Influencer Edy Suárez: “Miami me ha recibido mucho mejor de lo que yo esperaba”

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MIAMI.- Este año Edy Suárez hizo el cambio más grande de su vida: tomar un avión e irse de casa. Al mudarse de La Habana a Miami terminó de romper el cascarón de niño introvertido en el que estuvo encerrado mucho tiempo, y que había empezado a quebrar cuando decidió ser actor prácticamente de manera autodidacta. 

En menos de un año en Estados Unidos, el actor, director e influencer de 25 años ha tenido avances “más que notorios”. El upgrate, la calidad del contenido y sobre todo la expansión hacia otros públicos que ha logrado desde que llegó a la Ciudad del Sol, le han hecho ganar varios miles de seguidores en redes sociales.

Apenas nueve meses le han bastado para acumular cerca de 500,000 seguidores en TikTok, una plataforma que le ha abierto las puertas al universo latino y en la que sus videos han sido vistos unas cuantas millones de veces. En el mismo periodo, ha crecido más de 250,000 seguidores en Instagram, cuando en Cuba le tomó más de dos años llegar a 100,000. 

Son números que hablan de cuánto se ha multiplicado su exposición como creador de contenidos, algo que agradece “infinitamente” porque ha pasado de ser “ignorado” por la prensa oficial cubana, a ser reconocido por importantes medios y cadenas de televisión internacionales.

Edy, que en 2020 estrenó ‘10 latidos por segundo’, la primera serie independiente que se hizo en Cuba exclusivamente para YouTube, y de la cual fue el principal motor, reconoce que el proceso de creación artística es algo que lo estresa “muchísimo”, pero, según dice a Cuballama Noticias, en la misma medida “lo disfruto”.

Con un carisma único, el joven cubano ha puesto su bis cómica en función de tocar las cotidianidades cubana y latina (que no poco se parecen). Los dramas de las telenovelas, las peculiaridades de las madres, y la vida escolar de los adolescentes son solo algunos de los puntos que Edy ha explorado como creador digital para hacer un retrato muy personal de su tiempo.   

Foto: Ímpetus25/Cortesía del entrevistado.

-¿Cuántos obstáculos tuviste para desarrollarte como actor y luego como influencer en Cuba?

-En Cuba los obstáculos existen todo el tiempo y para todo, y ser actor depende más de tener un papel que de tener talento. Actuar allá es demasiado complicado sobre todo cuando no vienes de una academia tradicional como la ENA (Escuela Nacional de Arte) o el ISA  (Instituto Superior de Arte). Empecé con el teatro como una pasión, primero como aficionado, y luego audicioné para una compañía profesional. Poco a poco, luchando contra muchas cosas, logré hacer algo de teatro y, después, como sabía que iba a ser muy complicado el camino de audicionar para medios tradicionales como la televisión y el cine en Cuba, que eran cosas que me interesaba hacer, pude usar mis recursos personales, que era lo que tenía, para realizar un audiovisual totalmente independiente. Fue difícil, pero lo logré de alguna manera. Como influencer, te enfrentas a problemas con la conexión a internet y lo costoso que es el servicio (al menos lo era en el momento en que empecé); y no conoces nada de redes sociales, cuando en el mundo las usan hace muchos años más. Además, en Cuba las redes no tienen el mismo alcance que fuera, por una cuestión de algoritmos y de comercialización. Entonces, empiezas con una desventaja muy grande. 

’10 latidos por segundo’. Foto: Eduardo Rawdríguez/Cortesía del entrevistado.

-¿Cómo nace ‘10 latidos por segundo’? 

-De la necesidad de explorar el audiovisual, de crear algo diferente. De no identificarme como espectador con nada de lo que se hacía para jóvenes en el audiovisual cubano e intentar hacer algo diferente desde la completa ignorancia, desde la novedad del no saber qué es lo que estábamos haciendo y de tratar de hacerlo con buena calidad. Con 21 años decidí escribir una serie y ponerle todas las agallas para hacerla en un contexto tan complicado como Cuba, donde es muy difícil conseguir equipamiento audiovisual y crear una logística para una producción. Es algo difícil en cualquier lugar, imagínate de manera independiente en Cuba, donde no tienes recursos, no tienes nada. Creo que lo atesoro tanto por eso, porque me costó demasiado. Fue sin dudas una locura de mi parte. 

-¿Por qué crees que la serie fue tan bien acogida?

-Por la energía que se le puso. Y cuando le pones mucha energía a algo, se retribuye de alguna manera. Pero también pienso que logramos hacer algo novedoso, un producto que los jóvenes cubanos estaban deseando ver, algo con qué identificarse y que rompía tabúes porque trataba temas que hasta el momento no se trataban con esa libertad, con esa normalidad. Por eso llamó la atención de tantos. Además, se hizo una estrategia de marketing que tampoco era usual en Cuba: con pósteres, imágenes muy llamativas, trainers, para que la gente se enganchara con lo que estábamos haciendo.  

-¿Cómo uno logra ser actor, guionista, director de fotografía y director general de una ficción?

