Cuatro adultos, tres hombres y una mujer, más dos menores de edad, niñas, cubanos todos, se aventuraron a cruzar en horas bien tempranas de la mañana, cuando aún parecía de noche y no habían salido siquiera los primeros rayos del Sol, el peligroso Río Bravo por un lugar que ya nos resulta conocido: Piedras Negras.
Específicamente por uno de los lados de un puente de hierro que, a juzgar por videos recientes, se ha convertido en especie de «Caminito del Guaimaral», por donde todos transitan, porque es conocido y seguro.
Una vez más un reportero del medio mexicano Impacto Visión Noticias logró captar el dramático momento. Los cubanos se identificaron como tal, y continuaron su camino, presurosos, determinados a llegar a la otra orilla. A estos dos, hombres, los acompañaba una niña de 6 años, a lo sumo.
Justo detrás, una pareja, junto a otra menor de unos diez años, les seguía los pasos. El reportero los acompañó en cada momento. Les advirtió del peligro de caminar y resbalar, en un río donde la corriente es tan fuerte, que apenas te da tiempo a un error.
Sin embargo, los adultos cubanos parecían haber estudiado el camino demasiado bien. Buscaron el lugar exacto por dónde bajar al río. Se adentraron en el agua y comenzaron a caminar con esta, apenas, llegándole a las rodillas.
Otros cubanos, por desconocimiento y desesperación, lo han intentado por otras zonas del Río Bravo y no han sobrevivido a la experiencia para contarlo.
El Río Bravo, lastimosamente, guarda bajo sus aguas la historia de decenas de cubanos que, en busca de un futuro mejor y tras una larga travesía por conquistar el llamado «Sueño Americano» quedaron a apenas unos metros de conseguirlo.
Lastimosamente cuando se escribe esta y otras historias de cubanos, mexicanos, guatemaltecos, hondureños, nicaragüenses o salvadoreños que intentaron el cruce del Río Bravo y lo lograron o no, quedan solo «en cifras»; pero el drama que arrastran y llevan en sus pequeñas mochilas – algunos sin nada – no puede dejarse a un lado. En su mayoría, todos estos migrantes, cubanos o no, que cruzan el Río Bravo, huyen de la precariedad, la miseria, la corrupción, la desesperanza, la falta de libertades y derechos civiles en no pocos casos.
En la inmensa mayoría de los casos lo logran. Otros no, y el dolor por la pérdida de una vida humana siempre resulta irremplazable.
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