Luis Manuel Otero Alcántara: se salvará el arte ¿pero qué pasará con el artista?

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Cuando concluya el juicio político que iniciará este martes en contra Luis Manuel Otero Alcántara una cosa habrá de quedar clara: al preso lo estarán juzgando por partida doble. Primero juzgan al joven cubano castigado por exigir un mejor destino para su país y segundo, al artista cuyo contexto no es compatible con su necesidad de expresión.

Luis Manuel Otero Alcántara es un artista. Incluso antes de mencionar su condición como preso político debería mencionarse que el líder del Movimiento San Isidro es ante todo un creador.

Su obra puede gustar o no y ese criterio no debería estar permeado por la postura ideológica que se asuma. Sobre su calidad artística se habla siempre con el peligro de valorar primero su activismo político, porque es que ese precisamente, es su obra artística en sí. No obstante, coincidir o disentir con algún principio de su faceta como artista o con sus creaciones, no tiene por qué venir siempre acompañado por la intención de encarar su postura ideológica.

Más que sentir que pueda gustar o no su carpeta artística, a Luis Manuel Otero Alcántara hay que sentirlo desde la humanidad y desde la empatía que como humanos nos toca. ¿Qué pasará con el muchacho negro y de ascendencia pobre, quien llega ahora a su juicio político, debilitado anímicamente y con la marca de huelgas de hambre, Covid-19, coacción psicológica y otras heridas que tomaran tiempo en sanar?

Además de todo eso, toca decirlo otra vez, el preso al que juzgan es primero un artista formado en el sistema institucional cubano. Los que acostumbran a visitar el circuito de galerías en la Isla, se habrían cruzado alguna vez con la cara de un Luisma recién salido del Instituto Superior de Arte, casi una década atarás. Lo encontrarían buscando cómo nutrirse lo más posible de todo cuanto ayudara a su arte. Pero la oportunidad sin dudas para demostrar su presencia en el circuito que hasta entonces no lo había incluido en ningún certamen oficialista fue en 2015.

Luis Manuel se transformó en Miss Bienal, durante el mayor evento de las artes plásticas en el país para imponer su pieza Welcome to Yumas. El artista cubano irrumpía en todas las presentaciones de la Bienal de La Habana a donde no había sido invitado, y lo hacía travestido como una vedette del Cabaret Tropicana, mientras hacia un link al llamado deshielo que acontecía entre Cuba y Estados Unidos.

A partir de ese momento empezaría a nacer el trabajo predominantemente performático que caracteriza la carrera del cubano hasta tanto no empezara a consumirse en la cárcel por causa de sus ideas. No obstante, han sido muchos lo han acusado al cubano de no poseer una obra consolidada, con presencia de piezas en colecciones y museos importantes. Sin embargo, ninguna de esas opiniones repara en que la principal obra de Luisma es su camino político en sí mismo.

“Lo que no entienden los burócratas mediocres es que el arte sobrevive cualquier gobierno”, aseguró la artista cubana Tania Bruguera en un post reciente a propósito de los procesos penales de Maikel Osorbo y Luis Manuel.

Si de méritos hiciera falta valerse para probar lo que sostiene Tania, entonces habría que mencionar su proyecto como Museo de Arte Políticamente Incómodo, así como el Museo de la Disidencia en Cuba, ambos proyectos online gestados entre otros por Luis Manuel, donde se registran las desventuras de sus propias obras frente a la regía institucionalidad y sus frutos recientes, como el odiado decreto ley 349.

Incluso con la poca relevancia que el gobierno cubano le concede a la carrera artística del preso político, sus obras que se encontraban en la sede del MSI fueron retenidas por las autoridades del país, como fue el caso de Garrote Vil, una pieza con la cual Alcántara realizaba otro famoso performance, en el cual se ataba de pies y manos encima del instrumento de madera, en alusión al abuso de poder gubernamental en la Isla.

Pero lo que coronó el escándalo público fue Drapeau, la pieza que terminaría de situar su precedente con el gobierno. El artista decidió envolverse en una bandera cubana, cual pieza de ropa común, para protestar en contra de la propaganda politizada del gobierno, pero terminó siendo acusado de profanar el símbolo patrio. Incluso no pocas campañas públicas en su contra rodaron por la televisión nacional.

Por el contrario, y más recientemente, otra de sus piezas, Los héroes no pesan, figura por estos días en el Oslo Freedom Forum, de los Estados Unidos. Ese contraste entre la visibilidad a su trabajo desde fuera y la censura total dentro de su país, ha sido un acompañante permanente para Luis Manuel, el artista quien parece no salvarse de que el régimen le descargue todo su odio, pero cuyo arte hace ya bastante se salvó para los cubanos y para el mundo. 

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