La resignación del cubano resumida en la carta de un niño a Santa Claus

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La carta hecha por un niño cubano a Santa Claus resume la resignación de no pocas familias en Cuba que, en medio de una profunda precariedad económica, viven conformándose con tener lo que aparece y no lo que desean: lo mismo si se habla de alimentos, que de ropa o de juguetes.  

Aunque Thiago, de ocho años, en realidad le escribió a Papá Noel por el Día de Reyes, el 6 de enero, que es cuando se acostumbra en Cuba a hacerles regalos a los niños, su corta misiva es un testimonio de la triste Navidad que vive el país.

Si bien no dejan de ser graciosas las líneas que Thiago le dedicó a Santa y que fueron publicadas por su madre, Iliana Quevedo, en el grupo de Facebook ‘Madres cubanas por un mundo mejor’, demuestran cómo hasta los más pequeños entienden el drama en que se debate la mayoría de los padres en la isla: querer y no poder.

“Santa Claus, yo me llamo Thiago. Quiero un carro de control remoto de Monster”, fue el deseo del menor, que ha evidenciado que la realidad descrita en ‘Carta a Santa Claus’ por el trovador Frank Delgado está más vigente que nunca.

No obstante, el niño le dejó saber a Santa que no habría problemas si no podía darle lo que le pedía, porque él podía conformarse con algo más sencillo. “Mira, si no puedes traer eso, tráeme un carro normal. Hasta el otro 6 de enero. Adiós, Santa Claus”, concluyó.

Foto: Facebook/Madres cubanas por un mundo mejor/Iliana Quevedo.

Tristemente, el carro de control remoto que espera Thiago cuesta alrededor de 25 dólares en Amazon, en Estados Unidos, y es revendido casi cuatro veces más caro, en 80, en plataformas cubanas como Revolico.

En cualquier caso, el precio de un carro de Monster supera por mucho el salario medio mensual de un cubano, que ronda los 3.800 pesos, o sea, unos 14 dólares, según la actual tasa de cambio en el mercado informal de divisas. 

Carro de control remoto de Monster. Fotos: Capturas de Amazon y Revolico.

Quien más sufre en esta historia seguramente es la madre de Thiago que, a menos que no dependa de un sueldo promedio, no podrá cumplirle su deseo, como muchos otros padres en Cuba, que ni siquiera pueden alimentar adecuadamente a sus hijos.

Comprarle juguetes a un niño en Cuba hace mucho tiempo que es un lujo porque, además de ser escasos, tienen precios exorbitantes.

Así lo demostró este mismo mes el cubano José Carlos Almaguer, presbítero itinerante en la Iglesia Metodista, que preguntó a través de Facebook cómo le explicaba a su hija de siete años, que quería “una LOL”, que no le puede comprar una muñeca que cuesta 60 dólares porque él solo gana 10 al mes.

Muchos otros niños cubanos, como el de diez años, que vive con su madre y ocho hermanos, tiene a su padre preso y en junio pasado le pidió dinero al profesor José Luis Tan Estrada en la calle para comprar algo de comer, saben lo que es la extrema pobreza y enfrentan dificultades mucho mayores que la falta de juguetes.

Asimismo, en enero de este año se hizo viral en redes sociales el mensaje de otro niño cubano que después de perder un diente, le pidió al Ratoncito Pérez 100 dólares para mudarse a Estados Unidos.

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