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Kempinski va por su tercer hotel en Cuba: El Gran Hotel Bristol

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Kempinski afianza su presencia en el Caribe con la firma de su tercer hotel en Cuba: El Gran Hotel Bristol

El grupo europeo de hoteles de lujo Kempinski acaba de firmar un nuevo contrato de gestión con el Grupo de Turismo cubano Gaviota para la gestión administrativa de una tercera propiedad en la isla. Se trata del Gran Hotel Bristol, una joya hotelera de la Habana construida en las primeras décadas siglo pasado y que se encontraba en ruinas.

La compañía hotelera europea es ya propietaria tanto del Gran Hotel Manzana Kempinski La Habana como de la próxima apertura de otro hotel, este de playa, que llevará por nombre Cayo Guillermo Resort Kempinski.

La asociación por tercera vez con Kempinski Hotels tiene un significado inmenso para nosotros“, expresó Carlos Miguel Latuff Carmenate, presidente ejecutivo del Grupo de Turismo Gaviota.

Valoramos los estándares europeos de alta calidad y la experiencia de larga data de Kempinski y, después de haber trabajado con ellos durante un tiempo, contamos con otra fructífera colaboración en el impresionante Gran Hotel Bristol“, dijo más adelante.

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El Gran Hotel Bristol está ubicado a tan solo una cuadra Capitolio, justo donde el Boulevard habanero de San Rafael hace intersección con la calle Amistad; a una cuadra de la concurrida calle de tiendas Galiano. Breaking Travel News destaca que la nueva propiedad de Kempinski – ubicada a tan solo dos cuadras del Gran Hotel Manzana Kempinski – “está situada en el sitio enmarcado como patrimonio mundial de la UNESCO, en el casco antiguo de La Habana.

La historia del Bristol

El hotel Bristol fue construido en el año 1924 durante el primer boom hotelero cubano.

Eran los años de la Ley seca imperante en los Estados Unidos, pero también eran los años donde ya las técnicas constructivas y arquitectónicas incorporaban elementos novedosos como el uso de las vigas de acero para reforzar el hormigón, y cuyo ejemplo más emblemático en la isla es el Hotel Nacional.

Su fundador fue el hacendado asturiano Estelvino Alfonso Trapiello, un comerciante residente en México que con singular olfato para los negocios percibió que la Ley Seca estaba empujando a centenares – o millares – de turistas norteamericanos a Cuba.

A pesar de la premura con que se construyó el inmueble, se fabricó con elementos que le permitieron resistir el paso del tiempo.

Aún, a pesar del deterioro, el Hotel Bristol se mantuvo en pie, a diferencia de otros hoteles contemporáneos como el Regina, el Alamac o el Perla de Cuba, que desaparecieron del entramado urbano habanero.

El empeño puesto en la construcción del Bristol, de planta cuadrada, monolítico y sobrio, le permitió clasificar desde su misma apertura como un hotel de primera, y aunque no contaba con todo el lujo que quizás tenía un Hotel Nacional, sí contaba con todos los servicios que hacían distinguido a un hotel de su época: ascensor, teléfono, y baño con agua caliente en sus cien habitaciones; además de su privilegiada ubicación.

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Comercios por un lado, cerca de los centros de diversión que frecuentaban las clases altas del país en las calles Neptuno, Prado, Galiano, Zanja, Monte, el Bristol resistió además una serie de eventos sociales que le permitieron llegar “vivo” – como hotel funcionante y galán – al segundo boom hotelero en la isla de Cuba: el de los años 1950.

Aunque ya no era el mismo Bristol del 1924, y no podía competir en lujo con los grandes hoteles que se construían en el Vedado que poseían cabarets esplendorosos y hasta casinos en sus interiores, el Bristol mantenía su roof garden desde el que se podía observar la ciudad; y más que nada, su excelente ubicación, administración y prestigio ganado luego de 30 años, le permitió seguir operando con ganancias.

En el año 1958 el Bristol ya no era propiedad de Estelvino Alfonso Trapiello; pertenecía, según los registros hoteleros de la época a Pascacio Rodríguez Blanco, quien a su vez lo había adquirido de Ordoñez y Carral.

Una noche, en habitación simple costaba $6.00 pesos y $10.00 por las dobles, con desayuno incluído. Otros hoteles de La Habana en esa época, como el Capri, por ejemplo cobraban $18.00 y $22.00 pesos, respectivamente, mientras que los más baratos eran el Ambos Mundos ($5.00 y $8.00), ubicado en La Habana Vieja, y el Trotcha, en el Vedado, que cobraba $3.00 y $7.00 pesos, respectivamente.

Llega el 1ro de Enero de 1959

Tras el triunfo de la llamada Revolución Cubana en el 59, el hotel fue expropiado.

Fíjense que interesante que, a pesar de la expropiación, y a pesar de los planes del gobierno cubano de dar casas y utilizar inmuebles como residencias familiares y estudiantiles, el Bristol continuó brindando servicios de hostelería por muchísimos años, aunque en evidente retroceso. En el año 1989, es decir, hace tan solo 30 años, clasificaba como Hotel 2 estrellas, según la guía del Instituto Nacional del Turismo (INTUR). Aunque ya sus habitaciones no tenían agua caliente, mantenía servicio de bar, restaurante y teléfono en cada habitación, que ahora no eran 100, sino 124, tras una remodelación hecha.

Fue el llamado Período Especial, la gran crisis económica que sufrió el país en la década del 90´ del siglo pasado, lo que le dio muerte al Bristol, y poco a poco comenzó a ser ocupado por familias necesitadas y utilizado como hogar de tránsito, hasta que finalmente se convirtió en un edificio multifamiliar.

La indisciplina de sus ocupantes terminaron acelerando el deterioro del inmueble que ya contaba unos 70 años de existencia, hasta que se declaró inhabitable.

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Así estaba el hotel en el año 2017.

El Bristol no estaba muerto

De ahí, de las ruinas, renació el inmueble como ave fénix, y se espera que ahora abra nuevamente sus puertas a finales de año con este otro nuevo nombre: Gran Hotel Bristol.

Breaking Travel News expresa que “si bien se mantendrá la fachada original del edificio, el interior se presentará en un diseño contemporáneo combinado con influencias locales,” y además “ofrecerá 162 elegantes habitaciones y suites, que incluyen una suite presidencial, cinco restaurantes y bares, dos salas de juntas y un gimnasio para atender al viajero moderno en una ubicación privilegiada.”


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