Adolescente arrestada el 11J en Cuba cuenta experiencia en prisión

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La golpearon, la metieron por la fuerza en una patrulla de la PNR y la llevaron a una Unidad de la Policía donde le dijeron que era tan contrarrevolucionaria como su madre. De esta, le dijeron que estaba esperándola afuera para caerle a golpes con un palo. Tiene apenas 17 años, es una adolescente que fue arrestada, y su nombre es Gabriela Zequeira Hernández.

Gabriela Zequeira Hernández es una adolescente arrestada en la isla durante las manifestaciones del 11J y condenada a ocho meses de prisión que luego fueron «cambiados» por reclusión domiciliaria con un periodo similar, una de las cinco medidas cautelares que autoriza la Ley de Procedimiento Penal cubana.

Todo debido a esto: su presunta «participación» en las protestas del pasado 11 de julio.

Esta participación puede estar dada por haber salido a la calle; fotografiar, filmar. Las tres cosas, para el gobierno cubano, constituyen un delito. Y por ello la adolescente fue condenada. ¿O no?

Trece días después de ese 11 de julio, una fecha histórica e inédita en la Cuba pos 1959, Gabriela fue puesta en libertad luego de que miles de antillanos se movilizaran por diversas vías para exponer las arbitrariedades del régimen, que incluyen el arresto con violencia de menores de edad.

La modificación de la medida cautelar en el caso de esta adolescente arrestada no obedece a un reconocimiento tácito del régimen de que, en su caso, se obró mal. El gobierno ni siquiera ha reconocido su equivocación. No han pedido disculpas, sino que han argumentado que habrían actuado «de buena fe», en defensa de las ¿conquistas? del socialismo. Tampoco han abierto una investigación para esclarecer los hechos que rodean las detenciones de los menores de edad.

Con apenas 17 años de edad, la adolescente arrestada conoció la ya tristemente célebre Prisión de Mujeres de Occidente, conocida como “El Guatao”.

Ningún medio oficial tuvo acceso antes a su testimonio, ni ahora les interesa entrevistarla. Gracias al portal Cubanet, se ha conocido su versión de los hechos. Ella regresaba de la peluquería cuando «se quedó mirando porque nunca había visto una manifestación”.

“Ese día, el 11 de julio, los oficiales me agarraron tan fuerte para entrarme en la patrulla que me lastimaron, me trataron como si yo fuese cualquier cosa y no una menor de edad; pregunté incluso por qué estaba ahí y una oficial me dijo que era para que viera que no me podía manifestar contra la Revolución, que yo era una contrarrevolucionaria”, recuerda.

El mismo día que le dijeron a la adolescente arrestada que su madre estaba fuera para caerle a golpes, esta la buscaba desesperada por todas las estaciones de policía de La Habana.

«Ni siquiera sabía dónde yo estaba,” explica la menor.

Fue solo, 48 horas después, el 13 de julio, que su madre supo de su paradero. En Villa Marista, centro principal de operaciones del Departamento de la Seguridad del Estado, le dijeron que su hija se encontraba en la estación policial de 100 y Aldabó.

Allí, según cuenta esta adolescente que fue arrestada, el día que la llevaron le pidieron que se quitara la ropa, que hiciera cinco cuclillas, que tosiera fuerte y, finalmente, que se introdujera el dedo en sus partes íntimas.

“Me llevaron a una celda en la que hacía mucho calor, cada vez que cogía el sueño me llamaban y abrían la puerta como si nada y me ponían el noticiero a toda hora y alto; me decían que yo era menor de edad para algunas cosas, pero no para otras, y que en ese momento era mayor de edad», dice Gabriela.

“Cuando me llamaron a dar mi declaración dije todo tal y como lo había hecho y me dijeron que firmara. Les dije que no podía hacerlo porque era menor de edad y me dijeron que no tenía nada que ver. Después, cuando entré al calabozo, otras muchachas me dijeron que tenía el derecho de no declarar hasta que no fuera el abogado o mi mamá”, explica.

Según revela Laritza Diversent, directora del Centro de Información Legal Cubalex, el instructor del caso ni siquiera le informó a la menor sobre los derechos que le asistían.

«No la instruyeron correctamente de los cargos que le imputaron y se aprovecharon de su ingenuidad,» dice la abogada.

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La joven cuenta ahora que el momento más difícil que vivió dentro de la prisión fue cuando un mayor, identificado como Abel, le dijo que “iba a buscar a dos hombres, ‘manguera’ y ‘mandarria’, uno mulato fuerte y otro negro grande, para pabellón”. O sea, que dos hombres sostendrían sexo con ella.

“Yo pensaba que pabellón era encerrarte para que te cayeran a golpes, pero cuando llego a mi casa que le cuento todo a mi familia es que me entero lo que significa pabellón en la cárcel”, relata.

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