«Oficiales de la Seguridad del Estado agarraban a sus presas por el cuello»

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Lo niega Miguel Díaz-Canel, lo desmienten funcionarios del MINREX pero las voces de los que protestaron el 11J acusan a la Seguridad del Estado y a los acólitos del régimen

A pesar de los días que han pasado desde las protestas del 11 de julio, de todos los videos y fotos que hemos visto, sobrecogen las palabras del joven Fernando Almeyda, publicado en el medio independiente El Estornudo: «Oficiales de la Seguridad del Estado agarraban a sus presas por el cuello».

Almeyda narra con detalles cada uno de los sucesos de aquel 11 de julio, vividos en primera persona. En su extensa crónica –Una travesía en el mar de la protesta– describe como en los alrededores del Parque de la Fraternidad la multitud que se enfrentaba a policías y agentes de la Seguridad del Estado por un momento quedó paralizada:

«En ese instante un policía se abalanzó violentamente sobre un hombre en un bicitaxi, y la masa furibunda acudió en ayuda de la víctima. El policía recibió tantos golpes que quedó aturdido. La brigada acudió en su ayuda y una pequeña batalla campal tuvo lugar durante varios minutos, hasta que un hombre se paró en medio de la reyerta. Era alto y delgado, de aspecto demacrado y enfermo. De su vientre esquelético brotaban sus vísceras ensangrentadas. Policías y ciudadanos se apartaron y lo rodearon, hipnotizados por el tétrico espectáculo. Entonces, el hombre encaró a la policía y dijo con una voz profunda y languideciente: ‘Miren lo que me ha hecho la Revolución. No hay medicina para mí, estoy enfermo y abandonado'».

A esta realidad en muchos barrios el 11 de julio, tras la orden de combate de Díaz-Canel y de que los «revolucionarios» tomaran las calles, el régimen se centró en la construcción de una narrativa ficticia de apoyo al proceso. La Seguridad del Estado -algunos vestidos de civil entre la gente que se manifestaba- reprimía mientras otros se prestaron para simular el apoyo a la Revolución. Al respecto Fernando Almeyda, que estudió Derecho, reseña en El Estornudo:

«En la esquina del Gran Teatro de La Habana se congregaron altas figuras de la política del régimen. Reconocí a Gerardo Hernandez y a Ramón Labañino. Junto a ellos, varios partidarios al gobierno -todos gordos y encebados- gritaban ofensas a los manifestantes. La masa, en su gran mayoría, los ignoró completamente. Yo, en cambio, opté por saludarlos, como si estuvieran ahí para apoyarnos. Un grupo de policías y brigadas de choque corrieron por los laterales de la manifestación, mientras otros se infiltraban entre nosotros con banderas del 26 de julio. Delante de estos oportunistas, unos camarógrafos grababan videos apócrifos de inexistente apoyo al gobierno».

Puede leer también: El paso por prisión del joven cuya foto recorrió el mundo

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