Díaz-Canel quiere que hasta los espíritus le ayuden

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En un país donde la juventud está en fuga total, Díaz-Canel apeló al «trabajo político ideológico» con las nuevas generaciones, de quienes dijo «se comunican a través de códigos muy propios, diferentes de los anteriores».

El momento no pudo ser mejor. Aprovechando la profunda religiosidad del cubano, que se pone de manifiesto como nunca cada año en el mes de diciembre; coincidente en fecha incluso con la veneración que los cubanos le hacen a San Lázaro, rey de los desvalidos y enfermos en Cuba, el gobernante cubano ha recurrido a un discurso que busca invocar no solo las fuerzas productivas, sino también las «fuerzas espirituales» de la nación.

Sí, Miguel Díaz-Canel, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, quiere que hasta los espíritus le ayuden en revitalizar el Estado; proyecto que otrora ilusionara a muchos, y aún a pesar de la evidente debacle ilusiona unos cuántos, llamado «Revolución Cubana».

«(…) estamos convocados a actuar juntos por un objetivo común: Salvar la Patria, la Revolución, el socialismo, y vencer”. Así expresó este sábado, desde el Palacio de la Revolución.

Díaz-Canel parece haberse desviado hacia una retórica que roza lo intangible e inexistente para muchos. Lejos de inspirar una verdadera renovación o esperanza, o transformación económica verdadera – y democrática – parece resignado a enfrentar la realidad con una escopeta vieja, y sin perdigones en la mano.

Citó incluso al apóstol cuando señaló que “a un plan obedece nuestro enemigo: el plan de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos (…)», pero exhortó a no abrumarse, «ni agobiar, desunir ni desmovilizar”; al contrario pidió ser «optimistas» y tener siempre “confianza en la victoria» con «resistencia creativa”.

Parafraseó también a su inspiración más cercana, Fidel, cuando dijo que se debe “corregir todo lo que se aparte del espíritu de la Revolución”; y de saber crear soluciones nuevas para todos los problemas.

Al hacer referencia al VII Pleno del PCC dijo que «se ha discutido sin complacencia y con un aprovechamiento bastante óptimo del tiempo”, aunque reconoció que «los esfuerzos» todavía «no se traducen en soluciones». Mencionó «medidas que no fructificaron», «pronósticos que no se cumplieron” y hasta aludió a su vice primer ministro y titular de Economía y Planificación, cuando dijo que «las medidas adoptadas para contener la inflación no han sido efectivas».

Dijo que «lo que el pueblo espera son resultados» y que a ellos les corresponde actuar para «poner comida en el plato de la gente».

El cambio, entonces, presuntamente no sucedió en el 2023, pero llegará el año próximo cuando se diseñarán «acciones que deberán ponerse en práctica en 2024”.

Aseveró que la fórmula es trabajar, hacerlo bien, lo que hasta ahora no han hecho, y se quitó culpas cuando expresó que “nadie tiene la verdad absoluta”, pero dijo que «todos estamos convocados a revertir la situación actual”.

Habló de «los enemigos», externos, de quienes dijo que «intentan dañar», con «acciones que buscan romper la estabilidad del país,» y que «se sienten alentados por la política imperial que busca la asfixia económica Isla adentro».

Sobre «la contrarrevolución» (externa), advirtió: «sobre ellos, caerá todo el peso de la Ley.»

De «la contrarrevolución» interna no habló ni pizca. Aludió a que están «en guerra silenciosa», pero pidió no verla como «una desgracia insuperable», sino como un modo de hacer lo que el PCC no ha hecho en décadas de creado: superarla.

«Nos esperan nuevos análisis y más debates, relacionados con las decisiones aquí anunciadas”, y puso en marcha la máquina del tiempo al hacer referencia al «trabajo político ideológico», del cual dijo «debe generar emociones y sentimientos», «hacerse de modo muy especial con generaciones nuevas, las cuales se comunican a través de códigos muy propios, diferentes de los anteriores».

Dueño de una retórica vacía, tal vez conocedor que ya de nada le sirve invocar el espíritu de sacrificio de un pueblo que, cansado de sacrificarse durante seis décadas, decidió emprender el camino de la emigración, apela ahora a la invocación de fuerzas espirituales para justificar su permanencia en el poder.

La fe en la Revolución se desvanece cada día más, y en medio de su discurso obsoleto y desconectado de la realidad, que solo sirve para profundizar la brecha entre el gobierno y los ciudadanos, Díaz-Canel ha sacado el comodín que le quedaba en la mano terrible, que le dio el dealer Castro.

Incluso destacó la trascendencia «de caminar con el pueblo, dentro de él, de ir al corazón de los barrios», donde dijo que «la gente no ha perdido las esperanzas».

Tal vez Díaz-Canel debería dejar de invocar tanto a los espíritus y fijarse en la cantidad de casas y propiedades que se anuncian en venta en la isla.

Si no quiere consumir combustible en la búsqueda, siempre puede llegarse a Revolico.com, o echar mano a los datos. Casi medio millón de cubanos se presume se ha ido del país en los últimos cuatro años.

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