Comisión Nacional de Béisbol en Cuba lanza una vez más el cuento de la buena pipa

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La Comisión Nacional de Béisbol (CNB) en Cuba ha estado en el centro de una controversia que se asemeja más a un cuento sin fin, el «cuento de la buena pipa», que a una gestión transparente y eficaz del deporte.

Tras un incidente en el que se falseó la identidad del árbitro Ricardo Campanioni en un juego entre Pinar del Río y Matanzas, la CNB se ha visto envuelta en un embrollo que ha desencadenado críticas y sanciones que muchos consideran insuficientes y confusas.

El problema comenzó cuando se alteró la identidad de un árbitro que había sido sancionado, por una jugada en 3ra base, y a quien presuntamente se le cambió el nombre para que volviese a actuar; una acción que, según declaraciones iniciales de la CNB, no fue autorizada por las altas esferas de la comisión.

La jugada, que podemos apreciar aquí debajo, era un OUT de calle, pero el árbitro la decretó quieto, lo que a muchos les hizo pensar que el árbitro había sido comprado y que como mínimo, debía ser sancionado a par de juegos. Sin embargo, eso no fue lo que sucedió. Simplemente lo pusieron otra vez, al otro día, en la 2da base.

Cuando todos, periodistas y anotadores y público se dieron cuenta, comenzaron las protestas, y la Comisión Nacional de Béisbol se apresuró a lanzar un tuit acusando de mentirosos a los que hicieron la denuncia. Cuando las evidencias los acorralaron entonces, crearon «una comisión para investigar lo sucedido».

El pasado 29 de abril, en una conferencia de prensa, los directivos de la CNB aseguraron que ni el comisario de árbitros ni el de juego habían dado tal orden, desvinculando a cualquier autoridad superior de la Comisión de la decisión. Sin embargo, «alguien» con poder para hacerlo lo decretó. ¿Quién? No se sabe. O sí, se sabe, pero no quiere decirse.

Dos semanas después de crear una comisión de investigación, la CNB presentó una lista de sancionados que incluía al propio árbitro, el asistente del anotador, el supervisor, el comisario y la jefa de grupo, revelando así que todos los involucrados eran parte de la CNB; pero todos, pejes chiquitos.

Toda esta contradicción ha generado un considerable escepticismo y descontento entre los seguidores y profesionales del béisbol en Cuba.

Según el periodista Aliet Arzola, citando la postura oficial de la CNB, se intenta hacer creer que la decisión de cambiarle el nombre al árbitro y ponerlo en la base más alejada, como para confundir al público en el estadio, se tomó sin consultar a los altos mandos en La Habana, una versión que muchos, incluido Arzola, encuentran difícil de creer.

La falta de autocrítica y la tendencia a usar a los eslabones más débiles de la cadena como chivos expiatorios ha llevado a Arzola y a otros a cuestionar la ética y la integridad de la Comisión; porque nadie se cree que esa decisión haya sido tomada por un Jefe de Grupo.

Los comentarios públicos en respuesta a la situación han sido igualmente críticos.

Ernesto Amaya Esquivel, periodista en Pinar del Río, lugar donde sucedieron los hechos, expresó a modo de comentario en el post de Arzola, su desconcierto ante las sanciones desiguales y señala cómo algunos individuos con menor implicación han sido castigados de manera desproporcionada.

La jefa de grupo, menciona, solo fue sancionada a dos subseries, mientras que otros, con aparentemente más responsabilidad, recibieron castigos menores o equivalentes.

Amaya también fue testigo de cómo algunas advertencias sobre la situación dichas en su momento por uno de los de ahora sancionados, fueron ignoradas por las autoridades, incrementando la frustración entre los aficionados y los medios.

Este escenario refleja no solo la turbulencia dentro de la CNB sino también un patrón más amplio de gestión y comunicación deficiente en las estructuras deportivas cubanas.

Las acusaciones de manipulación y la falta de responsabilidad transparente por parte de los líderes de la CNB han manchado la reputación del béisbol en Cuba, un deporte que históricamente ha sido fuente de orgullo nacional.

Y no son de ahora. Recordemos el caso del pelotero cubano Alfredo Despaigne cuando «fue sorprendido» jugando con un pasaporte falso – a nombre de un dominicano – en la Liga de México. Primeramente la Comisión Nacional de Béisbol se desentendió del asunto. Luego, ya descubierta, y sin modo de justificarse, asumió que sí, que lo había hecho.

En ese momento, el más revolucionario de todos los de la Comisión Nacional de Béisbol y amigo personal de Fidel Castro, Higinio Vélez, se echó la culpa encima. Higinio prácticamente se inmoló, haciéndose el responsable de haberle dado el pasaporte falso a Despaigne pero, a pesar de la gravedad del delito, nadie cayó; nadie rindió cuenta por el delito de falsificación, engaño, etc. Higinio continuó en su puesto y Alfredo marchó a Japón.

La situación ahora con el árbitro, y otras gotas que han estado desbordando la copa, demandan una reforma significativa dentro de la CNB para restaurar la confianza en la administración del béisbol cubano.

Todos esperan que se tomen acciones concretas que vayan más allá del «cuento de la buena pipa», con declaraciones y desmentidos que todo el mundo sabe que son M-E-N-T-I-R-A-S, en las que las promesas de justicia y claridad nunca se materializan completamente.

El primer paso sería desmantelar la CNB e independizarla del Estado – fallido por demás – pero eso es como el cuento, no el de la buena pipa, sino aquel otro que reza: ¿Quién le pone el cascabel al gato?.

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