Una breve explicación sobre las imágenes que divulga el régimen de lo acontecido en Occidente con Rafael

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Las imágenes que los medios oficialistas cubanos han difundido tras el paso del huracán Rafael por el Occidente de Cuba tienen un carácter notablemente selectivo y cuidadosamente elaborado. Si alguien tiene alguna duda acerca de cómo el régimen manipula la realidad a través de los medios de información que, para colmo de males, los tiene a todos controlados, lo invito a hacer este análisis.

Una imagen, divulgada en la cuenta de X – antigua Twitter – de la Presidencia de Cuba muestra a los dirigentes cubanos reunidos a ambos lados de una mesa. Se sugiere debate profundo y diálogo.

Al fondo, dos fotos. Una de Fidel Castro y otra de su hermano Raúl. Ambos vestidos de verdeolivo. Ambos tienen el brazo en alto y el puño cerrado en señal evidente de lucha y victoria.

La constante alusión al legado de los líderes anteriores (como se refleja en los retratos de Fidel y Raúl Castro en la sala de reuniones) intenta conectar las acciones presentes con la historia revolucionaria del país, reforzando un sentido de continuidad histórica, de apego, explicativo de «por qué estamos aquí, por qué llegamos aquí nosotros».

Las otras imágenes divulgadas en la prensa oficial, muestran a Miguel Díaz-Canel y otros líderes del régimen cubano participando en actividades de supervisión y trabajo tras el paso de Rafael por el Occidente de Cuba. En las fotografías se les ve tanto en reuniones formales como en recorridos por áreas afectadas y colaborando en la limpieza de escombros. Todos vestidos con ropas militares. Tal parece que ni quiere disfrazar lo que son: un régimen totalitario y militarizado.

La primera impresión, sin embargo, es que el régimen quiere transmitir una imagen de cercanía y compromiso de los militares con la población. Las fotos muestran a los dirigentes vestidos con ropas de estilo militar, en un intento de proyectar una imagen de control, preparación y trabajo activo, pero evidentemente hay una narrativa hegemónica.

Este enfoque no es nuevo en Cuba; las representaciones públicas de sus líderes en situaciones de emergencia buscan reforzar la narrativa de que están presentes y liderando la recuperación. Sin embargo, en ocasiones como estas, las imágenes pueden percibirse más como un ejercicio de propaganda que como un reflejo genuino de efectividad y empatía.

En varias de las imágenes, se pueden ver rostros serios y actitudes de concentración, rodeados de personas trabajando, lo que busca enfatizar que hay coordinación y que los esfuerzos se dirigen a la resolución de los problemas.

La inclusión de trabajadores y ciudadanos en el fondo refuerza la idea de una colaboración entre gobierno y pueblo, aunque la autenticidad de esta interacción pueda ser cuestionada en un análisis más crítico. Por otro lado, la repetición de ciertos elementos como uniformes y el uso de entornos controlados para las reuniones pueden hacer que estas imágenes se vean planificadas, restando espontaneidad.

Las imágenes, todas, proyectan un mensaje de autoridad y acción del régimen, pero pueden ser vistas por muchos como parte de una estrategia mediática diseñada para destacar la presencia de los líderes más que los resultados concretos de su gestión.

Sin embargo, la realidad que estas imágenes eluden es la miseria cotidiana en la que vive la población, una situación que se ha exacerbado con la llegada del huracán. La falta de diversidad en el contenido visual también es evidente.

Por ejemplo, entre las pocas imágenes que muestran los estragos está la fotografía repetida de una torre de transmisión eléctrica colapsada en Artemisa. Este tipo de fotografía ilustra el daño a infraestructuras, pero no aborda el impacto real y profundo en la vida de los ciudadanos comunes.

No se han divulgado imágenes de viviendas derrumbadas ni escenas que muestren el sufrimiento y la incertidumbre que enfrentan las familias afectadas, lo que en muchos casos es la realidad diaria de los cubanos, incluso sin que pase un fenómeno como Rafael.

La ausencia de este tipo de representaciones visuales deja un vacío en la cobertura, presentando una narrativa incompleta que busca minimizar la gravedad de la situación. En lugar de transmitir la angustia y el desespero que inevitablemente acompañan un desastre de tal magnitud, los medios se enfocan en las imágenes de “control”, donde el gobierno parece tener todo bajo mando.

Esta selección sesgada de imágenes contribuye a reforzar la percepción de que las autoridades priorizan la apariencia de orden sobre la transparencia y la empatía hacia el pueblo. La omisión de imágenes que muestren la verdadera magnitud de la destrucción y el dolor humano es una estrategia que busca proteger la imagen del régimen, mientras la realidad de la población queda relegada al silencio.

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