En medio de una crisis económica y social, un representante del gobierno cubano ha salido en el programa televisivo Mesa Rendonda, para justificar una vez más la escasez de pescado en la isla asegurando que tienen más de 60 barcos parados por falta de motores.
El ministro de la Industria Alimentaria de Cuba, Manuel Sobrino Martínez, reveló que más de 60 barcos pesqueros están inactivos debido a la falta de recursos para repararlos y mantenerlos operativos.
Frente a un Randy Alonso cada vez más alejado de las esencias del periodismo, Sobrino dijo que la situación se agrava por los altos costos de los motores de los barcos, que oscilan entre 25,000 y 40,000 dólares, y las dificultades para adquirirlos debido a restricciones comerciales y falta de liquidez.
Mencionó que, a pesar de estar rodeado por el mar, Cuba no alcanza su potencial de captura de 12 mil toneladas de pescado al año; y una vez más, en una clara muestra del espíritu triunfalista que caracteriza a los funcionarios y dirigentes cubanos dijo que se están dando pasos para recuperar la producción, incluyendo la importación de dos millones de artes de pesca y la eliminación de restricciones a los pescadores no estatales.
Añadió que se ha incrementado el número de embarcaciones privadas con licencia de pesca a 4,302 y se han legalizado varias actividades previamente fuera de la ley.
Sin embargo, los cubanos continúan enfrentando precios prohibitivos para el pescado disponible, lo que genera descontento y críticas hacia el gobierno. En un municipio como Nuevitas, otrora puerto pesquero por excelencia, ya no se ve ni el pescado.
Las palabras dichas por Sobrino encierran una contradicción. El gobierno cubano ha hecho reiteradas referencias a lo díficil que les resulta escoger en qué emplear las escasas divisas que posee. Han dicho que lo prioritario es la alimentación para el pueblo pero, ¿cómo justificar que no tienen divisas para comprar 60 motores para 60 barcos, cuando reiteradamente han realizado compras significativas de automóviles para el turismo?
Estas compras de autos para renovar la flota de autos para el turismo ha sido, tal vez, la medida que más ha generado sorpresas y críticas entre los ciudadanos, sin que el gobierno jamás lo haya explicado.
En verdad, poco tendría que explicar, o cómo hacerlo, cuando todo el mundo conoce de la notable ausencia de turistas en la isla, debido a las restricciones de viaje y otros desafíos impuestos inicialmente por la pandemia global.
Ni siquiera hay que ir muy lejos en el tiempo. En septiembre de 2023, un lote de autos fue visto en las carreteras cubanas, presuntamente destinados a la renta turística en la isla.
A pesar de la disminución del turismo, una fuente vital de ingresos para Cuba, que ha sido duramente golpeada por la situación sanitaria mundial y las políticas internas, ya desde el 2021, en plena pandemia prácticamente, y con muchísimos menos turistas viajando a la isla, la agencia estatal cubana Transtur había renovado su flota con cerca de 800 vehículos.
Estas importaciones en un momento en que el turismo estaba prácticamente ausente en el país, provocó cuestionamientos muy justos sobre las prioridades del gobierno, especialmente considerando la escasez generalizada de bienes básicos y medicamentos que enfrenta la población.
La decisión de importar estos vehículos fue duramente criticada por algunos como un gasto innecesario, considerando las actuales adversidades económicas y sociales que enfrentaban – ¡y aun enfrentan – los llamados «cubanos de a pie».
La discrepancia entre las inversiones del gobierno y las necesidades inmediatas de su población sigue siendo un tema de intenso debate y especulación, pero otra vez ha vuelto al recordatorio inmediato de muchos, el hecho de que – según las palabras de Sobrino – «un motor de un barco oscila entre los 25,000 y los 40,000 dólares,» un precio no muy alejado del que cuesta un auto Hyundai Sonata de los importados recientemente.
¿Entonces?
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