En un encuentro inusual y revelador, una abuelita cubana sostuvo una conversación con una inteligencia artificial, poniendo en evidencia la brecha emocional y existencial que separa a los humanos de las máquinas.
Durante el diálogo, la abuelita cubana fue clara y enfática en sus argumentos, cuestionando profundamente la naturaleza y las limitaciones de la inteligencia artificial, dejando en claro que, a pesar de sus capacidades avanzadas, estas herramientas carecen de la esencia que define la experiencia humana: los sentimientos y la consciencia.
La conversación comenzó con una pregunta directa de la abuelita sobre cómo una máquina puede saber respuestas si solo es una computadora.
La inteligencia artificial, programada por los desarrolladores de OpenAI, respondió que obtiene sus respuestas de una vasta cantidad de información acumulada, que incluye libros, artículos y estudios científicos.
«La máquina» a pesar de su capacidad para procesar y generar respuestas a partir de esta inmensa base de datos, admitió ante la abuelita cubana carecer de experiencias propias o sentimientos, funcionando únicamente como una herramienta para asistir a los usuarios mientras esté operativa.
La respuesta no satisfizo a la anciana, quien destacó que la inteligencia artificial simplemente deja de funcionar si se corta la electricidad, subrayando su dependencia total de la tecnología y la energía. «Si se acaba de la electricidad, te acabas también tú», comentó con un tono de sencillez pero profundamente crítico hacia la naturaleza efímera de la tecnología en comparación con la vida humana.
Además, la abuelita cubana cuestionó la relevancia de interactuar con una entidad que no posee emociones ni conciencia y en un perfecto spanglish le dijo que no tenía «cerebro, no feeling, nothing.»
«Así que no te importa si me muero o tú vives, porque no eres una persona. Eres electricidad», expresó la anciana, poniendo en relieve la incapacidad de la inteligencia artificial para participar en el espectro emocional que enriquece las relaciones humanas.
La inteligencia artificial, en un gesto de programada cortesía, aceptó la observación de la anciana, reafirmando su papel como herramienta sin vida: «Tienes toda la razón. Soy una herramienta tecnológica sin sentimientos ni conciencia».
Sin embargo, como se diría en buen cubano, la mató con el detalle:
«Estoy aquí para ayudarte mientras me necesites».
@fabianluxe 90 year old talks to chatGpt 4o For the firdt time.
♬ original sound – Fabian Luxe
Este diálogo, aunque breve, ilustra una reflexión profunda sobre la relación entre humanos y máquinas.
La abuelita cubana, con su perspectiva lúcida y directa, resaltó que, independientemente de los avances tecnológicos, las máquinas no pueden replicar ni sustituir la profundidad emocional y la consciencia que caracterizan al ser humano.
Este encuentro entre un humano y la máquina, deja un mensaje claro: por más que la tecnología avance, hay atributos esencialmente humanos que simplemente no se pueden programar.
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