Insisten en culpar a coleros, revendedores y acaparadores

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Un artículo publicado por el diario oficialista Granma nos trae de vuelta a un añejo problema en Cuba, tan añejo como ñañaseré y es este: ¿es justo culpar a los acaparadores de mercancías, coleros y revendedores de la escasez en la isla?

Otra vez la prensa oficialista parece acusar a estas figuras del desabastecimiento; y para ello se enfoca en la provincia de Villa Clara, donde en el transcurso de este año 176 personas han sido procesadas por delitos relacionados con este proceder.

Al parecer la campaña anunciada contra los coleros, acaparadores y revendedores -en agosto del 2020- no surtió su efecto. El mismísimo gobernante cubano Miguel Díaz-Canel se interesó en el tema y por un momento, como sucede siempre en el Macondo isleño, los cubanos se activaron en la tarea. Estaban, de un lado, los autorizados a enfrentarlos; y del otro, los colaborantes.

Pronto, muy pronto, se vieron los frutos, pero la felicidad en casa del pobre duró poco. Pronto, muy pronto, desapareció todo de nuevo de las tiendas, desde electrodomésticos como neveras y ollas, hasta los más buscados: el aceite y el pollo.

También la gente comenzó a percibir que aquellos coleros, acaparadores y revendedores se multiplicaban. Incluso, los más hábiles, hasta se asociaron con aquellos que custodiaban las colas y las puertas de las tiendas.

¿Qué ha sucedido a menos de un año de esta especie de enfrentamiento popular contra los coleros, acaparadores y revendedores?

No mucho, la verdad. El problema persiste, y a decir de una vieja amiga, el único cambio que ella percibe es este: que en los grupos de compra-venta de Whatsapp se ha colado la policía.

«Ahora la gente que vende por las redes se cuida más; pero lo siguen haciendo», explica la fuente.

Granma indica que aquello que falta en las tiendas se exhibe por cantidades en las redes sociales; pero no es tan así.

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Ahora, además, hasta los propios policías se apropian de lo que decomisan, como le sucedió recientemente a un vecino de Miguelito, en Cienfuegos. La policía le decomisó varias ruedas de cigarro, y le dijeron «piérdete, o te llevamos preso». A buen entendedor…

«Estamos actuando contra los pillos, los que se aprovechan de los demás; contra al actuar parásito que está involucrado en este tipo de manifestaciones, de gente que en su mayoría no trabaja, no aporta socialmente nada (…) que se aprovecha de nuestros problemas económicos para enriquecerse», dijo en agosto del 2020 Miguel Díaz-Canel, cuando llamó a una campaña nacional contra «la actuación desfachatada de coleros, acaparadores y revendedores», pero el gobernante cubano olvidó que alguna vez, hasta los inspectores de INTERMAR y los Agentes de SEPSA, o fueron sobornados, o se corrompieron como cualquier otro cubano que no sea él, o quienes le rodean, a quienes no les hace falta absolutamente nada.

Granma, en su artículo, concluye lo siguiente: el cuartico está igualito o peor.

«El enfrentamiento a revendedores, coleros y especuladores no ha sido todo lo enérgico y sistemático que debía, lo cual ha derivado en la extensión de un asunto que daña al pueblo trabajador, que se ve obligado a pagar varias veces el valor de productos esenciales», expresa el Granma.

«(…) a plena luz del día y sin que nadie los moleste hay decenas de revendedores ubicados en portales, aceras y otros lugares, donde se comercializa cualquier cosa sin importar la etiqueta de un origen legal o ilegal», dice además.

«(…) mucho más numerosos son los que operan desde las redes sociales, en grupos como Revolico Santa Clara y otras páginas en internet, desde las cuales promocionan sus productos, incluidos medicamentos», añaden.

El diario habla además de procesos penales contra personas acusadas de delitos relacionados con la especulación y el acaparamiento, la apropiación indebida y las actividades económicas ilícitas, pero el número es risible.

60 personas no son las responsables de manejar una red nacional, ni siquiera provincial, capaz de acaparar y revender utensilios eléctricos, resistencia de hornillas eléctricas, bombillos ahorradores, café, embutidos, carnes, aceites, leche en polvo, azúcar, cervezas de importación y nacionales, bebidas alcohólicas, cajetillas de cigarros, materiales de construcción como cemento y herrajes de diferentes tipos; además de productos de aseo tales como tubos de tinte para el cabello, champú de diferentes marcas, pasta dental, cremas para la piel y cosméticos; sin contar estos otros: desodorantes, acondicionador para el cabello, perfumes y colonias, detergente de diferentes tipos y gramajes, galones de peróxido… y sin olvidar el arroz y los frijoles, y un producto por el que las embarazadas lloran: los pañales desechables

Al parecer, insinúa Granma, fueron las penas, subsidiadas mediante el trabajo correccional, y que apenas se les decomisara la mercancía, lo que pudo haber provocado el resurgimiento de los coleros, acaparadores y revendedores.

En Villa Clara, dice el diario oficialista, durante el último año, la Fiscalía lleva un total de 217 procesos sumarios, por los delitos de especulación, acaparamiento y actividad económica ilícita. En estos, se han sancionado a 176 ciudadanos.

Trece fueron a parar a la cárcel; 55 a trabajo correccional con internamiento, 64 a trabajo correccional sin internamiento, 11 a limitación de libertad, y a 33 se les aplicaron multas.

Basta ver los números y leer el Granma para darse uno cuenta de que nadie parece comprender que este fenómeno tiene otros culpables. Otra génesis. Otras causas. Y que si la crisis aprieta -y ha apretado ferozmente- la gente buscará vías para sobrevivir.

Incluso la vieja Chuncha. O Teté, la del Comité.

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