Quien escribe, que asistió al acto, no es ni ultraderechista, ni fascista, ni Trumpista. Es simplemente un cubano apegado a la verdad e interesado en que Cuba se libere de los sátrapas que la mal gobiernan.
La pésima estrategia comunicacional del régimen cubano ha vuelto a dejar en evidencia su ineficacia a la hora de informar sobre sucesos importantes en la isla. Dos recientes incidentes han demostrado el desorden informativo que reina en los medios oficiales, generando desconcierto y frustración en la población.
Ambos casos subrayan la falta de respeto por los derechos humanos y la vida en Cuba. Los presos políticos continúan siendo usados como moneda de cambio, mientras que las familias de los fallecidos en Holguín buscan respuestas en medio del silencio institucional. Es evidente que, para el régimen, la narrativa oficial es más importante que la justicia y la verdad.
La captura del culpable llega como un consuelo tardío, pero no borra el vacío informativo ni la sensación de inseguridad que persiste en la sociedad cubana. Una Ley de Comunicación que no comunica, en esencia, es solo papel mojado.
Esta selección sesgada de imágenes contribuye a reforzar la percepción de que las autoridades priorizan la apariencia de orden sobre la transparencia y la empatía hacia el pueblo. La omisión de imágenes que muestren la verdadera magnitud de la destrucción y el dolor humano es una estrategia que busca proteger la imagen del régimen, mientras la realidad de la población queda relegada al silencio.
Cada día en las redes sociales se vierten quejas de los cubanos. El maltrato hacia ellos es generalizado. Incluso, fuera de Cuba, porque conocen que tal parecen son migrantes carentes de derecho, pues ni los embajadores, ni los diplomáticos cubanos mueven un dedo para representarlos.