¿A qué le temen los hombres cubanos en el sexo?

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La fama sexual de los hombres cubanos es muy conocida. Y una parte de ese crédito lo tienen estándares cotidianos y la voluntad del hombre cubano por ser a toda costa, el mejor en la cama.

A los hombres cubanos se les suele enseñar desde la casa, además de que el macho no llora, que este, por demás, deberá ofrecer una buena impresión durante el coito y para eso tendrá que ser siempre muy fogoso.

Estas formas de relacionarse sexualmente la agradecen sus parejas, evidentemente, pero también los impulsa a ellos a establecer la mayoría de las veces ciertos tipos de competiciones no declaradas, en las cuales siempre que se reúnan un par de hombres tendrán temas de conversación sobre temas banales como el tamaño, la eyaculación, la cantidad de parejas y el éxito de sus encuentros sexuales.

Aunque no sea posible generalizar y ciertamente un porciento del género masculino tal vez no se identifique con esta naturaleza, el hombre cubano sexualmente activo, aún más el heterosexual, es por naturaleza autosuficiente en lo que a sexo se refiere.

No obstante, existen miedos ocultos que todos comparten y raras veces mencionan. El cáncer de próstata en Cuba, por ejemplo, es la segunda causa de muerte entre el sexo masculino y aunque es tratable y muchas veces prevenible, la gran mayoría de los hombres le teme a los trastornos de disfunción eréctil que suelen acompañar este tipo de padecimientos.

Asimismo, una causa frecuente de burlas y malos chistes es el diagnóstico mediante el tacto rectal, algo que supone tabú declarado para los heterosexuales y que llegan a considerarlo hasta una ofensa.

Para un gran número de hombres heterosexuales, ya no solo cubanos, cualquier tipo de contacto anal es mal recibido. Y no digamos únicamente médico, sino también sexual. El llamado beso negro y la estimulación del ano con los dedos o con objetos creados para el placer son para muchos, señales de alerta y motivos de negación total.

No obstante, para el bien de otros, y hasta para el goce de las mujeres, algunos hombres sí han dado vía libre y desprejuiciada a su sexualidad. Aunque no sin temores, la estimulación anal en hombres heterosexuales ha supuesto descubrimiento de nuevas zonas erógenas e incluso ha llegado a despertar pasiones olvidadas en parejas con años acumulados de relación.

Por temores y efectos homofóbicos, incluso por temor a lo que puedan llegar a pensar sus parejas, existen personas que no explotan el llamado punto G masculino, ubicado entre los testículos y el ano, y que puede llegar a propiciar efectos magníficos de excitación. 

Mientras unos temen y se dejan llevar por el prejuicio personal, otros lo logran desvanecer con el tiempo y quizás al principio no se permitan el uso de juguetes sexuales, y se limitan a la estimulación mediante otros métodos corporales; y luego dejan que sus parejas agoten la imaginación, haciendo de las molestias un placer muy íntimo. Estos últimos, suelen ser más felices y en la practican logran niveles insospechados de entrega y complicidad con sus mujeres.

Contrario a lo que se ha establecido, estas prácticas no son exclusivas de homosexuales y puede aportarle tanto placer al hombre que lo recibe como a la mujer que lo proporciona y viceversa. Basta quitarse los prejuicios y el medio, tomar las medidas sanitarias y de higiene correctas y empezar la aventura.

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