Tal y como lucen las cosas, porque la transmisión fue ayer -diferida- a través de la oficialista Mesa Redonda, varios periodistas cubanos le dieron hasta con el cubo a Miguel Díaz-Canel.
Las imágenes muestran cómo fue duramente criticado -a chaquetón quitado, como él afirma que le gustan las cosas-, pero el mandatario cubano afirmó fríamente que no se arrepiente de haber dado la orden que dio. Esa de llamar a los revolucionarios a las calles, para defender a la Patria el pasado 11 de julio.
En el video aquí debajo Díaz-Canel reconoce que «pudo haber algún exceso», cuando lo correcto hubiese sido reconocer que vio fotos y videos de muchos excesos. ¿O acaso él no ha indagado por sí solo sobre lo sucedido ese día? ¿O acaso solo ha visto las imágenes que le envió la oficina dirigida por Rogelio Polanco?
El mandatario cubano expresó también que «a las familias de los detenidos se les avisó cuando se pudo», y aseguró, casi que poniendo sus manos al fuego o bajo una picota, que nadie había sido torturado.
Evidentemente Díaz-Canel no lo ha visto todo, ni ha leído nada. Basta solo el ejemplo contado por Leonardo Romero Negrín, y su discurso se desmorona.
Según el testimonio que ofreció a La Joven Cuba, contra un estudiante suyo y contra él específicamente no hubo un «exceso» sino varios. En el momento de su arresto, y ya dentro de la prisión.
En unas declaraciones que se hicieron virales, Romero Negrín mencionó cómo fue víctima de la más cruenta represión policíal; cómo lo tiraron al suelo y le dieron patadas, como luego, con una tabla, lo golpearon en las piernas.
También narró como a un anciano lo pasaron por el «somatón», que no es otra cosa que pasar por delante de una fila de policías, para ser golpeados.
«Lo que me hicieron a mÍ fue poco. Hay gente que tiene moretones en los ojos, hay personas con yeso, dedos fracturados»,
agregó.
«Cuando llegamos a la unidad nos desnudaron a todos y nos decían que éramos unos maricones, unos chupa pingas y aquí les vamos a coger el culo, esa es la realidad», explicó.
«Se me acercaban por atrás, me agarraban por el pelo y decían ‘chinita, con este pelito se puede hacer tremendo peluquín’ y nos tocaban las nalgas»,
señaló.
A este tipo de excesos se refirió la periodista Lirians Gordillo Piña, de la Editorial de la Mujer, en su intervención televisada ayer de manera diferida, entre cortes, cuando le recordó a Díaz-Canel que él había prometido que se iban a pedir disculpas allí donde se hubiera cometido un exceso. Sin embargo, el llamado «puesto a dedo» no lo entendió así.
También fue «crítica» la intervención de Cristina Escobar, aunque su discurso fue por otro lado. Cristina, a quien al parecer los meses en una universidad de Londres le abrieron un poco las entendederas, ya por lo menos aprendió que al presidente de un país «se le pueden halar las orejas».
En días pasados, si bien aludía a factores externos organizados para derrocar el proceso revolucionario en la isla, Cristina reconocía no obstante la porquería en que se había convertido el periodismo en la isla. Y sobre ese mismo tema le habló ayer al odiado mandatario cubano.
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Ayer, según lo visto en la Mesa Redonda, volvió sobre su tesis, y aunque apenas se limitó a no «pasarse de la raya», sin dudas debió haber hecho «pensar» a Díaz-Canel.
En su intervención, aunque se encontraba un poco distante del mandatario, Cristina Escobar esclareció lo suficientemente alto lo siguiente; tal y cómo lo resume el internauta Jorge Luis Ríos García.
Que… «todo fallo del sistema de medios es un fallo del sistema de comunicación de la Revolución, del gobierno».
«Persiste mentalidad de plaza sitiada. Ejemplo: Yo como prensa cargo con las quejas y las insatisfacciones de la gente. Cuando no es mi rol explicar lo que debía explicar el MINCIN, el MININT, el que sea. Esa no es mi pincha, la mía es otra. Pero entonces, por todos aquellos que no lo hacen… la culpa es mía».
En una parte de su intervención, Cristina le dijo a Díaz-Canel:
«Cuando usted presidente fue a San Isidro el reporte fue de su reunión en San Isidro. NO. El relato debía ser sobre usted en la calle. Eso es periodismo. Hay que sacar de la reunión al dirigente político. Porque parece que eso es todo lo que hace … hay que poner su interacción con la gente. Esa es la realidad, no la estamos inventando.
¿Cuál es la noticia aquí? ¿La reunión con los factores o la interacción con el pueblo? Nos perdimos la imagen fresca, optimista, linda, que ofrece esperanza al ver al presidente interactuando con las personas en una zona preterida, en un barrio empobrecido. Conozco la zona… nada me es ajeno, yo nací en Luyanó.
(…) Hay mucha gente que salió el 11J que no tiene esos privilegios y son parte de este pueblo y a ellos hay que hablarles» (ver intervención de Cristina a partir del 1:08:50).
El resumen de lo «sucedido» en la reunión entre Díaz-Canel y los periodistas cubanos puede definirse sin lugar a dudas como una «oportunidad» para que estos se desahogaran. Algunos lo hicieron de manera muy hábil, buscando seguir en ese puesto que tienen, sin buscarse problemas, sin perder las prebendas alcanzadas; otros lo hicieron creyendo que, verdaderamente, alguien va a tomar nota de lo que allí se dijo.
Ya ese película se la hicieron ver a muchos.