Las muchas caras del castrismo

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La única continuidad de la que habla Miguel Díaz-Canel es la de perpetuar el castrismo y sus tropelías

Cuando se escriba la verdadera historia de Cuba después de 1959, del castrismo, serán muchas las caras de la barbarie. En 62 años lo han destrozado todo, sin dejar nada en pie.

Hoy el oficialista periódico Granma ha sacado en portada una foto de Miguel Díaz-Canel, mucho más joven y delgado, cortejando entonces al dictador Fidel Castro. Canel en esa época quizás ni imaginaba que sería puesto en primera línea, aunque ya con su mirada complaciente ante el poder se iba asegurando un ascenso. Se le ve reír -al costado del vejete de verde olivo. Ambos con banderitas patrioteras, de esas para desfiles en los que todos aplaudían como autómatas.

La foto de Granma viene acompañada, calzada, enlazada, con un discurso de Castro de aquel 1992, año del denominado con eufemismo Período Especial y que pareciera nunca ha finalizado.

En cada palabra del dictador, como siempre ha hecho el castrismo, se percibe ese espíritu de división, de estigmatizar, de señalar al que no se suma a la unanimidad que exige su «Revolución», la que hizo para alimentar su ego indomable y colmar de privilegios a los más cercanos y asegurados adeptos.

Decía Castro en ese discurso:

«Los tiempos difíciles son los tiempos difíciles. En los tiempos difíciles el número de vacilantes aumenta; en los tiempos difíciles –y eso es una ley de la historia– hay quienes se confunden, hay quienes se desalientan, hay quienes se acobardan, hay quienes se reblandecen, hay quienes traicionan, hay quienes desertan. Eso pasa en todas las épocas y en todas las revoluciones. Pero también en los tiempos difíciles es cuando realmente se prueban los hombres y las mujeres; en los tiempos difíciles es cuando se prueban, realmente, los que valen algo».

Para el castrismo los únicos cubanos que tienen algún valor -que siempre lo han tenido- son los que le vitorean, los que justifican cada barbarie, los que dan palmas sin ni siquiera preguntarse a qué. Los otros -los que disienten- han sido señalados durante más de seis décadas como lacra, delincuencia, escoria, gusanos y mercenarios.

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