El cineasta cubano Eduardo del Llano parece haber entrado en sintonía o en competencia, con recientes declaraciones hechas por el trovador Silvio Rodríguez. Ambos motivados por el mismo ogro feroz: las nuevas leyes y el informe presentado ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), señalando que el gobierno no asume responsabilidad por la crisis socioeconómica actual.
Del Llano ha vuelto a ser noticia, como le gusta a él, y esta vez no por sus «casi habituales» ideas contracorrientes, sino por «contundentes críticas» al gobierno de Miguel Díaz-Canel, y a través de sus redes sociales, ha manifestado su descontento con «la que se avecina». O más bien: con la que ya está.
Del Llano, una figura controvertida en la cultura oficialista de la Isla, quien en no pocas ocasiones ha dado su apoyo al régimen en el pasado con declaraciones contra la disidencia y el activismo, sintonizó la misma estación y puso su dial en la misma frecuencia que Rodríguez, subrayando la necesidad de escuchar a los economistas con experiencia en lugar de confiar en ideólogos sin conocimiento práctico.
“Creer en un sistema no significa apoyar todo lo que se hace en su nombre. Existen muchos ejemplos de lo que está mal”, escribió en su cuenta de Facebook, el guionista, humorista, cineasta y ex profesor universitario.
Del Llano destacó, sobre el tema económico y más allá, la importancia de informar al público de manera continua y transparente, mencionando la falta de noticias sobre la investigación prometida tras la destitución del exministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández. Secretismo este, reiterado y contundente en la historia nacional.
Esta falta de transparencia, según Del Llano, es perjudicial para la confianza pública y la gobernabilidad, en un país y régimen en el que ya casi nadie confía. ¿O de qué otra manera pudiera interpretarse el éxodo de casi 2,5 millones de cubanos en apenas cuatro años?. ¿Será que acaso aún Del Llano piensa que el socialismo cubano es perfectible y que, quizás, está tan mal porque a él no le han dado un chance de dirigir algo (más allá de un corto)?
Sorprendente ha sido su «análisis» sobre la situación de los presos políticos y las severas penas impuestas a los manifestantes del 11J, toda vez que el mismo Del Llano ha estado siempre activo, siempre de élite, en contra de la génesis de las protestas emancipadoras de los artistas, que comenzaron, en la historia más reciente, a partir del Movimiento San Isidro, del que él ha sido feroz crítico.
Del Llano, que no estuvo ni se unió, ni tuvo interés en hacerlo, a nada de lo que sucedió frente al Ministerio de Cultura, no ya de manera física sino tampoco virtual, afirmó que “mientras no se respete el derecho a la manifestación pacífica, la Constitución seguirá siendo una falacia”, a pesar de que ni una letra suya ha salido a la luz pública en defensa de su «ex amigo», Jorge Fernández Era.
Condenó Del Llano, además, la expulsión de profesores universitarios por expresar sus ideas y la regulación y destierro de ciudadanos, calificando estos actos como vergonzosos y comparables a los actos de repudio.
En un tono que mezcla la indignación con el sarcasmo, Del Llano abogó por el diálogo y la aceptación de interlocutores como la Asamblea de Cineastas, reconociendo su legitimidad a pesar de no ser miembro, ni de tener interés en serlo.
La franqueza de Del Llano, ahora, y su disposición a cuestionar lo que está sucediendo actualmente en la isla, supone no un acto de reivindicación, sino tal vez de oportunismo.
En el pasado, Del Llano ha defendido otras libertades, aunque con reservas. Se he negado a llamar «dictadura» al gobierno cubano, porque a su juicio es incomparable con la de Pinochet, en Chile. Sin embargo, al parecer no se ha dado cuenta que muchísimas de sus posiciones y declaraciones, broncas cibernéticas, ninguneos y burlas, lo han puesto precisamente en el bando opuesto, generando hacia él odios incluso de personas que lo tenían en muy alta estima.
Actualmente, se diría, Del Llano no está ni con los indios ni con los cowboys, y es probable que sea más odiado por lo que ha dicho y hecho a favor del régimen, que por sus críticas. Es probable que su postura actual, si bien refleja un cambio significativo, impulsado por la desesperante situación económica y social que vive el país, no le importe a nadie para que sea salvado.
Es interesante, y no tiene por qué haber emanado de ahí, que sus declaraciones y posiciones salgan a la luz después de lo dicho por Silvio Rodríguez.
En la intelectualidad cubana más crítica – y sí, Del Llano pertenecería a ella – existe la posición cómoda de esperar a ver qué dice un peso pesado para luego yo tomar postura. Silvio ha sido siempre ese peso pesado – o espejo – en el que muchos se miran y resguardan a la hora de expresar opinión.
La «silviofilía», o ese sentimiento de arroparse bajo el ícono cultural que sin dudas es el trovador cubano, ha comenzado a mostrar signos de desencanto. Silvio ha materializado en su blog “Segunda Cita”, de manera explícita, argumentos que ahora mismo lo convierten en una suerte de crítico del sistema.
El desencanto de Silvio es el mismo que el de Del Llano, aunque la añoranza a la figura de Fidel Castro cuando lo recordó con su famosa cita de «solo nosotros mismos podemos destruir esto”, no le tocaría al cineasta.
Silvio Rodríguez y Eduardo Del Llano, parecen estar utilizando sus plataformas para evidenciar las fallas del actual gobierno cubano, con una postura crítica, compartida o no, y amplificada o no por sus seguidores, lo cual podría indicar un cambio significativo en la percepción pública de las figuras culturales más influyentes de Cuba, si bien hay que tener en cuenta que Del Llano no es un influyente positivo, como pudiera serlo Silvio Rodríguez.
Desde sus trinchera, han decidido levantar su voz contra las políticas actuales del gobierno cubano, y sus críticas, aunque variadas en tono y contenido, reflejan un descontento creciente que podría tener repercusiones significativas en la esfera cultural y política de la Isla.
En todo caso, Del Llano la tendrá peor, porque es una víctima más propensa a recibir regaños; toda vez que, a diferencia de Silvio, él no tiene relaciones personales estrechas con el puesto a dedo y su Primera Dama.
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