Cuba, una trampa mortal para los ancianos

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No tenían muchas opciones sobre la mesa. Escapar, salir de Cuba, enviar medicinas, dinero, alimentos para ayudar a sus padres, a sus abuelos, a su familia o quedarse en la isla para compartir la precariedad y quedarse sin la oportunidad de ayudar a los más necesitados de la familia. Ese ha sido el dilema de miles de jóvenes cubanos que abandonaron el país para buscar un mejor futuro para ellos y para su familia. Pero la decisión, como todo parteaguas, ha traído como consecuencia que hoy en Cuba vivan muchos ancianos solos; algunos tienen la posibilidad de vivir lo mejor posible gracias a sus hijos o nietos que prácticamente todo lo que ganan en su trabajo en el capitalismo lo envían a sus seres queridos y otros por circunstancias de la vida han quedado solos con una jubilación de hambre. Y todos sabemos lo que eso significa en la Cuba de la crisis y el desarraigo.

Hay muchos ancianos en Cuba que incluso han impulsado a los hijos a irse al confirmar que todo lo que creyeron un día se desvaneció como un castillo de nieve. Desencantados, con la mirada llena de frustración por el país que nunca fue, le propiciaron la última energía para escapar de la miseria y de alguna forma, con esa decisión, escapar ellos también. Quizá no se sientan tan solos porque la mayoría de sus hijos, de los cubanos, nunca olvidan y viven fuera de Cuba con la cabeza puesta en sus “ viejos”, en los rincones de la casa, en esa primera familia por la que son capaces de dar todo.

Pero existe otra cara de la moneda. Los ancianos solos. De espíritu y sin el calor familiar. Desahuciados por un estado que no puede cubrir sus necesidades básicas. Sin medicamentos. Sin alimentos. Sin otro confort para su espíritu que alguna conversación vecinal o la acción de algún alma caritativa que les sufrague al menos un día el plato que deben llevar a la mesa.

En la isla cada vez más se ven escenas que para los cubanos eran solo un panorama lejano. Ancianos hurgando en la basura, ancianos que caen por hambre en medio de la calle, ancianos que aparecen muertos sin otra explicación que la falta de medicinas, alimentos o la desatención.

No se sabe hasta dónde llegaran los duros capítulos de la soledad en un país cuya migración se incrementa cada vez más. Recientemente salieron datos sobre los miles de documentos legalizados por el Minrex. Esto solo indica que los cubanos siguen cuesta arriba con el plan de marcharse. De dejar atrás un país en el que no pudieron cumplir sus mínimos sueños. Lo que no ha dado el gobierno son las cifras de los miles de ancianos que quedan en una soledad que como el silencio también se puede sentir. Y el sonido de ese dolor es una de las cosas más crueles que se pueden escuchar.

Hace apenas unos días una familia logró traer a Miami al más longevo de la familia. Al “roble familiar”. Sus caras irradiaban felicidad. Habían cumplido su objetivo de emigrar sin dejar finalmente a nadie detrás. En otra ocasión otro anciano de 87 años llegó a Miami y nos comentó que en Cuba la soledad lo estaba matando poco a poco como esa gota que nos cae sobre la cabeza hasta llegar a la locura.

Sin embargo, la historia de la Cuba migrante deja imágenes de un presente del que nadie sabrá cual será el final. Es la historia de la Cuba migrante pero sobre todo de la permanecía a toda costa de un estado que debía ocuparse de las personas que le entregaron su vida y después de décadas solo tiene para retribuirle  la soledad y un camino de vicisitud  que deben recorrer solos como si nunca hubieran existido ni se hubieran entregado en cuerpo y alma a un futuro que se convirtió finamente en una  trampa mortal.

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