En Ciego de Ávila, la lucha contra la inflación y el control de precios enfrenta desafíos significativos, entre los cuáles existe uno clave: solo están cubiertas la mitad de las plazas de inspectores en el territorio.
Este fenómeno, está sin dudas propiciado por los bajos salarios, a los que habría que añadir la tensión de ocupar un puesto en el que a menudo eres visto como un enemigo o amenaza en un país donde los salarios no alcanzan, y a menudo conviene hacerse el de la vista gorda.
Dice el refrán que una mano lava la otra y las dos… Así que, si bien a menudo los vendedores ven a los inspectores como una amenaza para sus negocios, la candela no está tanto en resistir los sobornos y sancionar sin ser percibido como una mala persona, sino también en lidiar con los consumidores, que demandan una regulación efectiva ante los precios exorbitantes, y que también, del otro lado «de la pesa», pueden ser igual de atemorizantes y belicosos.
Según Irán Cano González, jefe de Grupo General de Inspección Provincial en Ciego de Ávila, muchos inspectores abandonan su puesto debido a la rigurosidad del trabajo, lo que ha llevado a una escasez de personal en el municipio cabecera, con solo 10 de las 20 plazas cubiertas. Así y todo, durante el año en curso, se han realizado 16,642 inspecciones en la provincia, revelando 10,835 violaciones de precios y tarifas.
Con la mitad del personal en funciones, parece complejo que se puedan hacer cumplir los decretos vigentes relacionados con los precios, la calidad de los productos, su origen, la higiene, y el desempeño de los trabajadores por cuenta propia (TCP), entre otros aspectos, teniendo de un lado a los vendedores y a los consumidores a menudo quejándose de lo cara que está la vida y lo difícil que la ponen.
Sin embargo, la formación de los inspectores es un proceso complejo y desafiante. Ante todo porque cubanos al fin, nada los hace ajenos a los vaivenes de la vida y las carestías en la isla, por lo que a menudo se ven en el dilema moral de sancionar por violaciones de la política de precios en la comercialización de bienes y servicios, a madres solteras, jubilados que tuvieron que reinsertarse en la vida laboral porque el salario de la jubilación no les alcanzaba, y en alguna que otra medida a gente que «lucha», si bien es cierto que muchos de estos presuntos «luchadores», son piratas de precios abusivos y especulativos, que esquilman a la población en una especie de lucha de sobrevivencia, al más puro estilo de la ley de la selva.
Se trata entonces una lucha por ver quién es el león, hasta que el inspector aparece, con la misión de hacer cumplir con los precios concertados, en aras de detener la escalada inflacionaria y reducir los precios. Una quimérica tarea en la que ellos son meros actores dentro de un panorama muy complejo; tan complejo que escapa de su voluntad, deseos, regulaciones y talonarios de multas, controlar.
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