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Cuba: Crónica de un Día de Reyes

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“Queridos Reyes Magos: tráiganme un juguete cualquiera para jugar con mis amigos”, se lee en la carta de un niño cubano

De mis seis de enero recuerdo uno con especial cariño. Como cada víspera, recogí yerba de los alrededores para ofrecer a los camellos, dispuse pan, agua y leche detrás de la puerta. Luego de la comida, me fui a la cama bien temprano.

Durante la noche, aproveché cada instante para ir al baño. Furtivamente, me asomaba a la puerta a ver si ya el milagro había ocurrido. Esa mañana desperté a las siete. Con gran alegría, vi mi regalo.

Cual guardián de la casa, había un muñeco grande, de conjunto rojo, ataviado con una patineta en los pies y cuya mano se accionaba para dejar sonar una música deliciosa, además de activar el mecanismo para hacerlo dar vueltas en su vehículo por toda la casa. Lo vi moverse durante horas, entusiasmada.

Por si esto fuera poco, los Reyes dejaban algo en cada apartamento de mi edificio. Confituras o juguetes menores casi siempre. De ese modo, los niños pasábamos por todas las casas en busca de lo nuestro.

Ya de grande supe del esfuerzo de mis padres quienes, luego de montar toda la farsa, debían desmontarla en cuanto tenían la certeza de que mi hermano y yo estábamos dormidos. De esas historias se deslindaban además los malabares para mantener ocultos los regalos. Nada de eso importaba. Nosotros éramos felices.

La carta a los Reyes

Reviví esas memorias esta mañana, durante la visita de Yordan. Mi vecino de solo siete años, me pidió ayuda para confeccionar la siguiente carta:

“Queridos Reyes Magos: Espero que al recibo de la presente se encuentren bien. Yo lo estoy, he sido muy bueno este año y quiero, por favor, una bicicleta para jugar con mis compañeros. Su amigo amigo siempre, Yordan”.

El deseo del niño no se cumplirá. Como cualquier obrero, sus padres no tienen los 40 CUC mínimos para financiar la petición. Desesperados, han buscado sin éxito los obsequios para sus hijos.

“Uno intenta siempre regalar algo especial, un robot o una muñeca. La ocasión lo merece, no es igual a cuando uno sale y compra un juguete de merolico. El año pasado vino una mujer a la casa vendiendo espadas, compramos dos y fuera. Ahora ni los particulares son una buena opción”, explica Indira, la madre.

Indignada, me dejó ver un anuncio en la red social Whatsapp. En el grupo de ventas Kuky`s, se ofertaba un casco espacial, prometiendo “dejar volar la imaginación” de nuestros pequeños por la cifra de 25 CUC.

De repente pasa de la ira al desconsuelo. Obviamente, desearía tener uno de esos para cada uno de sus retoños, mas le es imposible. Como cada año, Yordan deberá aparecer en la escuela con un juguete modesto, el cual intentará cambiar, sin éxito, por los más sofisticados del patio.

Desgraciadamente, ese clima se respira en cada uno de los cuartos que componen el solar, es decir, no podrá visitar a los vecinos en busca de recompensas extra. No estarán.

Todo esto lo supe por la tarde. Por eso no me extrañó su visita antes de dormir. A espaldas de su mamá, tocó a mi puerta. Con los ojos tristes me dijo que Indira le había confesado la inexistencia de los Reyes Magos: “son los papás quienes compran los regalos”.

Antes de irse me enseñó los arreglos en la misiva. Nuestro primer texto había sido tachado y, en su lugar, podía leerse: “Queridos Reyes Magos: tráiganme un juguete cualquiera para jugar con mis amigos”.

Texto y fotos: María Carla Prieto


 

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