El periodista Carlos Cabrera señaló hace apenas una hora en su perfil de Facebook que los cubanos, han pasado «del vaso de leche raulista para todos a pedir la leche por señas al PMA», y culminó con una exclamación que ejemplifica el tiempo transcurrido en lograr tamaña «hazaña»: ¡Vaya carrerón!
El análisis nos hace recordar la línea imaginaria que se trazó hace algunos meses, alrededor de un año, el ex Ministro de Economía de Cuba, Alejandro Gil, cuando al hablar ante el pueblo de la crisis económica que atravesaba el país, dijo que «estamos (estábamos) en este punto» que llamó «A», y dijo que para superar las dificultades había que llegar a «este otro punto», «B», y fue destituido recientemente sin siquiera haber hecho realidad el trazo que dibujó él en la pizarra de la teoría.
Lo cierto es que Gil consumió menos tiempo – que en el atletismo es un resultado «positivo» – que el que le tomó a Raúl Castro cumplir con su promesa de garantizar un vaso de leche para cada cubano. Esta última, que se convirtió por antonomasia en un símbolo de las aspiraciones futuras de los cubanos, posteriormente, se convirtió en el ejemplo perfecto de las dificultades económicas que enfrenta Cuba, al no poder lograrse.
Hace años, en un discurso en Camagüey, Raúl Castro vislumbró un futuro donde la nutrición básica no sería un lujo, y aludió al vasito de marras. Sin embargo, la realidad ha sido persistentemente desafiante, con la escasez de leche ilustrando las complejidades de implementar políticas que satisfagan las necesidades básicas en un contexto de restricciones económicas y sanciones internacionales.
Esta situación ha llevado al régimen cubano a solicitar asistencia al Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas, marcando un hito en la historia reciente de la isla que, a excepción de algunas catástrofes naturales, se ha negado tradicionalmente a recibir ayuda. Mucho menos pedirla.
La petición de ayuda para adquirir leche, entre otros alimentos esenciales, refleja no solo la gravedad de la crisis alimentaria que atraviesa el país, sino también la urgencia de encontrar soluciones sostenibles para garantizar la seguridad alimentaria de la población, especialmente de los más vulnerables como son los niños.
La escasez de alimentos en Cuba no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una serie de factores económicos, políticos y sociales que se entrelazan, incluyendo pero no limitado a, la ineficiencia en la producción agrícola, la dependencia de las importaciones de alimentos y el impacto de las sanciones internacionales. La promesa de un vaso de leche se ha convertido en un microcosmos de estas luchas, simbolizando tanto la esperanza como la desilusión.
La solicitud de Cuba al PMA es un recordatorio de que la seguridad alimentaria es un derecho humano fundamental que está lejos de ser garantizado en la isla.
Mientras Cuba busca navegar por sus desafíos económicos y mejorar la disponibilidad de alimentos, el paso de prometer un vaso de leche para todos a solicitar asistencia para proporcionar esa leche refleja una realidad compleja y multifacética.
Dicho de una manera más aterrizada en la realidad cubana: estamos con la soga al cuello.
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