Un balsero cubano que logró llegar a EEUU en una embarcación rústica con sus dos niñas a bordo, puso sobre el tapete con su estremecedor relato, el dilema que tiene todo cubano, padre de familia, que se aventura a cruzar el estrecho de la Florida.
Un dilema que nace aquí: O se van conmigo, o las dejo detrás, con la madre, o con las abuelas.
Aquellos que como este balsero cubano, piensan que se salvan con él o mueren en la travesía, juntos, son a menudo criticados por muchos; especialmente cuando una tragedia ocurre; pero según el relato de este balsero cubano, la tragedia comienza cuando te adentras en el Golfo de México, y las olas superan el metro de altura.
«Hay unas olas en el medio del Golfo, en el Estrecho de la Florida de metro y pico dos metros, que yo pensaba que no llegaba aquí con mis hijas”, dijo Lázaro en un momento de su relato.
El balsero cubano, oriundo del poblado de Santa Fé, al norte de La Habana, asegura que los balseros deberían llamarse “cojonús” realmente porque se necesita mucha valentía y corazón para atravesar el estrecho de la Florida; pero también para robarse una embarcación de pesca, como hizo él, y salir por Santa Fé, un punto de la costa norte de Cuba especialmente vigilado por su cercanía a Jaimanitas, donde viven no pocos jerarcas cubanos, algunos como Ramiro Valdés Menéndez, con una casa con muelle, a escasos metros de una unidad de tropas Guardafronteras.
Contra todo eso tuvo que luchar el balsero cubano Lázaro Alí, quien tras horas de travesía y roturas de la caja de velocidad de la embarcación a diez kilómetros de la costa, el día de la salidad, logró llegar a tierra firme en Cayo Marquesa, con su esposa y dos niñas pequeñas.
El balsero cubano explicó que salieron a las 10 de la mañana de Cuba y que arribaron a Cayos Marquesas, un grupo de islotes deshabitados y cubiertos de manglares situados a unas 30 millas al oeste de Key West, sobre las 8 de la mañana del otro día.
Cayos Marquesas
Sobre su salida de la isla, sobre sus motivos, dice que fue el futuro de sus hijas, darle la libertad en otra tierra, lo que más lo impulsó.
“Abrí yo, ojalá sigan yéndose más, porque el futuro de todo cubano está aquí (EEUU). En Cuba no van a tener ningún futuro. Por eso yo la preparé y me fui con mis dos hijas. Tuve el valor de hacerlo…Me da mucha pena con las personas de Santa Fe, de la base, que hice buena amistad con ellas…yo no quería la embarcación para irme, pero mis hijas no van a pasar trabajo en Cuba. Me fui”.
No fue fácil el viaje. Hubo momentos en que perdió la fe; especialmente aquellos en los que vio un mar interminable delante sin sombra alguna de tierra.
«Hay que tener cojones para atravesar el estrecho de la Florida», aseguró.
Como muchos que lo intentaron y lo lograron, una vez puesto los pies en la tierra y conocida y vivida la experiencia, aconsejó a otros a que no lo hagan, aunque advirtió a los que tienen decidido hacerlo:
«(…) deben tener cojones para hacerlo y venir bien preparado porque esto no es cosa de juego y menos cuando se sale con estas niñas”
Dijo que de no haberlo logrado, no volvería a intentarlo, porque el haber vivido el peligro, la zozobra por la vida de sus hijas y los miedos y temores que todos vivieron a bordo, no merece la pena el riesgo.
«Si lo tuviera que hacer otra vez no lo vuelvo hacer por mis hijas. Muy riesgoso», admitió el cubano.
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