Bienvenidos a la novela «Indolencia y Absurdos en la Venta de Combustible» en Cuba.
Los absurdos de la vida diaria en Cuba a veces pueden ser cómicos, pero cuando se trata de la salud y seguridad de las personas, y más si hablamos del combustible – tan escaso en la isla – esas situaciones se convierten en algo mucho más serio. Este es el caso de lo que sucede en Cuba, donde la falta de sentido común, la indolencia y la falta de respeto por el cliente parecen ser la norma más que la excepción.
Un caso reciente, que ejemplifica este comportamiento, es el de la venta de gasolina adulterada con agua en una gasolinera de Matanzas, un suceso que ha generado gran indignación y sorpresa en la población local y en las redes sociales.
Un ciudadano cubano, identificado como Sandro García, denunció vía Facebook que le vendieron gasolina mezclada con agua en el servicentro Los Pinos en Matanzas, después de haber esperado en una larga cola virtual para poder comprar combustible.
Lo más sorprendente del caso es la explicación que le dieron a García al reclamar sobre la calidad del combustible. Las empleadas de la gasolinera, incluyendo a la jefa de turno, le explicaron que el combustible estaba contaminado con agua debido a un hueco que se llena cuando llueve, y que ese agua se mezcla con la gasolina en el depósito de la gasolinera. Aunque el problema era conocido por los empleados y por el administrador de la gasolinera, y había sido informado al gobierno, no se había hecho nada para solucionarlo.
Sin embargo, en el colmo de los absurdos y en lugar de detener las ventas de combustible hasta que el problema fuera resuelto, los empleados de la gasolinera continuaron vendiendo la gasolina adulterada, argumentando que tenían un límite permisible de agua en el combustible de hasta 10 litros de agua por cada X cantidad de combustible.
Este caso es un claro ejemplo de la indolencia y falta de responsabilidad de algunos empleados y administradores que, en lugar de proteger a los clientes y garantizar la calidad de los productos que venden, prefieren seguir adelante con las ventas, sin importar las consecuencias. Esto demuestra una falta de respeto por los derechos del cliente y una falta de ética empresarial.
Por otro lado, la situación evidencia el estado de indefensión en el que se encuentran muchos empleados en un sistema donde las directivas y planes de cumplimiento son dictados por un estado totalitario. El hecho de que el problema fuera conocido por los empleados y el administrador de la gasolinera, y que se había informado al gobierno pero aún así no se había hecho nada para solucionarlo, es un reflejo de un sistema donde la inacción y la indiferencia parecen ser la norma.
La situación en el servicentro de Los Pinos no es un caso aislado.
Seguramente muchos recordarán un caso ocurrido en Pinar del Río, Cuba, que constituye otro ejemplo del absurdo cotidiano que los cubanos deben enfrentar en su día a día.
En este caso, un hombre llamado Mario Luis Junco Quintana quiso cargar 10 litros de gasolina en su vehículo, pero para su sorpresa, tuvo que adquirir diez tarjetas de un litro cada una en lugar de una tarjeta de 10 litros, ya que la gasolinera sólo tenía disponibles tarjetas de 1 litro.
Después de adquirir las tarjetas, se le indicó que debía ir de una bomba a otra para poder cargar cada litro de gasolina. El pistero tenía que raspar cada tarjeta una por una para descubrir el número que contenía, para poder introducirlas en el POS y para decirle a Mario Luis qué bomba debía usar para cargar la gasolina. Este proceso tuvo que repetirse diez veces, ya que cada tarjeta solo permitía cargar un litro de gasolina a la vez.
Al final de su odisea, Mario Luis agradeció al pistero, a la Corporación CIMEX S.A., al Partido Comunista de Cuba (PCC) y al Gobierno por el «entretenido» rato que pasó yendo de un lado a otro en la gasolinera.
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Este evento pone de manifiesto la ineficiencia y la burocracia excesiva que a menudo caracterizan a las instituciones estatales en Cuba. Aunque Mario Luis trató de mantener una actitud positiva y humorística durante toda la experiencia, la realidad es que este tipo de situaciones pueden ser exasperantes y desgastantes para los ciudadanos. Un sistema más eficiente y menos burocrático podría evitar este tipo de problemas y mejorar la calidad de vida de los cubanos.
De manera general, lo sucedido con Mario Luis y Sandro García son una clara violación de los derechos de los consumidores y una muestra de la falta de responsabilidad y respeto por parte de algunas empresas y empleados. Pero lo más preocupante es la aparente indiferencia de las autoridades frente a estos problemas, lo que deja a los consumidores en un estado de indefensión y frustración.
La población cubana merece algo mejor. Necesitan un sistema que respete sus derechos como consumidores, que garantice la calidad de los productos y servicios que se venden, y que tome acciones rápidas y efectivas para solucionar los problemas cuando estos surgen. No deberían tener que lidiar con situaciones absurdas y potencialmente peligrosas como la venta de gasolina adulterada con agua.
Esperamos que este caso sirva como una llamada de atención para las autoridades y empresas involucradas, y que se tomen medidas adecuadas para evitar que situaciones como estas se repitan en el futuro. Los consumidores cubanos merecen más respeto y consideración, y es responsabilidad de todos -gobierno, empresas y ciudadanos- trabajar juntos para garantizar que se respeten sus derechos.
Los absurdos pueden ser tolerables en la literatura mágica del Macondo «colombiano», pero en la vida real, en una isla en el Caribe llamada Cuba, los ciudadanos requieren y merecen la dignidad y respeto de sus derechos más básicos, entre ellos, el derecho a recibir lo que honesta y justamente han pagado.