En el despegue, durante el vuelo, y en un aterrizaje, la ruptura de una regla durante cualquiera de estas fases puede provocar una catástrofe aérea. Por lo general los pilotos suelen seguirlas meticulosamente una detrás de la otra – incluso no se puede saltar el orden – pero el caso de Sifis Migadis, lo recoge la historia como un caso distinto. Este piloto salvó milagrosamente casi 420 vidas al romper precisamente las reglas.
Los dramáticos eventos se desarrollaron a bordo de un avión de Olympic Airways que viajaba desde el Aeropuerto Internacional Ellinikon, el principal aeropuerto de Atenas, Grecia, hasta el JFK de Nueva York.
Cuatrocientos pasajeros abordaron el vuelo aquel 9 de agosto de 1978. Dieciocho tripulantes estaban listos para emprender el vuelo directo de larga distancia a través del Atlántico y ninguno de esos 18, ni los 420 pasajeros, sospechaban que el piloto Sifis Migadis, quien estaba a cargo del jet, con Constantinos Fikardos en el asiento del copiloto, se convertiría en un héroe, no por seguir las reglas precisamente, sino por violarlas. Romperlas.
El avión ingresó a la pista a las 2 p. m. Justo en el mismo momento del despegue, uno de los motores del avión se apagó.
Sin potencia para despegar practicamente, justo cuando ya había comprometido a despegar sucedió lo impensable. El avión no pudo elevarse lo suficiente.
Las ruedas apenas pudieron despegarse del suelo. Sifis Migadis no pudo detener el avión y al darse cuenta de que se estrellaría si decidía abortar el despegue, ordenó al copiloto Fikardos que levantara las ruedas para continuar con el despegue.
Usando sus años de experiencia, el piloto recurrió a un truco para mejorar la aerodinámica del avión, retrayendo su tren de aterrizaje a una altitud más baja de lo habitual para darle al avión más posibilidades de llegar al cielo. Normalmente el tren de aterrizaje del avión se retrae cuando el avión alcanza una altitud en la que ya no puede aterrizar en la pista. Todos lo hemos visto alguna vez: cuando el avión se eleva, las ruedas se guardan dentro de la barriga del aparato.
Sin embargo, cuando Migadis retrajo el tren de aterrizaje, el avión todavía estaba lo suficientemente bajo como para chocar con las antenas de televisión cuando pasaba bajo sobre Atenas. O peor aún: chocar contra el Monte Aigaleo, que se elevaba a 1,538 pies sobre el nivel del mar y que tenía justo delante.
Mientras tanto, el ingeniero de vuelo, en cuanto vio el daño en el motor, cortó el agua apagando el sistema de inyección de agua en todos los motores. Con esto, el avión perdió 4.500 libras de empuje.
La gente del control en tierra creía que el avión se estrellaría contra la ciudad de Atenas, mientras Sifis Migadis luchaba por elevar lo suficiente el Boeing 747 .
Había apenas alcanzado los 209 metros de altura cuando se le interpuso el primer obstáculo: una colina en el barrio de Alimos. La colina tenía 200 metros, y el avión pasó rozándola prácticamente.
Apenas la sobrepasó, el avión comenzó a perder altitud, mientras el enorme jet sobrevolaba los edificios de apartamentos de Kallithea y Nea Smyrni, casi rozando la parte superior del edificio Interamerican en la avenida Syggrou.
En ese momento, el avión volaba a una velocidad de solo 160 millas por hora a una increíble altura de 55 metros (180 pies) sobre el suelo.
Decidido a no estrellar el avión contra la ciudad, consciente de que el menor giro en el aparato haría que este se desplomase contra la ciudad de Atenas, decidió mantener la aeronave estable en posición horizontal, y aprovechar la ley de la aerodinámica.
«Rompí muchas reglas de aviación para mantener el avión en el aire,» diría después en una entrevista.
En la trayectoria recta del avión estaba el Egaleo. Migadis pensó que era mejor estrellar el avión en una zona deshabitada, incluso contra el monte, antes de tratar girar el aparato.
Según contaría después, durante esos dramáticos noventa y tres segundos, ni él ni el copiloto se dijeron nada en la cabina. Permanecieron en silencio.Concentrados, tranquilos y serenos, mientras el ingeniero de vuelo intentaba poner en marcha el motor averiado.
El milagro sucedió a las 2:05 p. m., cuando una ligera brisa ayudó al Boeing 747 a elevarse unos pies más. Magidis giró la aeronave girara levemente, justo antes de que el avión se estrellara contra el Monte Egaleo.
Habían dejado de comunicarse con la cabina para concentrarse en las maniobras, y Migadis tomó la decisión de volar sobre el mar, para vaciar parte del combustible, lo que hizo que el avión fuera más liviano, y por consiguiente le permitiera llevar el avión de regreso al aeropuerto.
Los pasajeros quedaron asombrados, pues recién habían despegado y ya estaban aterrizando de nuevo; pero la verdad es que la maniobra de Sifis Migadis fue tan sutil, que ninguno de ellos se dio cuenta del peligro al que estuvieron expuestos. Más tarde fue que conocieron que uno de los motores del avión se apagó durante el despegue.
La compostura, las habilidades y la experiencia de Migadis sin duda salvaron miles de vidas. No solo las de las 420 personas que viajaban a bordo, sino también las de aquellos que estaban en la ciudad. La aeronave voló a bajas altitudes que parecen imposibles. Incluso los ingenieros de Boeing, al analizar lo sucedido dijeron que no tenían la más mínima idea de cómo ese avión tan pesado, pudo permanecer en el aire a velocidades tan bajas.
Después de la casi tragedia, Migadis, como el héroe que era, se sentó en la cabina de un avión de reemplazo y, a las 6:00 p. m., con el resto de la tripulación, llevó a los cuatrocientos pasajeros sobre el Atlántico a Nueva York.
Como dijo Migadis en una entrevista de 1994, “los que sobrevivimos ese día somos polizones en la vida”.
Simulación del vuelo explicada
Explicación de lo sucedido
ver: El avión de Olympic Airways que casi se estrella contra Atenas
Su caso no es quizás el más conocido y «aventuroso» entre los pilotos de aviación a nivel mundial.
Este honor parece corresponder a Sully Sullenberger, piloto de la aerolínea comercial estadounidense US Airways, quien actualmente es un experto en seguridad e investigador de accidentes.
Sully, estaba al mando del vuelo 1549 de US Airways, cuando el 15 de enero de 2009, apenas después de despegar del Aeropuerto LaGuardia en Nueva York con destino el Aeropuerto Internacional de Charlotte, en Charlotte, chocó contra una bandada de aves que inutilizaron ambos motores del aparato. Sin altitud, sin motores, sin la potencia necesaria para aterrizar en cualquiera de los aeropuertos cercanos, hizo lo que que se conoce actualmente como «el milagro del Río Hudson«, cuando logró amarizar sobre el río y salvarle la vida a cada uno de los pasajeros y de los tripulantes.
tal vez quieras leer: Video viral: Los últimos minutos del avión siniestrado en Nepal grabados desde dentro