Cuba: del manotazo, al bofetón y a los golpes

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A no ser que alguien tenga una opinión distinta, porque en términos de «apreciación fotográfica» siempre, de que los hay, los hay, a este joven cubano le dieron varios golpes con el puño – o al menos uno – y un bofetón en plena calle de La Habana. Desconocemos de quién se trata, pero nótese el actuar de los agentes vestidos de policías. Excepto uno, los otros dos están custodiando la golpiza. Esta tiene lugar detrás de una valla de metal, lejos de miradas «ajenas». Afortunadamente, desde las alturas, alguien pudo capturar lo sucedido.

UN joven en la Habana recibe golpes, mientras la policía observa.
Al menos un puñetazo y un bofetón recibió este joven, mientras era detenido en La Habana. Nótese que los policías, permiten la golpiza de «los civiles».

El resto de los golpeadores están vestidos de civil, pero la vestimenta es inconfundible. Mochilas a la espalda uno, pulóver deportivo otro. Mono azul deportivo un tercero (y zapatillas); otro que no se define bien, pero… observe los rollizos brazos. ¿Son inconfundibles cierto? ¿No ve los golpes?

Esta foto es la consecuencia a la que se llegó, luego de que el pasado 27 de noviembre, y el 27 de enero, las autoridades del Ministerio de Cultura de Cuba – y el gobierno, claro – se negaron a dialogar con un grupo de artistas e intelectuales cubanos que, como bien ha recogido la historia a lo largo de muchos siglos y geografías, siempre han sido los primeros en palpar el malestar popular.

El 27 de noviembre se negaron. Dijeron que «escucharían». Pocas horas después, arremetían contra algunos de los participantes. Violaban los términos del acuerdo.

Dos meses después, el ministro Alpidio Alonso le lanzó un manotazo al periodista independiente Mauricio Mendoza. Segundos después, «aspirantes al diálogo» fueron reducidos por la fuerza de los golpes. Alpidio, lejos de dimitir, o ser expulsado de su cargom continúa en el puesto.

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El «amparo» a tales actitudes no podía desembocar en otra cosa que en recordar el viejo oficio de golpear al que disiente; de dar golpes y palos; de armar a civiles progubernamentales con cabillas para «defender la Revolución».

Ya mucho de esto se vio – por ejemplo – en el año 80, a raíz de los sucesos del éxodo del Mariel; y había estado manifestándose con cierta regularidad contra las Damas de Blanco y otros grupos de disidentes y activistas, por más que el gobierno se empeñase en negarlo. Todos habían venido recibiendo golpes, mientras el régimen se escudaba en la «defensa de la Patria».

Y es precisamente el «no diálogo» el que ha provocado que tales hechos se manifiesten a lo largo del tiempo en la isla y que los golpes hayan imperado por encima del diálogo.

Por más que su vecina, revolucionaria, le insista, esta no es una actitud nueva. Lo que es relativamente «nuevo» es la entrada de la tecnología a la isla. Que haya celulares con cámaras fotográficas; aplicaciones que transmiten en vivo; y que recojan uno a uno los golpes que estos agentes vestidos de civil propinan a la población indefensa.

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Así que no se asombre si la imagen le choca a los ojos, a usted que vive encerrado entre el Granma, el NTV y Humberto López. Esto, es más viejo que Matusalén.

Solo que ahora hay internet; los cubanos se han vuelto reporteros por oficio; y la verdad, siempre – como dice el refrán – sale a flote.

Nadie mejor que el cineasta cubano Ernesto Daranas para resumirlo:

«Estamos hartos de actos de repudio, medidas cautelares, detenciones arbitrarias y brigadas de respuesta».

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