” que aplacó a sangre y fuego el alzamiento de los “Independientes de Color” (1912) es prueba de ello.

Hace un tiempo, mucho antes de que Netflix retomara a Merlina y la saga de los Locos Addams, una mano sin cuerpo asomaba en el pedestal dedicado a Salvador Allende en la Avenida de los Presidentes, como si se tratase del fiel “Dedos” de la macabra familia. Aquello era, si acaso, inquietante, pero hay homenajes tan espantosos, que cualquiera dudaría que nacen de la admiración. Pregúntenle si no al doctor Francisco Durán, el epidemiólogo que se volvió un rostro cercano en los días más duros del Covid-19.

Resulta que al director nacional de Higiene y Epidemiología quisieron rendirle homenaje en Las Tunas, que se precia de ser la Capital de la Escultura en Cuba, y el resultado es tan grotesco, que hasta el Ecce Homo de Borja parece arte renacentista en comparación. El “busto” fue encargado a una familia de apellido Morales, de la que no abunda información en Internet, y con razón: su recreación del doctor Durán y el coronavirus SARS-CoV-2, develada en el Motel Los Cocos, le mete miedo al susto, con todo y sus buenas intenciones…

Quizás el buen doctor Durán no lo diga, pero seguro lo pensó: “No me quieran tanto…”

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