Por qué tantos pagan un coyote y no quieren ser patrocinador

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La aparición en el panorama migratorio de los cubanos de la figura del patrocinador ha dejado no pocas alegrías, pero también sinsabores, en la boca de miles de nacidos en la isla ubicada a tan solo 90 millas del país más poderoso del mundo: Estados Unidos.

Muchos suelen creer que todo el mundo en Cuba tiene un familiar o un amigo emigrado – principalmente en los Estados Unidos – y esto es falso. Muchos cubanos recién llegados a Miami o a los Estados Unidos lo han hecho sin una figura que los reciba; y a no dudarlo algunos se han ofrecido y luego han dicho que no, o simplemente «han cambiado de teléfono».

Aquellos que antes embullaban a los cubanos a escapar de la isla, ponderando sobremanera las lógicas bondades del norte, ahora se niegan a ser el patrocinador que reciba y ampare a algún que otro migrante.

Dicho de otra manera: prefieren pagar un coyote – o preferían pagarlo – que patrocinar a la misma persona.

¿Por qué sucede esto?

Jesús López, un cubano que en el año 1996 cerró la puerta de la habitación de su hotel en México D.F y tomó un vuelo a Monterrey, y de ahí «caminó» hasta la frontera, aseguraba el pasado sábado que, convertirse en patrocinador de alguien, es algo que él solo haría si fuera por un padre o un hermano. Parte de lo hablado durante una conversación que duró casi una hora, quedan recogidos aquí.

«Cuando yo entré, contaba por Facebook Messenger, y cuando entraron miles después que yo, nos daban un Parole. Ibas, días después a una agencia de ayudas a Inmigrantes y ellos se encargaban de orientarte y ayudarte en todo. Te daban dinero cash, Food Stamp, Medicaid por 6 meses y todos los trámites que hacías, permiso de trabajo, residencia, si tenías bajos ingresos o estabas sin trabajar, recibías perdón de pago. Incluso, si trabajabas, pero todavía conservabas los Food Stamp, aplicabas para el perdón de pago. Ya todo eso se acabó.

Y agrega:

«Ahora el patrocinador es el que tiene que correr con todos estos gastos. Por eso era más cómodo pagar un coyote, y que cuando cruzaran la frontera el gobierno se encargara de ti durante todo ese tiempo. A mi sobrina le daban creo $295 dólares en los EBT (Food Stamp) y con eso comíamos tres en la casa, cuando la recibimos en el 2007.»

Jesús recuerda el caso de una vecina, M.H, quien recibía por ella y por sus dos hijas $500 y tantos dólares por la tarjeta de comida.

«Todos los meses vendía más de la mitad del dinero de los Food Stamp. Se iba a Macy´s a los Miccosukee también, con ese dinero. A jugar. Ahora, el que quiera ir a Macy´s o a Ross y a los casinos, tendrá que hacerlo con el dinero del patrocinador. Y yo no creo que haya muchos patrocinadores que quieran dar dinero para que el recién llegado se vaya a jugar a los Mico,» aclara.

«Lo otro es que, al hacerte cargo de una persona, te haces cargo de TODO. Si cae enfermo, si tiene un accidente, si se mete en un lío. No es fácil ser patrocinador. Hay quien ni califica, como yo – ya es jubilado – para hacerlo.

«Lo otro. ¿Sabes cuántos cubanos van a Cuba y aparentan ser «millonarios. Cientos. Entonces, tú estás en Cuba y «Pedro», tu vecino de toda la vida va dos y tres veces al año, alquila coches y cuenta que tiene una flotilla de camiones para él. Y ahora llamas a Pedro, le pides que te patrocine y Pedro no lo hace. No puede. Te dice que no. Tú te molestas y lo comentas y entonces te enteras que Pedro es y ha sido desde hace años un simple camionero, pagando Child Support. Hay muchas personas que han descubierto que «no los quieren tanto» o que simplemente esa persona que se las daba de pudiente, ni siquiera califica para ser patrocinador.

Jesús dice que muchos en Cuba lo están vendiendo todo para pagarle a un patrocinador e irse del país.

«Ni siquiera así… es un problema. Es algo que tú harías por alguien muy cercano. Y es cómodo, sí. Lo estás viendo. Hay personas que en una semana y algo ya están aquí. Pero no, no es cómodo del todo. Y hay que entender a quién te diga que no. No se trata de pensar que tú también viniste por la frontera. Yo no tengo por qué pensar igual que el que viene por la frontera. Mucho menos si casi no lo conozco, o lo dejé de ver hace muchos años.

«Además, para qué tú quieres una casa en Cuba. Si te fuiste, lo mejor que haces es olvidarte de regresar. Yo ni aunque me regalen un apartamento en el Vedado, patrocinaría a alguien que no conozco.

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