No puede decirse que el Papa Francisco no fuera paciente, pero incluso el más santo puede llegar a explotar, y ese día llegó para el Sumo Pontífice: en una entrevista con la agencia argentina Infobae, el jerarca de la Iglesia Católica afirmó que Nicaragua sufre una “dictadura grosera” encabezada por una persona desequilibrada, en este caso, el presidente Daniel Ortega.
“Con mucho respeto, no me queda otra que pensar en un desequilibrio de la persona que dirige (Ortega). Ahí tenemos un obispo preso (Rolando Álvarez), un hombre muy serio, muy capaz. Quiso dar su testimonio y no aceptó el exilio. Es una cosa que está fuera de lo que estamos viviendo, es como si fuera traer la dictadura comunista de 1917 o la hitleriana del 35, traer aquí las mismas… Son un tipo de dictaduras groseras”, lamentó el Papa.
Argentino de nacimiento y de nombre secular Jorge Bergoglio, Francisco usó un término de su país para definir al régimen de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo: “guarangas”, que significa descarado, maleducado, vulgar.
El religioso respondió así a una pregunta sobre el reciente destierro de 222 opositores, entre ellos monseñor Álvarez, obispo de Matagalpa, quien se negó a ser expatriado, y en represalia el Gobierno de Ortega y Murillo le cambió la prisión domiciliar por una celda en la cárcel Modelo, y recién lo condenó a 26 años de cárcel, por presunto menoscabo de la integridad de la Patria.
En reciente acto público, Ortega arremetió contra el catolicismo, y afirmó que “los obispos, los curas, los papas, son una mafia”. A su vez, Murillo gusta de la prédica esotérica y una y otra vez invoca a Dios, pero no le tiembla la mano para reprimir cualquier posible sombra. En el país crece la influencia de los cultos evangélicos, los cuales no le son incómodos al dúo en el poder.
La Iglesia Católica fue la piedra en el zapato de la dictadura nicaragüense cuando aupó las protestas populares que estallaron en 2018 en reclamo de la salida del poder de Ortega y Murillo, las cuales fueron duramente reprimidas por las autoridades, que se dijeron víctimas de un intento de golpe de Estado.
Aparte de los muertos, aquellas manifestaciones dejaron un gran número de presos que el Gobierno consideraba delincuentes comunes, y la oposición calificó de prisioneros políticos. El obispo auxiliar de Managua, Silvio Baez, así como el cardenal Leopoldo Brenes, fueron atacados por el oficialismo, al punto que Francisco mandó a buscar al primero al Vaticano.
Hace casi un año, además, el Gobierno nicaragüense expulsó al nuncio apostólico, Waldemar Stanislaw Sommertag, quien en su momento sirvió de mediador entre el oficialismo y la oposición, en un diálogo de reconciliación que no dejó demasiado fruto.
Recién esta semana, el Ministerio de Gobernación (Interior) canceló la personería jurídica de la Universidad Juan Pablo II, de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, así como de la Universidad Cristiana Autónoma de Nicaragua (UCAN), y casi de inmediato anunció la disolución de los organismos católicos de beneficencia Caritas Nicaragua y Caritas Diocesana de Jinotega.