Todos los niños cubanos de los años noventa recordarán al levantarse el segmento infantil televisivo de la desaparecida Revista de la Mañana, donde además de transmitirse un animado y enseñar dibujos que se enviaban por correspondencia, aparecía un amable arista que enseñaba destrezas elementales para iniciarse en el arte del dibujo. Era Cecilio Avilés (1944-2022), quién acaba de fallecer a los 77 años en La Habana.
Quizás estas sesiones didácticas fue una de las pocas oportunidades de entonces para que los niños conocieran físicamente al autor de algunos de los personajes de la historieta y la animación que los acompañaban en su cotidianidad: Cecilín y Coti, creados en 1979 para el papel, y cuyas cinco películas animadas parecían cien, de tanto que se transmitían en los segmentos de la televisión dedicada a los niños, incluida la propia Revista de la Mañana.
Dos de los fraseos de estos “muñequitos” marcaron el imaginario cubano hasta ahora, quizás como pocos otros personajes además de Elpidio Valdés. La breve viñeta introductoria del capítulo Los apuros de Coti (Cecilio Avilés, 1980) con el tema de una única estrofa: “Trencito que recorres los caminos, cuéntame las cosas que tu vez”, todavía provoca risas y es muy útil para más de un meme. Y la frase “Las huellas de Coti” de Contra dos pillos, estrenado el mismo año, forma parte igualmente del repositorio activo de referencias humorísticas del cubano contemporáneo.
La labor pedagógica de Avilés no se detuvo en su memorable sección matutina, pues fue autor de varios libros publicados desde los años 80, donde ofrecía también lecciones y métodos más profesionales para aprender a dibujar, sobre todo la cabeza humana, de manera realista, desde el conocimiento de las proporciones, de la gran variedad de rasgos. Aquí destacaba su talento como retratista, algo poco conocido, ya que su trazo más común era muy sencillo y efectivo.
Para la revista Cómicos, extinta publicación de los 80 que contenía gran parte de lo mejor de la historieta cubana de esos momentos, Avilés creó personajes dedicados a los públicos juveniles y con más perspectiva aventurera que humorística: eran la joven fotógrafa Yami y el cimarrón Marabú, de corte histórico, que remitía a la Cuba de los siglos de esclavitud, con terribles rancheadores como los grandes enemigos. Yami era más bien una detective aficionada, que cámara en mano se veía involucrada en casos policiales, con cierta semejanza con algunas de las aventuras de Cecilín y Coti.