Perú: Pedro Castillo quiso imitar a Fujimori y le salió mal

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Ni siquiera los parlamentarios de izquierda que estaban en contra de su destitución por «incapacidad moral permanente», apoyaron la movida de Castillo, pues este, al disolver el Congreso, intentó eliminar uno de los mayores poderes del Estado, en Perú.

Los ministros peruanos de Economía, Relaciones Exteriores y Trabajo, Kurt Burneo, César Landa y Alejandro Salas, respectivamente, anunciaron a través de sus cuentas oficiales en Twitter su decisión de abandonar el Ejecutivo.

El izquierdista Pedro Castillo terminó preso ayer en Perú cuando, buscando evitar que fuese destituido como Presidente de Perú, disolvió el Congreso, dio un Golpe de Estado y anunció un gobierno excepcional que, a lo sumo, debió durarle par de horas. Minutos después, toda la Policía Nacional se le reviró y terminó preso. Sin su sombrero característico puesto.

Muchos han querido ver en lo hecho por Castillo cierta semejanza al autogolpe que diera el fallecido Alberto Fujimori en Perú, en el año 1992.

¿Qué sucedió ahora, 30 años después, que Pedro Castillo no pudo repetir «el éxito» de Fujimori con aquel autogolpe?

Muchas son las causas. Básicamente una es fundamental: el presidente de Perú, Pedro Castillo, disolvió el Congreso sin un marco legal que lo permitiese.

Es cierto que, cuando Fujimori lo hizo, tampoco existía ese instrumento legal para hacerlo, pero Castillo no contaba ayer con el mismo apoyo que contaba Fujimori hace tres décadas. Tampoco contaba Castillo, como sí Fujimori en su momento, con el apoyo de las Fuerzas Armadas de Perú. Tampoco el Parlamento de Perú, ahora, tenía el mismo nivel de desaprobación que en el 92.

En el 92, no existían tampoco las redes sociales. Todavía Latinoamérica no había recorrido un largo camino democrático. Digamos que las dictaduras eran aún frescas, sus huellas más, y la gente no estaba tan segura que derrocar una democracia instaurada fuera tan «extraño» hacerlo.

Fujimori, en el 92, también anunció el cierre del Congreso y esgrimió un argumento que es muchas veces cierto: con minoría en el Congreso, es casi imposible gobernar. Sobre todo si los partidos y parlamentarios opositores cierran filas en contra del Presidente y Partido gobernante.

Fujimori, el 5 de abril de 1992, intervino el Poder Judicial, como quiso hacer ahora Castillo. Intervino, el ya fallecido ex presidente de Perú, juzgado luego por corrupción, el Consejo Nacional de la Magistratura, el Tribunal de Garantías Constitucionales, el Ministerio Público y la Contraloría General de la República.

A diferencia de Castillo ahora, el 82% de la población, según encuestas de la época, apoyó la medida, ya que consideraban que el Parlamento de Perú era una olla de desprestigiados parlamentarios. Es decir: el 82% de la población, apoyó el llamado «Fujimorazo».

Ahora, Castillo, recibió el apoyo de cuatro gatos.

Quiso, el amigo de las izquierdas latinoamericanas de la región, que escasas horas antes habían sufrido los seis años de cárcel para Cristina Fernández, «convocar en el más breve plazo a elecciones para un nuevo Congreso» al cual pretendía darle «facultades constituyentes para elaborar una nueva Constitución en un plazo no mayor de 9 meses».

Era, digámoslo así, el mismo plan que trazó Fujimori en 1992.

Pero, repetimos, Castillo no contaba ayer con el apoyo que Fujimorí tenía en el Perú de 1992. Un apoyo que incluía las siempre importantes, vitales e imprescindibles Fuerzas Armadas.

Lo que quiso hacer Castillo ayer, sin un apoyo real, fue querer cambiar la Constitución actual, que se logró en el año 1993. Es decir: una Constitución alcanzada tras un plebiscito que trazó Fujimori.

Gracias a aquel Congreso unicameral alcanzado, Fujimori pudo trazar pautas para cerrar el pasado oscuro del grupo gerrillero terrorista Sendero Luminoso.

Fujimori pudo, con el Congreso de su lado, gobernar un país que lucía ingobernable. Castillo quiso imitarlo, pero fracasó.

Cometió, el líder campesino, un grave error. Lejos de que las fuerzas políticas acatasen su orden – con las fuerzas militares y policiales en contra, no lo olvidemos – el Congreso que pretendía votar su remoción, encontró el argumento necesario para destituirlo, precisamente por el artículo 117 de la Constitución, el cual establece que el Congreso podrá echar al Presidente del poder, si este, como jefe de Estado, decide cerrar el Parlamento.

Habían pasado treinta años en Perú. Al parecer, Pedro Castillo nunca se enteró.

El resultado de su destitución es más que ilustrativo que Castillo no era Fujimori. De los 130 Congresistas, 101 votaron por su destitución.

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