Es esa una pregunta que viene a la mente una y otra vez a quienes consumimos actualmente las producciones mayoritariamente audiovisuales que buscan como fin máximo provocar la excitación sexual de los espectadores. Esas que guardamos en las computadoras en carpetas con títulos que buscan despistar sobre su contenido.
La pornografía es algo que todos quieren ver pero casi nadie confiesa que ve. Esa sería la definición moral y social más adecuada para esta manifestación de la sexualidad humana que abarca miles de años y numerosas plataformas comunicativas: desde los bajorrelieves de la antigüedad hasta el audiovisual contemporáneo, pasando por la literatura, la pintura, la fotografía, el grabado, la historieta, la animación, y el cine de “acción real” en sus numerosos formatos de celuloide, cinta magnética (video analógico) y video digital distribuido tanto en plataformas online como en soportes de conexión USB (memorias flash y discos duros).
En Cuba, como muchas cosas, la pornografía es algo de lo que se habla en voz baja, se distribuye en las sombras, y se fotografía y filma en secreto. Desde hace décadas, su creación y su consumo son castigados por la ley con penas de varios años y multas cuantiosas.
Tómese en cuenta que es (y será) el tópico más “consultado” en toda la internet, por encima de todos los demás juntos. Todos, o casi todos, estamos potencialmente presos. ¿Pues quién no ha consumido una película pornográfica, un “pellejo”, como se solía apodar para disimularla? ¿Quién no ha guardado como un tesoro una revista pornográfica, con esplendorosos cuerpos desnudos de hombres y mujeres, para luego mostrarla a las amistades que la devoraban con ojos asombrados y envidiosos? Penthouse, Hustler, y mil títulos más de las conocidas como películas para adultos. Muchos ni se conocían con exactitud, pues las carátulas eran las primeras en desaparecer, de tanto manoseo y traspaso.
Lo mismo para los casetes de video VHS, que hace apenas par de décadas se alquilaban en secreto en los “bancos” particulares, con numerosas películas reunidas en la máxima compresión posible aunque se resintiera la calidad de la imagen hasta extremos imposibles.
A la vez que la distribución de pornografía internacional, los censores legales cubanos del sexo proscriben la realización de pornografía criolla, de la cual ya hay cantidades apreciables, aunque las calidades se mantengan en las categorías de “amateur” o “casero”. O sea, sin mucha elaboración, aunque en muchas películas se ven algunas intenciones de una puesta en escena que emule con la pornografía profesional de Bang Bros., Brazzers y otras compañías.
La porno cubana está grabada con lo que se puede. Las primeras con camaritas fotográficas de 1 o 2 mega píxels con opciones muy limitadas de video, y celulares “de teclitas” y pésimas calidades de los lentes. Las fotos fijas quedaban mejor pues se utilizaban a veces cámaras fotográficas profesionales que lograban mejores resultados.
De hecho el primer “escándalo” de la pornografía cubana fue cuando numerosos alumnos de la entonces recién fundada Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI) comenzaron a circular innumerables fotos de estudiantes desnudas o en pleno acto sexual. Corrían los años 2007, 2008. Las fotos aún existen y muchos las conservan en sus archivos.
Luego, mientras más acceso tenían los cubanos a estos dispositivos de grabación, más aparecían videos y fotos. Desde películas de pocos minutos hasta largometrajes, mayormente de mujeres con hombres, de mujeres con mujeres y de orgías de variable número. No demoró mucho en aparecer la porno gay y bisexual, para satisfacer un espectro de gusto y curiosidad mayor.
La ley prohíbe y lo prohibido tiene cada vez mejor sabor. La pornografía es una tendencia global de la cual Cuba no puede ser ajena, y la pornografía prevalece aunque se haga hasta lo imposible por prohibirla.
¿Por qué en Cuba está prohibida la pornografía? Vuelve la pregunta una y otra vez. Quizás por lo mismo que ser homosexual estuvo sancionado por la ley hasta no hace mucho, por no responder a los cánones del “hombre nuevo revolucionario” que Fidel Castro y su gobierno buscaron construir sin mucho éxito.