-Asumir varios roles en una ficción es una gran responsabilidad a las espaldas. Necesitas confiar muchísimo en el equipo que te rodea para que puedas apoyarte en él mientras estás desempeñando un determinado rol. Cuando estás actuando no te puedes autodirigir, o al menos yo prefiero no hacerlo, sino que haya alguien que me asista en ese momento en la dirección. Sin el equipo, no eres nada. Es algo a lo que hay que ponerle mucho corazón, mucha bomba, mucho empeño, mucho trabajo. Y te causará mucho estrés, por lo que tiene que apasionarte lo que estás haciendo. 

-¿En qué se diferencia el trabajo de un actor en redes sociales al que hace, por ejemplo, en el teatro?

-Cuando actúas en redes sociales te estás convirtiendo en creador de contenido, lo que te lleva a hacer algo más flash, del momento, sea comedia o algo más dramático. Cuando actúas en teatro, en televisión o en cine, estás regido por otros tiempos, por un trabajo más pausado, más profundo, con más estudio. 

Edy Suárez. Foto: Cortesía del entrevistado.

-¿Qué distingue el humor que se hace exclusivamente para internet del que se produce para los medios tradicionales de comunicación?

-Creo que es muy distinto porque luchamos contra el ritmo. Tienes un minuto y 30 segundos, o dos minutos, para contar algo y para hacer reír a la gente antes de que siga scrolleando la pantalla. Necesitas captar la atención de las personas en los primeros dos segundos. Es algo que se hace demasiado efímero, demasiado breve y que a su vez es muy actual, de la tendencia.

-¿Hasta qué punto ha sido difícil crear contenido para un público más internacional?

-Siempre he tenido claro que no me quiero encasillar, ni quedar solamente en el público cubano, aunque es un público que amo y que me adora y que me representa. Siempre he querido expandirme, explorar otros mercados, y llegar con mi talento y mis ganas de hacer, a otras comunidades. Siempre ha sido una de mis metas. Más que adaptar lo cubano a lo latino (que tienen mucho que ver sobre todo en cosas de las madres, del día a día de las familias, porque tienen diferentes acentos o palabras, pero los comportamientos son similares), se trata de explorar todo lo que nos identifica, y buscar los puntos comunes, para luego equilibrar el contenido que haces para cada público. 

-¿Cómo se reinventa un humorista diariamente para no repetirse o no cansar a quienes lo siguen?

-Reinventarse es el reto de cada día, más en redes sociales, donde el video que hiciste hoy, mañana se le olvidó a la gente y ya no cuenta, sino que necesitan videos nuevos. Es una carrera contra el tiempo y contra tu propia creatividad. Hay veces que te levantas y te preguntas: ¿Qué voy a contar hoy? Lo difícil es encontrar con qué hacer reír. Es una maquinaria que, si bien es bastante estresante, supone un entrenamiento creativo fuerte. Parece fácil, pero no lo es. Tener algo que contar todos los días es extenuante, sobre todo cuando quieres hacerlo bien.

Edy Suárez. Foto: Getty Images/Cortesía del entrevistado.

-¿Por qué crees que a mucha gente le cuesta entender la labor de un influencer como un trabajo?

-Porque usamos para trabajar plataformas que todo el mundo tiene al alcance de la mano para trabajar. Entonces, cuando haces contenido que cualquiera puede hacer, pero obviamente no con la estrategia, el estudio, la planificación y el empeño que tú lo haces, se ve como algo que estás compartiendo porque quieres y te estás divirtiendo. Muchos no entienden que detrás de eso hay horas de creación. Cuando alguien mira en dos minutos lo que hiciste y sigue con su vida, piensa que a ti te tomó esos mismos dos minutos hacerlo. No se comprenden muchas veces estos procesos porque es algo novedoso y que nadie imaginó: que en estas plataformas uno pudiera llegar a generar ingresos y vivir de lo que a uno le gusta hacer. También tienen responsabilidad algunos influencers que no respetan el trabajo y hacen ver como que todos somos iguales.

-¿Miami te ha recibido como tú esperabas?

-Mucho mejor de lo que yo esperaba. Yo venía bastante predispuesto, a diferencia de mucha gente que conozco. Tal vez desde el miedo de no saber lo que iba a encontrar, creí que me esperaba lo peor. Esperaba una ciudad y un ritmo que no me iban a gustar, pero la verdad es que me he adaptado. No me puedo quejar. Estoy muy agradecido de haber llegado a esta ciudad.

-¿Cuál ha sido para ti la parte más dura de emigrar?

-Llegar solo a un país donde no tengo familia, ni apoyos tan cercanos, sino que los he tenido que ir construyendo. Toda mi familia y muchos de mis amigos, los lazos que son mis apoyos, están en Cuba y dejarlos atrás ha sido un reto. Es lo que identifica al inmigrante: dejar toda tu vida atrás. No obstante, reconozco que me ha ido bastante bien. 

-¿Qué es lo más conmovedor que te ha pasado como figura pública?

-Los mensajes que recibo a diario de personas diciéndome que sus familiares, dentro y fuera de Cuba, hablan sobre mis videos. Que alguien me confiese que se encontraba deprimido y que le arreglé el día porque lo hice reír. Cuando hice “10 latidos por segundo”, por ejemplo, hubo gente que le puso la serie a sus padres para confesarles que eran homosexuales. Es gratificante pensar que puedes cambiarle la vida a alguien.

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